"Conjunto de características con que una persona o cosa se presenta a la vista.Aquello que se parece poseer pero que en realidad no se tiene"
Algunos días después de la infortunada cena, Shokudaikiri tenía pactada una sesión fotográfica para una línea de perfumes. A pesar de que no solía hacer pareja con otros modelos, Hasebe había gestionado aquello y, al momento de pedirle su opinión, Shokudaikiri había respondido con el desánimo que casi se había vuelto habitual durante esas semanas. Por eso, el día pactado se levantó bastante más temprano que de costumbre y comenzó a prepararse con lentitud.
Cerca del mediodía, en un lujoso apartamento del centro, un hombre alto ponía a calentar agua en una tetera eléctrica. Tenía el cabello azul oscuro, algo revuelto, y vestía un elegante traje color ocre, con corbata roja que colgaba del cuello a medio abotonar de su camisa blanca. Sus manos, amplias, tenían algunas marcas; las palmas aparecían callosas y desgastadas, y había pequeñas heridas rojizas entre sus dedos. Las uñas, medianamente largas, lucían amarillentas y con restos de esmalte negro.
El hombre se asomó hacia la sala, de cortinas cerradas, que descansaba en una suave penumbra.
—Tch.
Murmuró, acercándose a la ventana para correr las cortinas sin ninguna piedad.
—Arriba, Akashi.
Ordenó, caminando por la sala y recogiendo vasos y envoltorios de golosinas del suelo.
—Tienes una sesión en dos horas. Levántate.
—Mh...
Un gruñido se dejó oír desde abajo de las sábanas oscuras, dispuestas encima del sillón.
—¿Eh...? ¿Qué hora es...?
Gruñó el muchacho, tapándose nuevamente hasta la cabeza. Cerró los ojos lentamente, la cabeza le daba vueltas y el perfume del hombre estaba por todos lados.
—Son las doce del mediodía.
El más alto tironeó de las sábanas, destapando inclemente al joven debajo de ellas.
—No puedes llegar tarde, es alguien importante.
Hablaba con voz monocorde, seria, aunque parecía increíblemente cansado.
—Tch, no recuerdo que tuviese una cita con el emperador de Japón.
Masculló el muchacho, tomando los lentes que estaban a un costado del sillón. Su piel era increíblemente pálida y en su espalda se veía un enorme tatuaje en tonos oscuros, de estilo tradicional, que seguramente había perforado sus huesos si su piel no fuese tan elástica.
El muchacho de diecinueve años era Akashi Kuniyuki, la joven estrella de la agencia Soushuu.
—Por eso estoy yo aquí. Levántate ya.
Murmuró el hombre, volviendo a la cocina para apagar la tetera. Echó algunas hierbas en un pequeño filtro y lo puso en una taza larga, de color oscuro, en la que vertió el agua. Poco a poco el agua tomaba el color de las hierbas, expandiéndose.
El hombre observaba aquello con fascinación, como cada vez que preparaba té. Aquella ceremonia, así de corriente como se le presentaba, era increíblemente hipnotizadora.
—Oodenta-san... no tengo ganas de salir de la cama hoy... me duele la cabeza...
Murmuró el muchacho, cruzando las piernas en el aire. Su cabello oscuro caía lacio, sólo detenido detrás de su oreja. Akashi era una maravilla de colores suaves y densos, tenía un cuerpo largo, esbelto y delgado. Ojos alargados, de un color verde fluorescente, cabello ligeramente crecido y hombros fuertes.
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El Sexshop
RomansaTouken Ranbu, universo anternativo en la actualidad. ¿Qué sucede cuando un hombre aislado y afligido se encuentra con un joven huidizo y esquivo? El tierno y paciente Shokudaikiri y el estoico y leal Ookurikara cruzarán miradas y no podrán controlar...