Capítulo 12

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Julián soltó mi mano para saludar a su hermana quién venía corriendo hacía nosotros

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Julián soltó mi mano para saludar a su hermana quién venía corriendo hacía nosotros.

—¿Te divertiste jugando?—le preguntó dulcemente a Victoria.

—¡Brisa!—exclamó al mismo tiempo que saltó a mis brazos. Y ante este acto no pude evitar sentirme como el ser más querido de todo este mundo.

—Hola—le di pequeñas pequeñas palmaditas a su cabecita—gracias por citarme en el Big Ben, me gustó mucho el lugar.

El rostro de la niña se alegro y sus ojos comenzaron a brillar.

—Me alegra mucho, la próxima vez veámonos en París. Por cierto, tengo algo para ti—comenzó a buscar algo en el bolsillo de sus pantalones—¿eh?, ¿no está aquí?, espérame, lo voy a ir a traer.

—No te alejes mucho—dijo Julián mientras observaba a su hermana marcharse. Una vez que se aseguró que estaba lo bastante lejos como para escucharlo, suspiró y continuó:—¿Sabes Brisa?, retomando lo que estábamos hablando antes siento que de alguna forma, aceptar mi demencia, el lo mismo que aceptar la demencia de mi hermana, y eso realmente me aterra.

—No están locos, más bien...no estamos locos.

—Ya se, sólo que hubiera preferido el odio de Hugo por algún error que hubiese cometido y no su lástima.

—¿Ese chico?, ¿incluso él puede sentir lástima?.

—Si—dijo Julián cabizbajo—nunca me habían mirado así en toda mi vida, ni siquiera cuando me dieron la noticia de que mis padres "habían muerto". Al lado de Hugo me sentí simplemente miserable, y por un momento pensé que era mejor el odio que su lástima.

—Ya sabes lo que pasa con las personas, llaman brujería, demencia y atrocidad a todas esas cosas que no pueden explicar, supongo que lo mismo pasó con Hugo.

—Exacto, por eso huí, para indagar sobre mis padres más a profundidad sin su molesta presencia.

—Ahora parece que su relación no es muy buena.

—Por supuesto que no lo es—sonrió amargamente—a sus ojos soy un demente que se robó su preciada máquina predictora del futuro, incluso tal vez un idiota.

—A mis ojos no eres un idiota—traté de consolarlo.

—Pues no lo soy, siempre he tenido buenas notas en la escuela y he ganado varios premios de ciencia.

—¡Vaya!, eres un cretino—me reí—en las escuelas de aquí no hay cosas como concursos de ciencia, debes de estar en una muy buena escuela.

—Y ser hijo de dos científicos por cierto—mencionó alegremente.

Después de decir esto volvió observar las hojas de los árboles y tras un largo silencio me susurró:

—Gracias por creerme, eres la primera persona que creyó en mi.

—De alguna forma tú también lo eres, porque no le he contado a nadie acerca de esto y se siente bien poder decirlo sin miedo.

—¿Sobres tus oficina de sueños? Claro, si le contaras a Hugo pensaría que te contagié mi locura, o tal vez... ¿tu me contagiaste la tuya?—insinuó risueñamente.

—No señor—golpeé su cabeza—tú ya estabas loco antes de venir por mi ayuda.

—¿Otra vez peleando?—nos reprendió Victoria, quien de repente apareció frente a nosotros con la respiración jadeante por correr tanto. Frunció el ceño ligeramente como haciendo un puchero y nos puso un durazno a cada uno en las manos—¡no puedo dejarlos solos!, solo te perdono por esta vez Brisa porque no recuerdas nada.

—Si señora—solté una risilla mientras comía el durazno.

Los tres sentados alegremente en la banca observamos el cielo azul celeste e intentamos buscarle formas a las nubes, a esas pinceladas blancas que con su apariencia de algodón lograban crear imágenes bastante surrealistas, que de alguna forma tranquilizaron mi acelerado e inquieto corazón.

No quería pensar que estaba loca, ni que los que me rodeaban también lo estaban. Temía un poco por lo que fuera a pasar, ¿Qué es lo que diría Hugo cuando le dijera que yo también viajaba en el mundo de los sueños?, ¿nos llevarían a los tres directo a un hospital psiquiátrico?, ¿nos encerrarían en un cuarto de paredes blancas con una camisa de fuerza tal como en las películas? Sinceramente...no lo sabía. Sin embargo en ese momento no podía dar cabida a esos embarazosos sentimientos cobardes, no cuando el sol brillaba tanto y el dulzor del durazno se derretía en mi boca.

—Entonces Julián ¿qué se supone que le debo enseñar a tu hermana?

—Tú tienes una muy bien formada oficina de sueños, tienes tantos disponibles que incluso se convirtieron en incontables, pero Victoria...mmm...es mejor que tú le expliques—se dirigió a su hermana.

—No tengo más de diez ventanas en mi cuarto de sueños, eran trece antes, pero ahora son menos.

—Supongo que el punto es incrementar las ventanas ¿no?—pregunté—pero ¿qué le pasó a las otras que desaparecieron?, ¿o de quienes eran?.

—Una era tuya, pero como no podías recordarme se cerró, otra era de Julián, pero parece que mi lindo hermano quiere tener privacidad—le dio una mirada de pocos amigos—y la última era de Hugo. Aún no entiendo porque ya no puedo entrar, sus sueños eran realmente divertidos.

Al escucharla simplemente pude suspirar imaginándome qué clase de cosas podrían estar pasando por la mente de ese tipo, y tuve unos extremos deseos de ver sus sueños, pero finalmente tuve que aterrizar a la realidad, el punto aquí era ayudar a Victoria. Así que durante toda esa mañana estuvimos platicando sobre sus experiencias, los sueños que había visto, como funcionaba su percepción de los sueños ajenos, para finalmente despedirnos y prometer vernos la mañana siguiente. Después de algunas horas acudí a mi trabajo con la señora Bravo y me sorprendí al encontrar a Hugo en la entrada con el arreglo de flores que le vendí el día anterior.

—Compré el arreglo pensando dárselo a la persona que me ayudara a encontrar a Julián, que coincidencia que la persona que me lo vendió fuera ella. Aún así, ¿no planeas decirme nada?

Cuando vi a Hugo recordé todo lo que había hablado con Julián esa mañana, toda esa confusión y miedo que tuve y violentamente salieron de mi boca estas palabras:

—Te daré esa información que estás buscando.

Ilustraciones por @misheru77(instagram)

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