"Sentido de posesión con el espacio dominado por un individuo frente a otros que implican la personalización y la defensa contra invasiones"
Hasebe decidió que el mismo lunes presentaría su renuncia en la agencia. Ya no podía vivir así.
Con eso en mente llegó a su edificio. No supo por qué en ese instante, ni en qué momento lo hizo; pero había llamado a un número que tenía agendado. Era el de una mujer que trabajaba como acompañante.
Lo que restaba de la madrugada, hasta que la mujer llegó, se la pasó bebiendo y desquitando su rabia. Luego su frustración con ese vacío cuerpo que no buscaba compromisos.
Era la segunda persona que dormía en su cama, la segunda que pagaba la amargura de su propia cobardía.
Un rato antes del amanecer, el timbre sacudió el aire de su departamento.
Hasebe se levantó entre el aplomo y el mareo. Estaba en la cama fumando, mirando la nada mientras el cabello rubio y teñido de aquella mujer se desparramaba en su almohada. El terrible ruido no desaparecía.
Caminó en silencio hasta la entrada, abriendo la puerta con lentitud. ¿Quién molestaba a esa hora?
Los ojos penetrantes y purpúreos de Yukimitsu lo atravesaron en cuanto la puerta se abrió.
El hombrecillo observó al anfitrión. Estaba inusualmente desarreglado, apestaba a alcohol y a tabaco y, por si fuera poco, había unos zapatos que no eran suyos en la entrada.
—Eres patético.
Susurró, ingresando a la vivienda sin pedir permiso alguno. A duras penas se acordó de quitarse las botas antes de entrar.
Fudou entró al dormitorio, hallando a aquella mujer. La agarró del hombro, sacudiéndola violentamente.
—¡Ya, arriba, zorra, te largas de aquí!
Ella gruñó, forcejeando y asestándole varias bofetadas. Al final había salido con los zapatos en la mano, el vestido a medio vestir y la ropa interior a la altura de las rodillas. La rubia había dado una limpia cachetada en la cara de Hasebe, gritándole insultos antes de marcharse.
—¿Qué diablos quieres, Fudou?
Preguntó Hasebe, refregándose la cara. Yukimitsu cerró la puerta de entrada con violencia, empujoneando luego a Hasebe hasta la sala.
—¡¿Qué clase de comportamiento es éste, eh?! ¡Tú, el digno, el correcto, el formal...!
Espetó, furioso.
—Shokudaikiri me llamó para ver si había llegado bien a casa, estaba llorando, le pregunté qué había pasado y no quiso decírmelo... ¡Pero bien que lo sé! ¡Discutiste con él, ¿no?!
Exclamó, furioso.
—¡Como si no bastara lo que hiciste cuando estábamos en el bar! ¡Rayos, quería golpearte ahí mismo, si te ponías un cartel no iba a ser más claro!
—¿Y qué tanto te importa a ti ?
Hasebe apagó el cigarrillo, tomándolo del cuello de la camiseta.
—¿Desde cuándo te importa todo eso? ¡Métete en tus asuntos, Fudou!
Gruñó, empujándolo.
—Déjame en paz, el lunes iré a la oficina y renunciaré, que Mitsutada se busque otro que le traiga menos problemas.
—¡Y encima de todo, mentiroso!
Bramó Yukimitsu, pateando con fuerza las piernas de Hasebe.
—Yo también estaba allí cuando Shokudaikiri quiso morir, yo no pude hacer nada... Pero tú... Tú juraste que lo harías todo por él... Y sin embargo mírate... Teniendo celos de un mocoso, lo dijiste la primera vez que hablamos desde que volví, que lo odiabas, que odiabas que Shokudaikiri estuviese en una relación con él... Y esta noche, en cualquier momento que se hablaba de él ponías mala cara, cuando Shokudaikiri hablaba no lo mirabas, cambiaste de tema toda las veces que pudiste... ¡Menudo amigo eres, despreciando la felicidad de Shokudaikiri! ¡¿Cuándo lo viste así de animado?! ¡¿Cuándo lo viste esperanzado por algo, desde esa basura de Taikogane?! Y por sobre todas las cosas... ¿Desde cuándo te portas tú así, haciendo llorar al que dices que es tu mejor amigo, llamándome cada vez que tenías un problema con él?
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El Sexshop
RomanceTouken Ranbu, universo anternativo en la actualidad. ¿Qué sucede cuando un hombre aislado y afligido se encuentra con un joven huidizo y esquivo? El tierno y paciente Shokudaikiri y el estoico y leal Ookurikara cruzarán miradas y no podrán controlar...