Capitulo 22: "Comunicación"

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"Transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor.En un sentido general,es la unión, el contacto con otros seres."

El momento acalorado en el hotel había pasado con ellos juntos, mirándose y simplemente compartiendo el oxígeno que respiraban. Cuando dieron las ocho de la mañana, el celular de Ookurikara había sonado: era Hikoshiro, que le preguntaba en dónde diablos se había metido.

—Molesto...

Susurró el moreno, respondiendo al mensaje.

Estoy con Mitsutada, me embriagué ayer y me quedé con él. No me fastidies, iré en un rato al hotel.

Confesó, gruñendo. Se encontraba de malhumor ahora. Se levantó de la cama, directo al baño, lavándose cuidadosamente para esconder cualquier rastro de lo que casi había sucedido. En ese instante, cuando regresó a la habitación con el cuerpo húmedo y sólo una toalla rodeándole la cintura, se miró en el espejo del cuarto.

No solía prestarle demasiada atención a su propia imagen, sabía qué cosas le gustaban y cuáles no, pero últimamente había comenzado a hacerse algunas preguntas. Cada tanto miraba hacia atrás, para vigilar que Shokudaikiri no se despertase.

Se quitó la toalla de la cintura y quedó desnudo, mirando su reflejo de arriba abajo. Era natural que no sintiera ningún tipo de estima u orgullo por ninguna sección de su cuerpo, si era tan común como cualquier pedazo de césped en el campo.

Sin embargo, recordaba algunas cosas. Recordaba cómo Shokudaikiri lo tocaba, cómo sus manos lo recorrían, cómo esas manos calientes tocaban los pliegues de su piel, oscura como la noche.

En sus manos, que acariciaban esos lugares que él no conocía, se había sentido único por primera vez.

—No es como si importara.

Comentó, abrazando su propia cintura y bajando la mirada. Su cuerpo no había servido para demasiado más que para vivir, siempre lo había creído y nunca había deseado que nadie lo mirara como algo mas que eso. Pero Shokudaikiri había estado allí, había estado encima de él y lo había deseado.

Un hombre como ése, tan magnífico y atractivo, que había comido tantas frutas jugosas en su vida, se había conmovido por él, que aún era un fruto sin madurar.

Ookurikara cerró los ojos, en completo silencio.

El adulto dormitaba. Generalmente no se despertaba a menos que tuviese una alarma o que Hasebe lo levantara, por lo que aprovechaba cada momento libre que tenía para descansar. Tenía el sueño muy ligero y le costaba dormirse.

Los rayos del sol se filtraban apenitas por las cortinas de la habitación; Shokudaikiri entreabrió su único ojo y distinguió una figura borrosa, lejos de la cama. Se percató enseguida de que estaba solo en el lecho, por lo que se incorporó lentamente.

—Buenos días.

Saludó con voz pastosa, apoyándose en una palma. Su otra mano descansaba sobre su regazo, cubierto por la sábana.

Ookurikara se apresuró a taparse con la toalla, agachándose con rapidez para buscar su ropa en el suelo. El corazón le latía con mucha fuerza.

—Buen día...

Comentó, aclarándose la garganta.

Aquella reacción despertó una sonrisa dulce en el rostro de Shokudaikiri.

—Ven...

Lo llamó con ternura, estirando su mano hacia él.

—Tengo que vestirme e irme... Hikoshiro está furioso y hasta yo sé cuándo fastidié demasiado...

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