Capítulo 15

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¿En dónde estoy?, ¿qué hago aquí?, es lo que pensé al despertar en un jardín lleno de luces que resaltaban en la oscuridad de la noche. Miré hacía abajo y me di cuenta que yo llevaba puesto un vestido largo con zapatillas y frente a mi estaba Julián con su típica sonrisa despreocupada, pero tan cálida.

­­­—¿Ya no tienes miedo?

—¿Qué es esto?

—Mmm...el pasado.

—¡Viajamos en el tiempo!, ¡por eso estoy vestida así!.

—Creo que ya te he dado a entender que yo no puedo manipular el tiempo con mi máquina, si no predecir, y en este caso crear una realidad virtual del pasado. Sé feliz, estuve trabajando en esta variación de la máquina todos estos días para que estuviera listo para tu cumpleaños. Ayer mismo lo probé, no te preocupes, ¡incluso pude presenciar la revolución!.

Fue así que, vestido con un esmoquin Julián me ayudó a levantarme, y me llevó al interior de lo que parecía ser un salón de baile repleto de personas con atuendos bastante elegantes. Extrañamente tuve la sensación de estar en uno de esos bailes narrados por Jane Austen en Orgullo y Prejuicio. Y como estaba tan inmersa en los colores y en la arquitectura del lugar, no me di cuenta que me tropecé y...¿atravesé a una persona?.

—Julián ¡¿Qué fue eso?!—grité conmocionada—¿Cómo es posible que haya pasado a través de una persona?.

—Eso es sencillo—respondió despreocupadamente y con cierto tono intelectual—por que nosotros no estamos aquí. Te lo dije, esto solo es una probable representación del pasado, no podemos cambiar nada aquí, solo podemos presenciar lo que sucede, si lo piensas de esta forma somos una especie de fantasmas.

—¿Entonces ellos no pueden verme?

—No.

—¿Ni tocarme?

—Mucho menos.

—Entonces ¿por qué traigo este vestido?

—Para poder sentirte más adecuada con la situación en la que nos encontramos, por favor deja de hablar tanto y disfrútalo—Sin esperar una respuesta tomó mi mano y comenzamos a bailar al ritmo de un vals.

Podría decir que fue la experiencia más hermosa y extraña que he tenido en mi vida, por instantes me sentía parte de todo ese ambiente antiguo y sofisticado, pero volvía a mis sentidos cuando sin querer cruzábamos camino con una pareja y atravesábamos sus cuerpos tal como había dicho Julián, como fantasmas. Aunque a veces me ponía a pensar que más bien ellos parecía los espectros que nos rodeaban. De alguna forma, yo no tenía miedo, la sensación era bella, exquisitita, tanto que no podía hacer otra cosa más que maravillarme.

—¿Estás feliz?.

—Mucho, gracias Julián, es uno de los mejores regalos que me han dado en la vida.

Julián frunció ligeramente el ceño y agregó un tanto disgustado:

—¿No es el mejor?.

Ante una actitud tan infantil lo abracé fuertemente y le susurré en el oído:

—Si dijera que es el mejor, desmerecería el regalo que me dieron mis padres, la vida. Y así mismo el regalo que me dieron tus padres.

—¿Mis padres?

—A ti y todas tus historias enmarañadas.

—Ya veo—dijo con el rostro risueño—me alegra que te gustara.

Después de esto ambos guardamos silencio y disfrutamos del baile. No se cuanto tiempo fue, pudo haber sido la hora que prometimos o toda una eternidad, pero eso no importaba porque de alguna forma sentía que no quería salir de esa máquina en mucho tiempo.

—Es tiempo de despertar.

—¿Cómo?, ¿ahora?

—El baile está por llegar a su fin—dijo Julián al mismo tiempo que me llevaba al jardín.

—Bien, despertemos—mascullé un tanto desanimada.

Una vez dicho lo anterior, la velada y el baile desaparecieron al abrir mis ojos, tal como si hubiera sido eso, sólo un sueño. Sentí por un momento que iba a estar en mi cama con mis cobijas hasta los hombros, pero no. Estaba en una camilla un tanto rígida y con un casco colocado en la cabeza. No fue un sueño, y de alguna forma eso me reconfortaba.

De repente dos manos me ayudaron a quitarme el casco, y al poder ver nuevamente, estaba ese rostro amable que me sonreía tiernamente.

—Tiempo de llevarte a casa.

Mientras me incorporaba vi muchas cajas de cartón y algunas maletas en un rincón de la habitación.

—¿Qué es eso?—le pregunté a Julián señalándolas.

—Maletas y cajas—sonrió alegremente.

—Ya se lo que son, pero ¿aún no terminas de desempacar lo que trajiste de la capital?

Julián guardó silencio por un momento, para después prosiguió con un seco:

—Algo parecido.

No quise preguntar más, tal vez esas maletas contenían cosas de sus padres, recuerdos, fotos, que se yo, todas esas cosas materiales que guardamos para llenar el vacío de quién nos hace falta. Simplemente caminé al lado de Julián sin decir una palabra hasta que llegamos a la puerta de mi casa. Estaba bastante soleado, y los árboles se alzaban imponentemente a nuestro alrededor, las flores brotaban y el sol estaba casi en su punto en ese momento. De nuevo tuve la sensación de estar soñando, pero lo sabía, no lo estaba.

—Muchas gracias Brisa, por todo lo que has hecho por mí hasta ahora. Realmente tu apoyo me dio la confianza para seguir adelante. Ahora más que nunca siento que podré encontrar a mis padres, y todo eso es gracias a ti.

—Ya me habías agradecido, ¿qué tienes Julián?, estás muy raro.

La mirada cabizbaja de Julián me dio la respuesta. Y en ese momento desee estar soñando para poder despertar, sin embargo no yo no estaba dormida.

—Esto, no fue solo un regalo ¿verdad?—pregunté—era un despedida ¿cierto?

Sueño erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora