Capítulo 28 : "Estrategía"

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"Arte de planear y dirigir las operaciones bélicas o militares"


A primera hora del lunes, tras un domingo gris, Fudou Yukimitsu se había presentado en la agencia para firmar su contrato y ultimar detalles; y finalmente era un trabajador más en Soushuu. Hikoshiro Hiromitsu había visto y estudiado sus cortos y su impresionante currículo, y estaba muy complacido. Además, llegando recomendado por Heshikiri Hasebe, la cuota de confianza ya estaba garantizada.

Fudou se había marchado de la casa de Hasebe pasado el mediodía del domingo, contrario a su costumbre. Había sentido la necesidad de quedarse a su lado, al menos por unas horas más.

Shokudaikiri, por su parte, había salido muy temprano y había regresado muy tarde. Había apagado el celular, sólo concentrándose en distraerse y en pensar en cualquier otra cosa, pero no pudo hacerlo. La pelea con Hasebe estaba demasiado fresca y esas heridas no desaparecerían pronto. Había salido temprano por la mañana y había caminado mucho, muchísimo, casi por cuatro o cinco horas, hasta que su estómago le recordó que había perdido el almuerzo.

Finalmente había vuelto, casi al atardecer, a bañarse, a cenar brevemente y a dormir.

Había avisado a Ookurikara que no estaría disponible, pero a Hasebe no le había escrito ni una palabra.

Muy cerca de las siete de la tarde, Hasebe había pasado como siempre a la pastelería favorita de Shokudaikiri, haciéndose del postre preferido del actor. Recordaba todo lo que le había dicho y no había encontrado valor en esos días para llamarlo. Una respuesta como ésa debía ser dada en persona.

Se perfumó y alistó lo más prolijo que pudo, incluso había pasado por el estilista.

Perfectamente arreglado llegó al vestíbulo. Por primera vez en años, Hasebe se anunció en la entrada, con el recepcionista que lo miró, extrañado, pero que sin chistar acató la orden.

—Buenas noches, Shokudaikiri-san, tiene visita.

Llamó desde el intercomunicador.

Shokudaikiri miró el portero, algo contrariado. Sabía que Ookurikara estaba ocupado y nadie más había llamado para ir a verlo, ¿quién sería?

—¿Quién es?

Preguntó con voz débil, soltando el botón del comunicador como si estuviera maldito.

—Heshikiri-san.

Dijo el hombre. Hasebe estaba allí, esperando, escuchando aquella comunicación.

El silencio reinó en el vestíbulo por varios segundos, largos y tediosos, hasta que la voz de Shokudaikiri crepitó por el comunicador.

—Que suba.

Hasebe hizo una reverencia, que fue imitada por el recepcionista.

—Que nadie más suba hasta que me vaya, por favor.

Pidió, antes de caminar hacia el ascensor.

Subió entonces en agónicos minutos, que hicieron a su estomago retorcerse por los nervios. Al llegar, se miró en el pequeño espejo de mano que llevaba, envuelto en un pañuelo oscuro cargado de su perfume. Al corroborar su apariencia, llamó a la puerta sobriamente.

Shokudaikiri caminó despacio hasta la entrada, tratando de alargar lo más posible la soledad. Sin embargo, al escuchar de quién se trataba había ido a su dormitorio a ponerse algo de ropa, pues andaba con la camiseta más gastada que tenía y unos pantalones que lo dejaban en vergüenza.

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