29.

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Mi plan era un poco de película pero no había nada que a Lyan Olivera le impidiera cumplirme el capricho, él tenía maneras un poco más crueles de hacer callar a las personas y muchas de ellas estaban excedidas en cuanto a simples sustos, la mía la había visto en alguna película y esperaba que funcionara de la misma manera. Consistía en dos puntos clave, encontrar a mi prima cuando estuviese por llegar de la universidad en la noche, lo cual lo hacía mucho más interesante, y que se enterara qué tipo de juego quería jugar su papá para que estuviese al tanto de lo malo que pudo haber sido querer meterse conmigo, preocupar a mis papás y hacerles creer tonterías. Estaba dispuesta a conseguir su silencio y eso requería de un poco de maldad, no me importaba, aparte de que siempre quise verla vulnerable a mi prima.

Aprobé el tipo de identikit que Lyan solía hacer de sus clientes y en menos de dos horas tuvimos más información de la que creía que se podía conseguir por internet, lo que me hacía creer que no sacaba eso de las redes sociales como me dijo una vez y tampoco lo negó cuando lo pregunté. Tenía lugares que frecuentaba, personas cercanas, nombre de sus jefes, sus compañeros, salario que cobrara y principalmente horarios en lo que estaba por a llegar a su casa donde teníamos que actuar.

— ¿Qué más estamos esperando? Quiero ir a casa a dormir un rato si vamos a hacer esto a la noche. —suspiré cansada recostándome hacia atrás en el respaldar de mi silla. Desganada de seguir comiendo.

—Qué impaciente que sos Catita, estamos esperando a que Boris llegue, está viniendo desde Pilar, hay tráfico.

— ¿Para qué queremos a Boris?

—Porque no vas a querer hacer vos el trabajo sucio ¿o sí? —preguntó y no respondí, no tenía por qué hacerlo otra persona o eso creía. —No te vas a ensuciar así Cata, para eso existen otros tipos de personas.

— ¿Y Boris lo es?

—Es uno de mis mejores hombres, no le tiembla la mano para nada, es todo un profesional.

—Pero no quiero matarla ni lastimarla demasiado, es solamente un susto.

—Más con razón, dajáselo a quien sabe hacerlo, no vale la pena que vos lo hagas, te vas a ensuciar tus lindas manos en vano. —dijo agarrando mi mano sobre la mesa para examinarla, con sus dedos acarició los míos y los entrelazó jugando con ellos. —no sé qué me gusta más, tus manos o el talento que tienen para volverme loco.

—No puedo negar las habilidades que despertas en ellas.

—Qué peligroso.

—Lyan. —escuchamos y me di la vuelta para ver a un chico acercarse con un cigarrillo entre los dedos. Era flaco y alto, vestía todo de negro y en cuanto se acercó y se sacó los anteojos, no sólo noté en el dorso de su mano las Islas Malvinas como las de su jefe, tenía todo el brazo tatuado y me dieron muchas ganas de mejorarle algunos dibujos en su piel, la tinta parecía violeta y como si fuese algo multimedia, parecía pixelada.

— ¿Qué onda Boris? Sentate por favor. —le dijo Lyan soltándome la mano y yo me senté hacia atrás para sacar uno de mis cigarrillos ya que el chico me había contagiado las ganas de fumar. —Ella es Cata, Cata él es Boris, como te dije, uno de mis mejores hombres.

— ¿Uno de los que dice que soy la segunda?

— ¿Qué? Cata no empieces con eso, después te quejas cuando les pasa algo que termina siendo por tu culpa.

—No sé de lo que estás hablando. —me dijo el chico acercándome su encendedor para prender mi cigarrillo, acepté y aspiré para que se prendiera. —Yo no opino de vos.

Un cambio al Mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora