Capítulo 26: "Disputa"

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"Refiere al acto y la consecuencia de disputar. Este verbo, a su vez, alude a mantener una discusión, una pelea o un enfrentamiento"

Habían pasado algunos días desde las compras en el centro comercial. La pareja estaba pasando por un periodo que Tsurumaru había denominado "la luna de miel" y Ookurikara ni siquiera se había molestado en negarlo: veía mucho más seguido a Shokudaikiri fuera de la agencia y sorprendentemente había aprendido a combinar la ropa como el hombre le había dicho. Había recibido elogios por parte de sus compañeros de trabajo, incluso Hikoshiro le había dicho que lucía más profesional, pero la única persona a la que quería impresionar era Shokudaikiri.

Otra cosa que había cambiado también había sido la frecuencia de su cercanía: prácticamente no podían pasar mas de tres días sin encontrarse a intimar en la casa de Shokudaikiri. Los encuentros eran apasionados, completamente llenos de lujuria adornada con el amor que se tenían. Ookurikara volvía relajado, muchísimo más calmado que otras veces y aquello influía en su trabajo.

El moreno se encontraba escribiendo un mensaje al salir de la agencia. Ese día llevaba una camiseta negra de mangas cortas, ligeramente ajustada, que dejaba al descubierto su tatuaje. En ese momento tropezó con una persona a la que podría describir, como poco, muy particular.

—Lo siento.

Dijo en voz baja, deteniéndose a observarlo. El muchacho no debía tener más de dieciséis años; tenía unos enormes ojos de color violeta, cabello largo del mismo tono, atado en una coleta, y la piel pálida, como si fuese un pálido terciopelo. Aquel chico era sin lugar a dudas muy guapo, pero había algo en él que lo inquietaba, como si tuviese algo especial.

El recién llegado levantó una ceja, observando con atención el brazo moreno donde el tatuaje cobraba vida.

—Kulika...

Susurró, volviendo sus ojos al rostro de Ookurikara.

—¿Eres hindú?

Preguntó sencillamente.

—N-No...

Ookurikara llevó su mano instintivamente al brazo tatuado. Era extraño en ese país que alguien llamara por ese nombre al dragón que rodeaba su brazo oscuro.

—¿Cómo sabes... qué es?

Preguntó, apretando con suavidad su antebrazo. La voz del muchachito era más profunda de lo que había imaginado.

—Bueno, uno tiene que saber de su religión.

Replicó el hombrecillo, agarrándose la nuca con ambas manos.

—Kulika es uno de los ocho reyes serpientes, hijo de Kadru, madre de los Nagas. También emparentado con Fudou Myouou, de quien es la manifestación en el budismo esotérico, Kurikara... Pero me fui por las ramas.

Sonrió con cierta picardía. Ookurikara lo miró fijamente, su corazón latía veloz.

—No pensé que en Tokio hubiesen devotos de Fudo Myouou. En efecto, sí, es Kurikara.

Habló el moreno, sin quitarle los ojos de encima.

—Pensé que a los jóvenes no les interesaban esas cosas...

El moreno pestañeaba suavemente. ¡Qué magnífica criatura estaba frente a él! Con sólo mirarla detenidamente podía encontrar nuevos detalles y cosas que no había notado antes.

—Joven o no, mi religión es mi religión.

Comentó el de coleta, frunciendo los labios. Se percataba perfectamente de que el moreno lo estaba estudiando, y respondió a su vez con un estudio el triple de exhaustivo. El muchacho era más joven de lo que parecía, aunque su ceño y su expresión hiciesen pensar que ya era un hombre adulto. Extremidades delgadas pero fuertes, ojos penetrantes y una boca decidida. Resolvió que sería mejor no "pincharlo" y ser amigable.

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