Capitulo 13 : "Borrachera"

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"La intoxicación etílica, ebriedad o embriaguez es un estado fisiológico inducido por el consumo excesivo de alcohol. Los síntomas de la intoxicación alcohólica incluyen euforia y disminución de la inhibición social".

Cerca de las nueve de la noche, Ookurikara viajaba en el tren de regreso desde el distrito donde Nakigitsune tenía su estudio. La mano de su brazo tatuado, envuelto en aquel papel transparente, sostenía su celular; buscó en él el nombre que había apuntado, empapándose de información.

Esa tarde se había reunido con unos conocidos del estudio de tatuajes, había accedido a tomarles fotos a unos fulanos que tenían una banda de rock a cambio de material para su portafolios. Los tipos tenían un estilo extraño, pero aquella estética inusual era la que le gustaba; los convencionalismos no eran lo suyo.

Mientras miraba las fotos de su cámara, encontró algunas de Shokudaikiri. Sintió su ojos pesados; todo había terminado con ese hombre.

—Próxima estación, Shibuya.

La voz en el tren le anunciaba que estaba cerca de casa. La galería de fotos de esa persona que investigaba, mientras tanto, era amplia.

Sí, dejaría a Shokudaikiri, todo se había acabado con él. Le diría a su padre que lo pusiese a trabajar con otro modelo, que no lo quería. Pero, antes, aquel mentiroso y ese estirado sabrían quién era él.

Ookurikara desvió la vista del aparato por un instante. Haría eso así fuese lo último que hiciera en la vida.

Para esa hora, Shokudaikiri había terminado de grabar y había pedido un taxi para regresar a su casa. Ni siquiera se había molestado en ver si Hasebe seguía en la agencia; no quería hablar con él, no quería que lo llevara, ya no quería saber nada de nadie más. Al llegar a su departamento se había desvestido, se había lavado y se había metido en agua hirviendo, solo en la tina, y con la botella en la mano. De pasada había parado en un supermercado para comprar más vino y tenerlo en la nevera.

Jamás había tomado una gota de alcohol hasta sus veintidós años. Sus padres detestaban la bebida, uno de sus parientes era un alcohólico sin remedio y ellos habían temido que su hijo repitiera esa conducta. Sin embargo, Shokudaikiri no había bebido hasta que había tenido razones para hacerlo.

Sentía que necesitaría esa trampa, esa mentira tan dulce y tan amarga a la vez, para pasar aquellos días que amenazaban con volverse insoportables.

La mañana siguiente, se hallaba en la puerta de su edificio esperando pacientemente cerca de las siete de la mañana, envuelto en un abrigo mullido y con una bufanda que le cubría la nariz.

Hasebe llegó, como todas las mañanas, para descubrirlo en la entrada. Aquello era raro.

—Buen día.

Saludó, estirando el brazo para pedirle sus cosas. El día estaba nublado, frío; las últimas nevadas de la temporada estaban llegando.

Un taxi se detuvo justo adelante del coche de Hasebe. Shokudaikiri saludó con cortés frialdad y caminó hacia el vehículo, llevando su pesado bolso.

Heshikiri miró aquello con asombro. Como si fuese en cámara lenta, lo vio desapaecer de allí. Las ruedas del vehículo que transportaba al actor dejaron huellas en el frío asfalto.

Hasebe se quedó muy quieto. Su expresión era la de un hombre sorprendido, angustiado.

—Mitsutada...

Murmuró, tragando saliva. Se subió a su propio auto para seguir al taxi. Efectivamente iba a la agencia.

Al llegar, el mánager bajó de su auto y siguió a su representado a cierta distancia. Las recepcionistas los saludaron en la entrada.

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