12: La chica de la pintura

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Dean la observó por un rato, ¿acaso el universo había conspirado en su contra? ¿O era posible que Dios se estuviese burlando de él? Ella estaba allí, la misma chica que había dibujado estaba allí; en carne y hueso. ¿Qué hacía allí?

No sabía que hacer, no sabía si debía explicarle algo al respecto de la pintura o hacer como si haberla pintado fuese normal en su vida, no estaba seguro de nada y la gente que lo rodeaba sin duda no lo ayudaba. Su mejor amigo se acercó a él y le susurró en el oído:

—Me siento en una de esas películas de drama adolescente—el pelinegro rodó los ojos su típico comentario—. Aunque tristemente tú eres el protagonista—se quejó y luego lo tomó de los hombros para agitarlo—. Es la chica de tu pintura, Dean. Haz algo—él asintió pero no respondió, su mirada estaba fija en aquella chica.

No entendía qué estaba pasando, ¿cómo era posible haberla dibujado si nunca la había visto? Joanne Jones, él conocía su nombre; con sólo veinte años había logrado firmar con Juana Blanca quién era una de las mejores editoriales que estaba en la ciudad, un año después logró llegar al top 10 de los libros más vendidos en el país y tenía miles de seguidores en sus redes sociales porque era una joven promesa que lograba hacer que muchos adolescentes retomaran el hábito de la lectura.

También conocía muchas cosas de su vida privada gracias a sus amigos quienes solían mencionarla siempre en sus conversaciones, sabía que amaba escuchar por horas la banda sonora de la película Amélie y que en sus días libres se dedicaba a leer las grandes obras de Dickens. Pero él nunca había visto su rostro, no recordaba haberlo hecho sin embargo ella seguía allí, esperando que él le dijera algo, alguna respuesta de su pintura.

—Me gustaría que habláramos en privado—dijo ella, Dean la miró una vez más y detalló su expresión. Ella estaba nerviosa, podía detectarlo por su manera de hablar y cómo sus manos jugaban entre ellas.

No era un experto en lenguaje corporal pero podía detectar ciertas cosas que lo ayudaban siempre a sus pinturas.

Ella llevaba el pelo atado en una cola alta al estilo de bailarina de ballet, sus mejillas estaban sonrojadas quizás por el frío que estaba empezando a hacer y su rostro estaba maquillado muy sencillo que incluso podría pensarse que era una belleza natural. Fácilmente podías describirla como una chica hermosa pero la belleza de Marie, Dean no lograba verla en ninguna otra chica.

Levi se acercó a él con una expresión de sorpresa pero en realidad estaba muy emocionado, no todos los días conocía a su escritora favorita y ésta parecía tener una historia oculta con uno de sus mejores amigos.

—Ella te está hablando, Deandré—le dijo en voz baja al chico.

—Lo sé—susurró y volteó a verlo—, pero no sé que decirle.

—Me tienes que contar esta tremenda noticia, me encanta—se rió—. No sabía que la conocías, podías habérmela presentado pero claro, la querías sólo para ti.

—No la conozco—Dean frunció el ceño, escucharon una tos falsa y ambos voltearon a ver a la chica.

—¿Saben que estoy escuchando lo que están diciendo?—dijo ella con una sonrisa burlona en el rostro—. Sólo quiero hablar contigo Dean, no voy a comerte vivo.

—¿Y si él quiere que lo comas?—preguntó Levi con una mirada pícara, la chica le respondió con una sonrisa y rió. Dean creyó que era la clase de persona que le agradaría fácilmente.

—Ven—le dijo el pelinegro tomando su mano—, es mejor que estemos alejados de ellos —caminó con ella hasta una de las mesas que estaba en el lugar, se colocaron un poco apartados de los puestos de las editoriales—. Creo que quieres una explicación sobre mi pintura y es cómico porque no sé cómo darla.

La Musa y MarieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora