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—Mi cachorro patea —dijo Otabek dirigiéndose a Viktor. —¿Qué es mejor que eso?

—Yo estoy casado, y vivo con mi omega —dijo el peliplateado levantando los hombros. —Sin duda creo que es mejor que una patadita.

—Estas hablando de mi cachorro, Viktor —susurró Yuri. —Te pediré que no hables así acerca de él.

—Fue culpa de este —señaló con la barbilla a Otabek. —Lo lamento gatito.

Yuuri regreso con un vaso de agua y se lo dio al rubio.

— ¿Estas bien, pequeño? —preguntó el omega mayor al rubio. —¿Necesitas algo?

—No, nada. Estoy bien fue un simple dolor —dijo el omega haciendo una seña con su mano para quitarle importancia. —Nada que descansar no arregle.

—Dormiste horas en la oficina y aun así estabas mal —dijo Otabek caminando hacia la cocina. —Deberías comer.— regreso con un paquete de galletas.

—No tengo hambre, gracias de todas formas —agradeció Yuri rechazando las galletas.

—Debes comer, no lo hagas por ti sino por Bolita.

Bolita era la excusa que tenia aquel alfa para manipular a su gusto a Yuri y el omega haría cualquier cosa por su cachorro así que se comió las galletas que trajo Otabek.

— ¿Entonces yo puedo ir a casa? —preguntó Mila que seguía en la entrada de la mansión.

— ¡Mila! —Otabek parecía sorprendido por la presencia de su secretaria. —Había olvidado que te traje.  ¿Quién esta en la oficina?

—Nadie. Voy a ir ahora —la chica estaba por salir de la mansión cuando el alfa la detuvo.

—No, no vayas. Quédate con nosotros —Mila ahora la sorprendida ante la petición de su jefe.

— ¿Quién eres tú para invitar personas a mi casa? —pregunto Viktor cruzándose de brazos.

— ¿La vas a hechas? —preguntó Otabek. —Ella cancelo todas mis citas de hoy para traer a Yuri hasta aquí.

—No hay problema. Ya me voy.

—Te quedas —ordeno Otabek señalando al piso. —Y esta discusión se acabo.

Mila entro a la casa y se sentó a lado de Yuri quien recargo su cabeza en su hombro y la chica acaricio su cabellera rubia.

— ¿Quieres ver la habitación del bebé? —preguntó Yuri emocionado dirigiéndose a Otabek y este asintió fervientemente.

Subieron las escaleras a un paso lento ya que a Yuri le costaba un poco subir tantos escalones y cuando llegaron frente a la puerta se detuvieron.

—Es aquí —anuncio el omega mirando desde abajo al alfa.

—Pues abre la puerta —Yuri obedeció y juntos entraron a la habitación donde dormiría y jugaría su pequeña Bolita.

Otabek no dijo ni una palabra, no produjo ningún sonido y solo miraba de un lado a otro mientras inspeccionaba las cosas que estaban dentro.

—Di algo, por favor —pidió Yuri tomando desde atrás el brazo del alfa. —Por favor.

— ¿Todo esto lo compró Viktor? —preguntó Otabek sin mirar al rubio. —Contesta.

—Si... pero no. Él no lo sabia, únicamente pago pero quien lo compro fue Yuuri.

—Ya veo —el alfa se giro y tomo los brazos del pequeño omega y esparció sus feromonas en toda la habitación hasta que el único olor que estaba en la habitación era el de Otabek. —La habitación debe tener algo mío —el omega asintió y el alfa sonrió, era una sonrisa que solo había visto una o dos veces en el tiempo de gestación y hacia doblar las rodillas del omega. Ninguno dijo otra palabra al respecto y al igual que aquella cachetada, de un momento a otro llego un beso.

Yuri estaba aún más sorprendido por ese acto tan dulce que por el golpe que había recibido, quizá experimentar tantas emociones tan diferentes de un momento a otro le haría daño, no solo mental sino también al Bolita... Y aun más porque no portaba la marca de unión. Cuando Otabek se separo volvió a sonreír contagiando a Yuri.

—Lamento ser un idiota, pero no puedo cambiar.

—Eso lo sé —rió el omega. —Sabre como llevarlo.

—También lamento no comprarle nada a Bolita... y el golpe que te di.... y los gritos.... y las presiones... y....

—No es momento de hablar sobre eso —dijo Yuri. —Así que por ahora olvídalo.

Otabek asintió y abrazo al omega. No eran una pareja normal ya que juntos se mataban pero separados se morían. No podían pasar tanto tiempo juntos sin discutir o sin lastimar al otro pero separados no podrían vivir, no soportaban no ver al otro y podrían hacer cualquier cosa para volverse a ver o se sentían morir, era un síndrome de abstinencia demasiado doloroso para ellos así que decidían volver a su droga favorita que era el uno para el otro.

Amor en nueve meses. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora