Capítulo 21: "Inconveniente"

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"Que no resulta adecuado por sus características o por el momento en que sucede.Situación, circunstancia o razón que dificulta o imposibilita hacer una cosa"


Caminaron alrededor de una hora, en un agradable silencio. Los dos miraban los espacios, los árboles, la gente. La noche se cerraba, sin luna; era como si el astro nocturno sintiese vergüenza. Ese día era el día de otra Luna Creciente.

Habían recorrido unas veinte cuadras de desparejas manzanas cuando Shokudaikiri divisó el río Kamo. Sus orillas tenían el porte de un tiempo antiguo, como si entre sus aguas calmas pudiesen aparecer ninjas y samuráis.

—Hermoso...

Susurró Shokudaikiri, con el ojo perdido en la superficie que reflejaba los colores desvaídos del cielo.

Ookurikara lo observó durante todo ese instante. Sus ojos lo recorrieron con atención mientras tragaba saliva. Shokudaikiri pocas veces se mostraba impresionado, como si el mundo no tuviese secretos para él; pero, en aquella inigualable belleza, el hombre se había conmovido.

—Este lugar va bien contigo.

Comentó, mirando hacia el cielo con estrellas.

—¿Tú crees?

Preguntó cariñosamente Shokudaikiri, girándose a mirarlo con una expresión de increíble dulzura.

—Sí.

Respondió Ookurikara, pestañeando con lentitud.

—Oscuro... misterioso... como un mar en el que no puedes ver nada... donde sólo puedes esperar a que te consuma.

Lentamente, el hombre se acercó al muchacho y lo abrazó con gentil afecto, apretándolo contra su cuerpo. En silencio, sólo interrumpido por el rumor de las aguas del río, sus manos sujetaron el rostro de Ookurikara y Shokudaikiri acercó sus labios a los del moreno. Lo besó despacio, cadenciosamente, respirando aire tibio contra su piel.

Ookurikara lo abrazó despacio. Su pecho contra el de Shokudaikiri, su corazón a su lado, en aquel lugar donde nadie los veía, donde Heshikiri no aparecería, ni su padre o quien fuese. Lo besó con cariño, con suavidad.

—Mitsutada...

Murmuró contra su boca, acariciando con su lengua el mentón del más alto. Su nariz estaba fría, su cuerpo en general estaba fresco, aunque ardiese por dentro.

El abrazo y el beso se extendieron por largos minutos, que parecían horas. Shokudaikiri estudiaba ese cuerpo con paciencia, con amor.

Cuando el cielo se oscureció por completo, se detuvo para mirarlo a los ojos.

—Kuri-chan... Tú...

Los labios de Mitsutada se sentían blandos.

—¿Qué vas a hacerme ahora?

Preguntó el joven, abrazándolo por el cuello. Acariciaba sus mejillas con la nariz.

—¿Vas a llevarme contigo?

Añadió, con un dulce ronroneo.

—Sí...

Shokudaikiri lo soltó despacio, sin perder contacto visual. Comenzó a caminar en la dirección por la que habían venido, buscando regresar a las calles de la ciudad para encontrar un taxi.

Ookurikara no dijo nada en todo el camino. La verdad fuera dicha, quería comerse a besos a ese hombre en el taxi, pero entendía la situación. Lo siguió sumisamente hasta donde quisiera llevarlo, le daba igual.

Respiró con tranquilidad cuando se vio a sí mismo en el hotel en el que Shokudaikiri probablemente se hospedaría.

—Mitsutada.

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