15: La Mona Lisa

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Dean llegó a su edificio un tanto desconcertado, tanto así que el vigilante le había preguntado si algo le había sucedido; la respuesta era clara, él había cometido un error y no sabía cómo podía solucionarlo. «Debes ir a buscarla» le había dicho el hombre, el pelinegro sabía que eso era lo que mejor podía hacer pero ¿cómo iba a verla luego de haberle dicho eso?

No tenía que haberlo hecho.

Llegó a su apartamento y se encontró a sus padres sentados en uno de los sillones de la sala junto a Gastón y Keyla mientras veían la televisión. Saludó intentando no demostrar que estaba mal pero su padre había notado ese hecho desde el momento que llegó.

—Sucedió algo con Marie—explicó luego de que él le preguntara, su hermano volteó a verlo y rodó los ojos.

—Siempre sucede algo con Marie, ¿cuándo será el día en que te dignes a comprender lo que te ocurre? —Dean suspiró y se sentó entre él y la chica para apoyar la cabeza en el hombro de ella.

—Keyla, ¿podrías decirle a mi hermano que no sea así de mala persona conmigo? Recuérdale que yo soy mayor que él por lo que merezco respeto.

—Dean, no hago milagros—le dijo ella y se rió. El pelinegro volteó a ver a su madre en busca de alguna ayuda y ella sólo negó.

—No sé qué sucedió con Marie pero tú mismo te has metido en todo este lío.

— ¿Quién es Marie? —preguntó su padre curioso.

—La chica que Dean ilusiona—respondió Gastón—. Liam me llamó y me contó lo que hiciste—negó decepcionado—. Ni yo que soy un desconsiderado por las personas hago eso.

—No necesito que me vengas a reprochar las cosas, yo mismo me di cuenta de que lo arruiné—se molestó. Su padre se quitó los lentes de lectura y llamó a Dean para que se parara frente a él—. ¿Qué ocurrió?

— ¿Vas a psicoanalizarme? No soy uno de tus pacientes—se cruzó de brazos, su padre lo miró serio y él supo que no debía de haber hecho ese comentario—. Disculpa, no sé qué me está sucediendo.

—Estás comportándote como un idiota, eso es lo que te sucede—respondió Gastón metiéndose en la conversación, Keyla tomó su mano y le dijo algo en el oído que había logrado que él bajara el tono de molestia en su voz—. Llevaré a Key a su casa, ustedes hablen—se levantó y tomó las llaves del auto, la chica se despidió de todos y luego siguió a Gastón hasta la puerta.

Su madre volteó a verlo.

— ¿Qué tienes que decir sobre esto, Dean? —preguntó ella, el pelinegro se sentó en el suelo y le dio una mirada a ambos para empezar a contarle todo lo que le estaba sucediendo.

Les contó sobre Marie, sobre cómo la había conocido esa tarde de una manera tan inesperada pero tan casual e importante, les habló de cómo se sentía respecto a ella todos esos primeros días, sobre el concurso de Denisse Roscoe y cómo había empezado a pintar a aquella chica misteriosa que terminó siendo la reconocida escritora juvenil que Levi siempre nombraba.

Confesó cómo se había sentido con eso, cómo su cuerpo se paralizó al verla y cómo de repente sus sentidos se habían descontrolados porque esa chica misteriosa de sus pinturas era alguien real y estaba frente a él en ese momento. También les habló sobre su confusión con respecto a Marie, sobre lo que más le gustaba de ella, sobre el arte que ella le inspiraba y sobre cómo—sin querer y por puro impulso— había accedido a salir con ella, sobre cómo la besó y sobre cómo terminó rompiéndole el corazón esa misma tarde.

—Fuiste desconsiderado al decirle eso—dijo su madre luego de haberle platicado sobre lo sucedido esa noche—. Yo siendo ella no vuelvo a hablarte, te comportaste como todo un patán—su padre asintió—. No crié chicos así.

La Musa y MarieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora