Capítulo 28:

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La típica melodía había comenzado y Emily entró a iglesia en compañía de su padre.
Aunque no quería y juro que había luchado con toda mi fuerza de voluntad por no hacerlo, lo hice, lo miré.
Su azul mirada yacía mirándome. Sus ojos y los mios se encontraron después de evitarlos tanto pero tanto tiempo.
Le quité la mirada un segundo para girar a ver a mis abuelos, mi abuela me miró directamente a los ojos... seria, luego volvió a mirar al frente.
Auch, eso dolió.
Suspirando, me acomode y miré al frente.
Mi cabeza era un maldito lío. Tantas ideas pasaban por ésta justo ahora y en ese mismo instante me puse rígida.
Dios, esto se sentía de la jodida mierda. ¿Que haría ahora?
Quería llorar, joder y me estresaba no poder hacerlo. Quería salir corriendo ahora mismo y... me jodía no poder.
Mi maldito cuento de hadas sin dudas, no tendría un final feliz.

La mano de Zack en brazo hizo que lo miré. Él me miraba sonriendo.

-¿Te encuentras bien? -preguntó en un susurro.

Le eché una mirada a Austin. Emily y él ya se encontraban juntos en el altar.

-Si. -mentí. -Perfecta. -sonreí.

Él asintió y sonrió.

-Amados, estamos hoy reunidos aquí delante de Dios, y ante esta compañía, para unir a este hombre y a esta mujer en santo matrimonio.

Jodeeeeeeeer, ya era hora.
Quería huir lejos de aquí ahora mismo.

-En este estado santo, estas dos personas presentes vienen para ser unidas. Si hubiese alguien aquí que pueda mostrar una causa justa por la cual ellos no deberían ser unidos legítimamente en este santo matrimonio, hable ahora por favor, o, de aquí en adelante, para siempre guarde su paz.

Sentí la mirada de mi hermana y de mi abuela en mi espalda y sin importarme mucho eso, luché con las terribles ganas de llorar y con el enorme nudo que se había formado en mi garganta.
Y por una vez en la vida quise tener todo el valor que tenía Ellie. Quería poder decir las cosas y que no me importe lo que la gente hable luego. Pero... yo no era mi hermana. Yo era una mujer sumamente cobarde y llena de miedos que la perseguían desde siempre.
Y entonces callé, sin saber que cometía el peor error de mi terrible y asquerosa vida.

-Pero creyendo debidamente que Ustedes han considerado esta obligación solemne que están a punto de asumir, y que se han preparado para entrar en la misma, reverentemente, discretamente, sobriamente yo les propondré a ustedes el pacto matrimonial. Ustedes atestiguarán lo mismo al unir sus manos derechas.

Austin me miró unos segundos para luego unir su mano con la de Emily. Emily me miró y me regaló una sonrisa llena de satisfacción.

-Emily Edwards, acepta usted a este caballero para que sea su legítimo esposo, para vivir juntos en este estado santo de matrimonio; promete usted amarlo, honrarlo, cuidarlo y apoyarlo en enfermedad o salud, riqueza o pobreza y estar unida solamente a él mientras ambos vivan?

Emily miró los ojos de él y le sonrió como toda mujer enamorada.

-¡Por supuesto que acepto! -exclamó feliz.

A mi derecha se encontraba Dustin negando rápidamente.
Baje mi mirada, tratando de procesar toda esta mierda.

-Austin Bass, acepta usted a Emily Edwards para que sea su legítima esposa, para vivir juntos en este estado santo de matrimonio; promete usted amarla, honrarla, cuidarla, y apoyarla en enfermedad o salud, riqueza o en pobreza, y renunciar a todas las demás mientras ambos vivan?

Miré rápidamente a Austin, éste me miró a los ojos. Mi corazón quería salir del pecho.
¿Que diablos haría?

-Yo... -empezó a hablar. -Yo...
-¿Amor? -Emily sonrió nerviosa. -¿Que es lo que pasa?

Austin se soltó lentamente del agarre y la miró.

-Yo... -tragó. Me miró y luego volvió a mirar a Emily.

Todo el mundo comenzó a murmurar.

¿Que diablos haría? Me volví a preguntar.

-Mmm... -él tragó en seco y miro por unos segundos el techo.
-Los invitados esperan. -logré leer los labios de Emily.

Y volvió a mirarme con aquellos ojos que eran mi debilidad. Me miró de una forma que juro haría que llorara. Y la verdad es que no sabía. No sabía si lloraría por que él me miraba o por que mi mundo se caería si Austin aceptaba. La verdad era que no sabía.
Anhelaba que me devolviera el poco corazón que me quedaba y, que era suyo, claramente.
Me pasaba largas noches pensando en que todo hubiese sido distinto si él no hubiera regresado, y no, la verdad era que iba a ser igual. Había aprendido a vivir con el dolor, tal vez en algunas ocasiones me olvidaba, pero al llegar a casa y al encerrarme en mi habitación, él volvía a aparecer. Mis noches de desvelos le pertenecían siempre a él. Cada risa, lágrima y sonrisa se debian a él. Trataba de odiarlo engañandome con que él no se merecía nada de eso, pero lo peor era que Austin merecía eso y mucho más y, créanme que eso no ayudaba en nada, en absoluto.

Y mirenme, hoy estoy aquí, viendo como el amor de mi vida se casa con la peor mujer que conozco. Y me sentía una completa idiota.
Y sabía perfectamente algo, cuando Austin dijera que sí; lo más bonito que habíamos creado... se borraría.
Todo acabaría.

La mano de Zack me sacó de mis pensamientos. Le quité la mirada a Austin para mirarlo a él.

-¿Estás bien? -susurró de nuevo.

Asentí sin hacerle mucho caso.

-Señor Bass. -habló el sacerdote. Todos lo miramos. -¿acepta usted a Emily Edwards para que sea su legítima esposa?

Mirando el piso, él respondió:

-Acepto.

E hice lo único que podía hacer en ese momento, cerrar los ojos y tragarme todas las lágrimas y aquella enorme tristeza y angustia que me producían fuego por dentro.
Y sin decir nada me levanté de mi asiento y caminé fuera de la iglesia. Estaba segura que nadie notaría mi ausencia, ni siquiera él.
No sabía si era cobardía lo que tenía aquella noche, la culpa había sido sólo mía y me negaba a entender aquello. Me negaba.

Lo más masoquista que había hecho en mi jodida vida... fue enamorarme perdidamente de alguien a quién no podía tener.


Viejo Amor (Austin Bass y Alison Black) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora