Capìtulo 16: "Tentación"

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"Deseo de realizar una acción inmediatamente agradable pero probablemente dañina a largo plazo, por multitud de razones: legal, social, psicológica (incluyéndose la culpa), etc. También designa al acto de coaccionar o inducir a una persona la realización de un acto, por manipulación o por influencia de curiosidad, deseo o miedo de pérdida. En el ámbito de las religiones, se refiere a la inclinación al pecado"

Alrededor de la hora en que Fudou se había marchado, Ookurikara había dejado a Shokudaikiri.

Éste se sentía considerablemente mejor luego de descansar y salir a distenderse, después de tantas tensiones. Ookurikara tenía cosas que hacer en su casa, por lo que el actor se tomó su tiempo para desayunar, bañarse y poner algo de orden en el apartamento.

De alguna forma, tener que ocuparse de esas cosas por sí mismo sin la asistencia de Hasebe se sentía un poco vacío. No era sólo que él había ignorado a su mánager; éste tampoco había hecho muchos esfuerzos por volver a contactarlo.

Shokudaikiri estaba triste, no iba a negarlo. En su fuero interno esperaba poder reparar aquella situación, pero no se atrevía a dar el primer paso. Eso era algo que Hasebe también había hecho por él, innumerables veces.

Ookurikara había insistido un par de veces más con el tema, pero Shokudaikiri se había cerrado herméticamente a discutir el asunto con él.

Cerca de las nueve, el teléfono de Shokudaikiri sonó lejanamente. Era un mensaje de texto de un número conocido .

Hola, buenos días. Lamento interrumpir tu día libre. ¿Tienes un momento para reunirte conmigo?

Hasebe había escrito aquello sin pensarlo. Su corazón latía con fuerza al esperar la respuesta.

Al momento de revisar el mensaje, Shokudaikiri había sentido una inyección de adrenalina. Con los labios temblorosos, susurró algo que nadie escuchó mientras escribía una respuesta.

¿Vienes?

Si tienes tiempo, podría pasar por allá.

Respondió Heshikiri, tragando saliva. Su corazón no dejaba de latir, agitado.

Tengo que discutir algunas cuestiones contigo. Si no quieres salir, voy para allá.

Aquella desmedida formalidad asustó a Shokudaikiri.

Estoy aquí, ven cuando quieras.

Estaré allí en cuarenta minutos. Llevo el almuerzo.

Hasebe se levantó del sillón, caminando hacia su guardarropas. En esa habitación, donde hacía unas horas sus tensiones habían desaparecido, el dulce aroma de Fudou todavía permanecía en sus sábanas.

—Qué injusto.

Murmuró, exhalando, mientras elegía su mejor ropa. Una situación así requería una buena presentación.

A pesar de que era apenas pasada la hora del desayuno, Hasebe proyectaba al menos tres horas de ocupación en las que no le permitiría ni siquiera cocinar. Shokudaikiri dejó el teléfono sobre la mesita de la sala, acomodándose en el sillón, envuelto en una frazada mullida.

La primavera estaba a la vuelta de la esquina, a mediados de marzo, pero el frío seguía calando los huesos. El actor agradecía que no tenía compromisos urgentes al menos hasta abril, donde sería la temida boda de Mikazuki Munechika. Había decidido ir, luego de dar muchas vueltas, cuando recibió la bellísima tarjeta de invitación.

Heshikiri apareció a la hora acordada. Estaba impecable, como era su costumbre.

Había estado a punto de abrir la puerta, como siempre, y entrar, pero cabía la posibilidad de que Ookurikara estuviese allí; y, por más que le desagradara, estaba en falta. Golpeó la puerta con suavidad, aguardando del otro lado.

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