Dean se encontraba en su habitación pintando como siempre lo hacía, era la imagen de un paisaje lleno de plantas y mostraba un increíble y despejado cielo azul que normalmente no solía verse en la ciudad en la que se encontraba. Quizás por eso lo dibujaba, porque quería reflejar algo que no era real en ese momento por mucho que quisiera que lo fuese.
A veces Dean reflejaba en su arte las cosas que más anhelaba. Es como esa peculiar creencia de los artistas: ellos hacen lo que no tienen. Quizás por esa razón a Dean le gustaba pintar a mujeres, porque todavía no había encontrado lo que era el amor realmente.
Dejó su pincel a un lado y prendió la radio en donde tenía puesto el tercer álbum de Kloss Fuego intencional. Empezó a mover la cabeza al ritmo de la música y continuó pintando las nubes que estaban en su lienzo.
Tarareó la tercera canción y de un momento a otro la letra empezó a tener sentido para él. El romance nunca había sido algo normal en su vida, sí, él era un chico que solía engancharse con una chica rápido pero nunca había logrado ver desde esa perspectiva todo.
—Soñé contigo ayer y pensé que había sido mágico—tarareó—. Te vi hermosa y recordé lo mucho que te amo—continuó y dejó de pintar para buscar su libreta y sentarse en la cama, esta vez a dibujar.
—Dean, muévelo. Debemos ir a Sunny Ice ya—dijo su mejor amigo entrando de golpe a su habitación, el pelinegro volteó a verlo y frunció el ceño.
— ¿Cómo entraste? No hay nadie en casa—Liam sonrió tímido y sacó de su bolsillo un juego de llaves.
—Tengo una copia hace más de un año—respondió, Dean se cruzó de brazos dispuesto a sermonearlo—. En mi defensa, Gastón dejó que me la sacara a cambio de darle helado gratis por un mes.
—Me parece muy interesante ese trato, brillante—dijo intentando ser sarcástico. Liam se rió por su mala imitación y se lanzó a la cama quedando boca arriba.
—Vamos, que mi tía quiere que probemos el nuevo sabor que hará—le dijo. Dean asintió y llevó a lavar sus pinceles mientras que Liam lo ayudaba a recoger sus pinturas.
Luego de eso entró a bañarse rápido para limpiar cualquier mancha de pintura en caso de haberse ensuciado y buscó algo cómodo—que era unos jeans y una camisa azul de botones—para ponerse.
—Adivina qué—le dijo Liam quién sacó de sus bolsillos una llave de automóvil—, me han prestado la camioneta—sonrió. Dean asintió y comentó sobre lo genial que eso era y que necesitaba que sus padres le dieran más esa libertad a él también.
Ambos bajaron por el ascensor y caminaron hacia el estacionamiento de sus padres en donde estaba la camioneta blanca de Liam aparcada.
—A ti no te prestan los autos porque siempre chocas—se rió su mejor amigo, Dean frunció el ceño.
—Equivócate una vez y te lo recordarán toda la vida—suspiró para luego echarse a reír. Liam encendió el auto y empezó a manejar—. ¿Podemos invitar a alguien?
— ¿A Marie? —preguntó el castaño, Dean volteó a verlo pero no respondió—. Espera, vas a invitar a Marie ¿no? Dean.
—Pues...
—Dean, no me digas que vas a invitar a la escritora—el pelinegro se encogió de hombros—. Dean, ¿ya caíste tan rápido?
—No he caído, sólo quería ver si podíamos verla—Liam negó.
—Esa chica escribe muy bien, ¿sabes lo que dicen de las personas que escriben bonito? —él negó—. Que pueden seducirte usando sólo palabras.
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La Musa y Marie
Teen FictionDean solía dibujar paisajes y siluetas incompletas, se había convertido en un artista sin inspiración quién soñaba buscar por todos lados a aquella persona que lograra cambiar su perspectiva por completo pero nunca pensó que la encontraría en un caf...