31.

7.3K 537 61
                                    


Había algo más incómodo que tener de frente el labio roto de Diego, su expresión severa y aislado de todo lo que se hablaba en la mesa. Su única mirada hacia mí fue fría pero persistente hasta que Lyan se dio cuenta y pareció no quedarle opción al agachar la mirada para llevarla a otro lado. Sin embargo, eso no fue lo más intimidante, lo peor fue tener casi toda la noche, la mirada intencional de la prima de Lyan, Danila según escuché su nombre. Ella tenía las Islas Malvinas tatuadas como todos, era alta y delgada, el pelo negro le llegaba hasta los hombros y su sonrisa era cínica, casi igual a la de su primo. Parecía ser la típica chica provocativa de la fiesta porque no dejaba de insinuarse a todos los chicos aprovechando la poca ropa que tenía para tentarlos, no era estúpida y yo tampoco lo era al verlos a ellos casi babosearse por las curvas de la morocha. Me molestaba y me sentía ahogada cuando me miraba porque no lo hacía con buenas intenciones, y mucho menos tenía esa energía con su primo que poca atención le dio a su comentario totalmente innecesario cuando dijo que yo era suerte para él.

Traté de ignorar lo más que pude el soslayo de sus miradas repentinas, me enfoqué en lo enternecida que me tenía verlo a Lyan hablarle al tío de su cumpleaños número treinta y dos y todo lo que le podían gustar a las chicas de él. Me gustaba la complicidad que tenían incluso cuando Corcho no paró de nombrarme y repetir la palabra: Linda, haciendo referencia a mí junto a mi nombre, causando la risa de algunos y principalmente de Lyan que obviamente lo tomaba a gracia. A mí me causaba la misma sensación ya que era lindo caerle bien a su tío, nosotros sobrepasábamos esas clásicas situaciones de la presentación de familias, o de incomodidades innecesarias que vivían las parejas, principalmente porque no éramos una y porque ambos habíamos aprendido del otro a pasar el momento y nada más.

Cuando el asado estuvo listo, todos se sentaron en la extensa mesa, mujeres y hombres que se reían de las cosas que se decían entre sí, hablando con normalidad de cualquier cosa, siendo personas allegadas a Corcho, festejándolo de una manera muy familiar, y fue de esa forma que noté en todos la misma particularidad, el tatuaje que los representaba como banda, Las Islas Malvinas en el dorso de sus manos.

—Así que hoy tenemos un poco de drama al fin ¿no? —le preguntó Danila a Diego que estaba aislado de cualquier conversación, comiendo casi nada cuando vi su plato. —yo te segundeo.

—No, vos no vas a ir. —le dijo Lyan y todos los que hablaban se callaron repentinamente para escuchar con atención lo que se iba a desarrollar si ella le contestaba.

— ¿Y vos quién sos para decidirlo? Diego puede llevar a quién quiera de segunda.

—Voy yo. —acotó un chico sentado al otro extremo de la mesa y Lyan le indicó lo mismo. Ella no se quedó complacida aun así.

—Quiero ir.

—No.

—Tiene que haber un Olivera, mejor voy yo así vos te quedas a entretener a tu noviecita.

—No hace falta, se va a entretener seguro estando ahí, y ya te dije que no, no jodas porque no vas a ir. —le dijo y ella se levantó abruptamente de la mesa para irse. El silencio reinó y Corcho lo interrumpió llamándola, pero ella lo ignoró.

—Ni un día van a dejarse de joder ustedes eh, coman y váyanse que Corcho ya se va a querer ir a dormir. —dijo la abuela y las conversaciones volvieron al punto en el que habían sido interrumpidas, cada uno a sus cosas como si nada hubiese pasado.

Después de cortar la torta y cantarle el cumpleaños a Corcho, noté que Diego fue el primero en irse y aproveché que estaban haciendo las fotos familiares para levantarme y excusarme con que quería ir al baño, me negué a que me acompañara Lyan e indicándomelo, fui y busqué intencionalmente a Diego. Lo encontré hablando por teléfono en la sala y cuando me vio, habló unas palabras más para cortar.

Un cambio al Mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora