Capitulo 15: " Desenmascarado"

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"Descubrirlos verdaderos propósitos, esencia o identidad de algo o de alguien"


Hasebese encontraba en su departamento, observando un librodescuidadamente. La verdad era que estaba aburrido, demasiado.

Kuninagale había escrito para ver cómo estaba, pero había dejado deresponder pronto. Era su día de descanso y lo estaba pasando con sufamilia.

Shokudaikiri...Ni siquiera se había conectado a la plataforma que utilizaban paracomunicarse.

Heshikiriexhaló por la nariz, cansado. Quedarse encerrado en su casa no loayudaría; sin embargo, ya había hecho todo lo que tenía pendiente.

Selevantó, arreglándose. El único lugar donde las horas pasaban deforma placentera era aquel bar que conocía, cerca del centro. Sevistió con ligereza: llevaba sólo su celular y su billetera, nadamás.

Abordósu coche en un rápido ademán. El mismo estaba reluciente,impecable.


Elambiente era tal como lo recordaba: muebles de madera y bronce, lucesbajas y una barra estilo occidental, donde un cantinero ataviado concamisa y chaleco agitaba una coctelera.

—Hasebe-san,tanto tiempo.

Saludóel joven, con una sonrisa.

—¿Lomismo de siempre?

—Quégusto verte, Mizuki-san.

Elhombre se sentó a la barra, sonriéndole al empleado.

—Hoyno... ¿algo un poco más fuerte, podría ser?

Preguntó,apagando su celular. No recibiría ningún llamado. Por más extrañoque pareciera, en ese momento se sentía como si hubiese vuelto adivorciarse. Aunque, ahora, dolía un poco más.

Shokudaikiriera cruel con él.

Eljoven asintió, dándose vuelta para buscar un par de botellas.

—Beberte hace olvidar pero no quita los problemas, ¿sabes?

Dijouna voz que venía de su derecha. Heshikiri escuchó aquello, detrásde sí, y tragó saliva.

—Sisabrás tú de eso, ¿no?

Respondió,sin girarse a mirarlo. Reconocería esa voz donde fuera, en cualquierlugar del mundo.

—¿Acasoel aroma al sake te trajo desde donde fuese que estuvieras, hijo deOwari?

—Psst.

Elhombrecito a su lado le sacó la lengua.

—Regreséporque mandabas tus ondas patéticas tan fuertes que llegaban hastaKioto.

—¿Teestabas escondiendo en Kioto? Vaya, con razón el olor a alcohol nose había ido por completo.

Hasebelo miró a los ojos, sonriéndole.

—Tantotiempo, Fudou Yukimitsu.

Elrecién llegado le sonrió con expresión de confianza.

—Alfin terminé mis posgrados...

Entrelazólos dedos y se estiró, luego ofreció su manita para un apretón.

—Ahorasí estoy listo para trabajar donde sea.

Fudouera otro de los que se habían hecho de abajo. Había conocido aHasebe a los catorce años, cuando frecuentaba un bar cuyo dueño erasu amigo. No tenía edad para beber, pero el dueño lo dejaba probarun poco de cerveza o licor los viernes en la noche. Hasebe iba a esebar en sus épocas en las que se debatía entre abandonar lainfluencia y el dinero de su madre y pronto los dos habían cultivadouna extraña amistad.

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