Hugo me miraba confusamente con cierto terror, parecía estar buscando las palabras exactas, mas ellas no podían salir de su boca, se quedaban atoradas en susurros y balbuceos. Cuando por fin parecía que iba decir algo, una voz senil me llamó desde dentro de la tienda:
—Brisa, ya es suficiente, tu novio te puede venir a buscar en cualquier otro momento, pero no en tu horario de trabajo.
—Debo ir adentro. Pero recuerda, no importan las razones que busques, sabes que por primera vez esto es algo que tal vez no puedas explicar.
Simplemente me miró con desprecio y se dio la vuelta desprendiendo un aura que en nada se parecía a la persona que yo había conocido antes. Yo lo sabía, algo había cambiado, aunque fuera demasiado pequeño como para notarse, pero estaba un paso más cerca de hacerle ver la verdad.
El día se hizo bastante pesado, la señorita Bravo me dio una seria reprimenda por estar "coqueteando" mientras trabajaba y me dio más quehaceres. Creí que no podría ser peor hasta que...
—Brisa—Levanté el rostro y vi a ese muchacho de cejas gruesas y ojos profundos frente a mi, sonriendo de una manera espectacular.
—¿Qué haces aquí Julián?—respondí anonadada—creí que nos veríamos hasta mañana, de lo contrario la señorita Bravo me regañará.
—Seré breve—dijo decidido—mañana es tu cumpleaños ¿cierto? Por lo tanto no habrá práctica, más bien, tengo un regalo para ti. Se que probablemente tu familia va a monopolizar ese día, pero dame al menos una hora.
—¿Un regalo?, bien, supongo que una de las veinticuatro horas del día no le harán daño a mis padres.
Comenzamos a reír en conjunto hasta que nuestras risas fueron apagadas por la presencia de la señorita Bravo, quien al verme me fulminó con la mirada, pero extrañamente al contemplar a Julián se quedó pálida.
—Bien, me tengo que ir Brisa, te pasaré a buscar mañana a tu casa.
Cuando Julián ya había tomado una distancia razonable con respecto a nosotras, la señorita Bravo me dijo aún con la mirada clavada en cada paso que daba Julián:
—¿Otro novio?—parecía que la señorita Bravo quería tomar un pequeño tono satírico, sin embargo no podía hacerlo, todos sus esfuerzos se perdían en sus ojos aún fijos en la silueta del muchacho que acaba de dejar la tienda. Al final tal vez ella se dio cuenta que era inútil fingir y me preguntó con seriedad—¿Qué es ese muchacho de ti?.
—Un amigo—mascullé con cierto tono interrogante.
—Ya veo.
—¿Y de usted señorita Bravo?, ¿conoce a ese muchacho?.
—No creo, probablemente lo estoy confundiendo con alguien.
Rápidamente como huyendo de la situación, caminó hacía la bodega con la excusa de buscar algo, pero no regresó en bastante tiempo. Por alguna razón, al ver a Julián recordó algo que le producía mucho dolor. Pensé preguntarle ¿quién era la persona que recordaba al verlo?, no obstante cuando esa mirada arrugada cruzó con la mía no fui capaz de preguntarle.
El día siguiente llegó rápidamente. Fui despertada por mis padres y una bella canción de cumpleaños mientras ellos sostenían en manos un pastel y globos. Los abracé y me sentí tan dichosa porque sabía que probablemente este sería el último cumpleaños en casa antes de que yo tomara una decisión y saliera de mi hogar. Ellos adivinaron mis pensamientos, e inmediatamente como tratando de alegrar la penetrante nostalgia que nos llenaba los corazones, me invitaron a desayunar en un restaurante repleto de amigos y familiares, todas esas personas importantes en nuestras vidas. Sin embargo yo sabía la promesa que había hecho con Julián, un sola hora de las veinticuatro horas del día era para él. Le dije a mi papá con mucho miedo, pero lo que él me dijo fue:
—Sabía que llegaría el día en que me pedirías algo así. ¡Ve!—agregó con una sonrisa en el rostro.
Así, terminando la festividad regresé a casa y encontré a Julián en la puerta de mi casa esperando.
—¿Dónde está mi regalo?.
Julián tomó mi mano y sin decir nada me condujo a una calle que yo no conocía, estaba llena de jardines. Parecía ser un fraccionamiento. Finalmente llegamos a una casa amarilla estilo colonial bastante bella y pintoresca. Abrió la puerta y me llevó a un cuarto llenó de herramientas, cables y lo que parecían ser dos camillas con un casco en cada una, los cuales estaban conectados a un aparato del tamaño de una caja de zapatos.
—¿Qué es esto?—pregunté bastante desconcertada.
—Tu regalo.
—Gracias—respondí un tanto de mala gana—siempre quise un casco.
Julián comenzó a reír a carcajadas mientras mi ira iba aumentando, ¿Qué era tan gracioso?.
—Te aseguro que ese casco no es tu regalo—mencionó conteniendo la risa—lo que podemos hacer con esos cascos es lo que importa. Te presento la "sofisticada" máquina que está buscando Hugo.
—¿Es esto?.
—No pareces muy emocionada ahora, pero todo cambiara cuando te recuestes en una de esas camillas con el casco puesto.
—Pero...
—Confía en mi—me dijo mirándome penetrantemente.
No pude debatir nada, y seguí las órdenes de Julián. Después de haberle dado tal monólogo ayer sobre mi confianza en él, no me podía desdecir el día de hoy, pero por un momento todas esas dudas comenzaron a surgir en mi. ¿Y si finalmente tal vez no puedo confiar en él?, ¿por qué me dejo llevar tan fácilmente por alguien que conozco de hace poco?, ¿por qué?, me seguía preguntando. Sin embargo ya era demasiado tarde, la inconsciencia comenzó a llegar a mi, y tal como un sueño me sentí adormilada. Lo último que recuerdo es el sonido que hizo Julián al acostarse y colocarse el casco, a partir de ese momento, me perdí.
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Sueño errante
Ciencia Ficción¿Qué harías si pudieras meterte en los sueños de otros? Tal vez no lo sabes, pero eso es lo que hace Brisa, una chica ¿normal? ¿Alguien normal viaja en el mundo de los sueños mientras duerme? Ella sabe que es singular, así como un extraño desconocid...