"Cosa que se da a una persona como muestra de afecto o de consideración. Pese a ser materiales, intentan transmitir un mensaje de amor o respeto."
Había pasado aproximadamente una semana desde aquel encuentro, durante la que no pudieron verse; ese día, Ookurikara tenía una sesión de fotos con cierto fulano de la agencia que no conocía y sería sólo por reemplazo. Se había puesto lo primero que encontrara en el cuarto, mientras preparaba sus cosas para ir a la agencia. Hablaba mucho con Shokudaikiri por mensaje; sin embargo, casi no lo había visto en persona fuera de la agencia.
—Buen día.
Saludó el joven a los que se encontraban en el set de fotografía. Tsurumaru no se encontraba allí, pues su esposa había sido ingresada al hospital por un accidente que tuviera al caer de la escalera, y el modelo era alguien a quien no conocía, un enano pelirrojo que parecía excesivamente interesado en que le prestaran atención. El único al que conocía era el maquillador de la agencia, Souza Samonji.
Parecía como si Souza hubiese despertado apenas hacía unos minutos, aunque estaba vestido y arreglado de la misma forma prolija de siempre.
—Qué dolor de cabeza más horrible.
Susurró lentamente, mientras se echaba unas pastillas en la boca y bebía un trago de agua. Dejó el vasito en una mesa, masajeándose las sienes hasta que vio aparecer al moreno.
—Oh, Kurikara-kun. Bienvenido.
Saludó con su sonrisa más hermosa, a pesar de su desgano. Ookurikara lo saludó, dejando su bolso en la mesa.
—¿Migrañas de nuevo?
Preguntó, sentándose en el sillón al lado del camarín.
—Deberías ver a un médico...
Sugirió mirando detenidamente a Samonji. El verlo siempre le recordaba a los flamencos, a sus extremidades delgadas y largas, al artificial color rosado de su cabello y a su delgadez casi insalubre. El moreno había visto a muchos tipos de personas y Souza era una de ésas que le producían sensaciones encontradas. El hombre era sumamente amable con él pero, por algún motivo, no sentía que pudiese abrirse tanto con él como con Shokudaikiri o Tsurumaru.
Souza Samonji era como una esquiva belleza triste que no se comprometía con el mundo y sus habitantes.
—Lo mío no es una condición médica, Kurikara-kun querido. Más bien, yo solo me he metido en este brete.
Suspiró el frágil hombre, apagando su celular para guardarlo en uno de sus bolsillos.
—Me... estoy divorciando.
Añadió con una sonrisa triste. Sus ojos parecían enrojecidos. Ookurikara lo miró, extrañado.
—¿Estabas casado?
Preguntó, sin poder ocultar su sorpresa. Siempre había creído que ese hombre era como muchos otros, entregados al trabajo, al oficio que consumía sus vidas. Si mal no recordaba, Heshikiri también se había divorciado. ¿Aquél era un mal que aquejaba a la gente más comprometida en ese rubro? Si Fudou Myouou escuchaba su ruego, que por favor jamás permitiera que Tsurumaru se separara de su esposa.
—Bueno... No "casado-casado", pero tuve una relación muy larga con ese hombre. Teníamos bienes en común y llevábamos viviendo juntos unos diez años.
Samonji miraba hacia el set, donde el modelo tonteaba con su mánager.
—Pero fui débil, sabes.
La sonrisa triste no se iba de sus labios.
—Dejé que mi corazón se fuera con otro hombre. Naturalmente, no pude mentirle a mi marido. Cómo podría... Aunque ya no lo ame, aún lo respeto.
ESTÁS LEYENDO
El Sexshop
RomanceTouken Ranbu, universo anternativo en la actualidad. ¿Qué sucede cuando un hombre aislado y afligido se encuentra con un joven huidizo y esquivo? El tierno y paciente Shokudaikiri y el estoico y leal Ookurikara cruzarán miradas y no podrán controlar...