Capitulo 4 : "Castidad"

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"Derivade "castigar" (griego castigare, castum agere) Conductadeliberada a la morigeración y pertinente regulación de goces oactos sexuales.Poner racionalidad ante los apetitos y las pasiones dela sensibilidad humana."



—Yate dije que no voy a ir, puedes meterte tu plan por donde quieras.

Ookurikaradiscutía con su padre en el despacho del hombre; se hallaba cruzadode brazos, completamente negado.

—Asíque puedes ir desistiendo. Si no quieres soportarme cerca, volverécon mi abuela al campo.

Hikoshiroresoplaba mientras bebía un poco de su whisky.

—Noes que no quiera verte. Te invitaron y creo que sería unaoportunidad muy provechosa para ti. Hiroshima es un lugar precioso ypodrás explorarlo a gusto con tu cámara.

Replicóel adulto, tratando de mantener la calma. Ookurikara era rebelde, nohabía que perder la paciencia con un muchacho así.

—Además,te invitó una persona muy importante. Si la desairas me harásquedar mal a mí también.

—Novoy a pasar tiempo con un depravado como ése. Tus negocios con esoshombres asquerosos son una cosa, no me metas a mí en eso.

Ookurikarahabló directo, mirándolo.

—¿Porqué no te vas tú con ese tuerto desagradable? Si me obligas a ir,me escaparé y volveré, así sea haciendo dedo por todo el país.

—¿Tuertodesagradable? ¿Has hablado siquiera con Shokudaikiri-san? Es unapersona sumamente inteligente y cortés, y no mezcla su trabajo consu vida personal. Te invitó porque quedó fascinado con tu trabajoen la sesión.

AclaróHikoshiro, con voz un poco más dura.

—¿Inteligente?¿Cortés? Es un vago, por eso se acuesta con otros hombres paravivir.

Replicóel muchacho. Se acercó, topándose con la cara de su padre.

—Tienesexo como un animal con otras personas para ganarse la vida. Como unaprostituta enaltecida, engrandeciendo algo como eso...

Ookurikaraafiló la mirada mientras hablaba.

—Ytú festejas eso, porque eres igual que él. Ni te atrevas a negarlo,yo soy la prueba de tus degenerados deseos irresponsables.

Hikoshirolo miró con ojos impiadosos.

—Vasa ir, Ookurikara. Y no se hablará más del asunto.

Sentenció,alejándose del chico para beber otro vaso de whisky. El joven morenoardía en ira.

—Damedinero.

Pidió,sin cortesía ni rodeos.

—Sivas a encerrarme con ese mugroso pervertido, al menos dame dineropara distraerme. Ahora.

Exigióel joven, inflexible. Tenía en mente que iba a hacer; bajaría albarrio bohemio donde solía pasar las tardes y conseguiría unasesión de un par de horas de su droga favorita.

Hikoshirose aplastó en uno de los sillones de su lujosa oficina casera.

—Yasabes dónde está el dinero.

Espetó,refiriéndose a una cajita de oro que su difunto padre le habíalegado. La misma se hallaba en el antiguo aparador en uno de losmuros de la oficina, lleno de fotos enmarcadas y recuerdos de gloriaspasadas. El padre de Hikoshiro había sido un hombre de negocios,aunque no tan turbios como los de su descendiente.

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