01 | REGRET

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(REMORDIMIENTOS)

HAE RYUNG


—Despierta.

Sin pensarlo dos veces, ignoré a la fastidiosa criatura que se atrevía a interrumpir mis preciadas horas de sueño. Me aferré a la almohada y me giré sobre la cama, levantando un enorme muro invisible que me protegiera de su peculiar «Buenos días, querida hermanita».

—¡Tienes clases, Hae Ryung!

El día apenas comenzaba y ya estaba agotada.

Intenté huir de la pesadilla, volviéndome una con la ropa de cama pero, para mi desgracia, mis esfuerzos siempre eran inútiles cuando se trataba de mi hermano mayor: Yoon Gi era demasiado persistente para su personalidad apática y perezosa.

—Cinco minutos más... —dije, cubriéndome con la almohada.

Grave error.

Mi petición despertó al pequeño monstruo que habitaba en el veinteañero de cabellos color menta y, en menos de un suspiro, lo tenía zarandeándome salvajemente.

—Te levantas ahora o te levantes ahora.

No tenía que verlo para saber lo molesto que estaba, después de todo, el hambre lo transformaba. Aunque nuestra relación pendía ahora de un hilo, me daba igual, necesitaba descansar un poco más y, como si hubiésemos llegado a un acuerdo, lo ignoré universalmente para seguir durmiendo.

Estaba por quedarme dormida cuando un peso asfixiante destruyó por completo el mundo de Morfeo.

—¿Despertaste?

—¡Yoon Gi!

Mi hermano se había subido a la cama y saltaba con todo su cuerpo sobre el mío. Una sensación de claustrofobia me dominó y traté de quitármelo a punta de ruegos, pero de nada sirvió.

—Te lo advertí, Hae Ryung.

Me frustraba de tan solo pensar que le servía de almohada e imaginármelo con una estúpida sonrisa estampada en la cara volvía completamente infame el proceso de quitármelo de encima.

—¡Pesas, anciano!

—¿Te vas a levantar?

—¡Quítate!

—No quiero —canturreó burlesco.

Yoon Gi me estaba ignorando del mismo modo en que lo había hecho yo en un principio y ahora me arrepentía profundamente de no haberlo escuchado. Sacando fuerzas de flaqueza, me abrí paso entre las cobijas y, con algo más de aire en los pulmones, llamé a la única persona a la que podía confiarle mi vida.

—¡PAPÁ!

Estaba tan molesta que no dejé de pedir ayuda ni siquiera cuando lo escuché subir por las escaleras, no quería morir por culpa del troglodita incivilizado que tenía por hermano.

—¡¿Qué está pasando?! —Entró, azotando la puerta—. ¡¿QUIÉN SE ATREVE A ABUSAR DE MI HIJA?! —espetó furioso-aterrado.

Tragué duro, no había sido buena idea mencionar la palabra "abuso" en mi desesperación.

—Él —acusé, señalando al futuro productor de música.

Go Soo tardó unos momentos en comprender la situación pero, cuando finalmente lo hizo, nos fulminó de tal forma con la mirada que nos arrepentimos de haber nacido. Respiró profundo, intentando apaciguar un fastidio que solo desaparecería si...

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