En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo, artista y objeto se su arte; es el escultor y también el mármol. Eso lo había dicho Erich Fromm, un gran psicoanalista del siglo 20 quién a pesar de ser un genio en conducta humana, era un ser humano y de igual manera adoraba el arte como Dean lo hacía; quizás de otra manera, pero el sentimiento era el mismo.
Y es que esa frase es tan real, somos producto de nosotros mismos, somos las lágrimas que lloramos, somos las experiencias que tenemos y somos el arte que creamos. Por eso es que cada artista es valorado por el sentimiento que expresa en lo que hace, no en la buena técnica que usa, porque puedes ser un escritor con todos los recursos literarios y no expresar nada en concreto, o un pintor que aplica cada técnica en su pintura y no sentir lo que muestra.
Dean se encontraba en ese momento sentado en las gradas de la cancha de baloncesto con su libreta en sus piernas mientras dibujaba lo que podría a ser su obra participante en un concurso de arte.
— ¿Qué haces? —le preguntó su mejor amigo llegando a su lado junto a su novia.
—Estoy intentando conseguir que muestren mi obra en el estreno de la colección de Denisse Roscoe—le dijo—. Esto es sólo el boceto, quiero hacerlo a lienzo.
— Vale, ¿Y quién es Denisse Roscoe? —Dean volteó a verlo indignado.
—Ah no sé, quizás la mujer más grandiosa que tiene esta ciudad—respondió, Liam rodó los ojos ante el intento de sarcasmo de su mejor amigo—. Ella me inspiró para iniciar en este mundo, le debo todas mis obras.
—Pensé que Kloss te había inspirado a dibujar—confesó Marina con duda, Dean negó.
—Kloss es otro nivel.
—Claro—dijeron Liam y Marina al unísono para luego reírse entre ellos—, haz tu dibujo y luego vayamos con mi tía Sunny—comentó Liam chasqueando los dedos.
—Quería ir a La Cave de Sol...
— ¿Vas a preferir a esa cafetería en vez de un buen, sabroso, frío, cremoso y delicioso helado?
—Yo lo prefiero—confesó Marina, Liam la mira con los ojos entrecerrados provocando una risa de parte de la muchacha.
—Dean...
—Un hombre debe hacer lo que un hombre debe hacer.
— ¿Qué? No entendí nada de lo que dijiste—comentó el castaño con el ceño fruncido, Dean rodó los ojos y le hizo señas para que no le tomara importancia a su (no) complicado comentario y que continuara con su teléfono.
—Déjame dibujar—le dijo y se enfocó en su dibujo. Liam suspiró y colocó su cabeza en el hombro de su novia.
—El amor te tiene mal—murmuró pero Dean hizo caso omiso al comentario.
Dean deseaba que sí fuese amor, porque el amor te inspira a hacer cosas nuevas, el amor es la razón por la que el mundo da vueltas y esperaba que el amor fuera la razón por la que él continuara dibujando; sin embargo, eso que él sentía por Marie no era amor, ni siquiera se le acercaba un poco.
— ¿Creen que este dibujo está cómo para ganar el concurso? —les preguntó mostrándole lo que había hecho. Era una silueta de una chica tomando café sentada en uno de los bancos del parque central.
—Está muy bien hecho—respondió Marina—, ¿quién es?
—No sé—se encogió de hombros—, sólo la imaginé. Seguramente la he visto antes pero no debe ser alguien importante—comentó, Liam tomó la libreta y la observó detenidamente intentando recordar si había visto ese rostro antes.
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La Musa y Marie
Teen FictionDean solía dibujar paisajes y siluetas incompletas, se había convertido en un artista sin inspiración quién soñaba buscar por todos lados a aquella persona que lograra cambiar su perspectiva por completo pero nunca pensó que la encontraría en un caf...