Capítulo 20

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Bostecé abriendo mis ojos y mirando hacia un lado de la cama, allí estaba él. Se rasgaba los ojos lentamente y con dificultad para después soltar un pequeño bostezo. Sonreí y me coloqué mejor en la cama para acercarme a él y acariciar su barriga, haciéndole reír a base de cosquillas.

- Hola, pequeñajo.

- ¿Ya se despertaron?

Miré hacia atrás. Su cuerpo y su pelo mojado con una toalla blanca por la cintura. Tenía algunas ojeras pero no muchas, aún así sonreía como al principio.

- Veo que tú ya estabas despierto, Dybala.

Sonrió y me guiñó el ojo antes de acercarse al pequeño de la casa, sujetarle sin hacer mucha fuerza la nariz y luego suspirar para irse hacia fuera.

- ¿A dónde vas?

- Me engañaste, ¿No te acuerdas?

- No, espera Paulo no...

Negó con la cabeza, ahora sus ojos demostraban lástima, asco. Sus labios hicieron una mueca de asco y se fue con Antonella, que no sé de donde apareció, de la mano.

- ¡No!

Desperté de golpe, con toda la cara llena de sudor y asustada. Mi hermano, que estaba pasando por delante de la puerta, me miró confundido y se fue riendo al baño. Miré la hora, aún no habría nadie despierto, pues mi padre era el primero y siempre se iba a las ocho y faltaba una hora para eso.

Me tumbé de nuevo e intenté dormirme mientras oía a mi hermano irse a su habitación de nuevo. Al ver que no era capaz me fui a la cocina a desayunar tan temprano. Me arropé mejor con una manta de lana que tenía en mis hombros mientras que hacía el desayuno y entonces alguien tocó a la puerta.

- Dale, ya voy.- susurré adormilada y fui a la puerta. Toqué el frío pomo y la abrí, entonces miré asombrada al otro lado.- Paulo...

- Lo siento, siento haberte dejado aquel día de esa forma. Ten.

Me enseñó un ramo de rosas y le miré asombrada, no esperaba esta visita y este regalo. Sonrió esperando a que dijera algo, aunque lo que iba a decir no era seguramente lo que él esperaba pero fue lo primero que pensé.

- ¿Qué haces aquí? Pensé que habíamos terminado.

- ¿Vengo en mal momento?

- No, bueno sí, bueno no sé.

- Ah, ya entiendo, hay alguien contigo, ¿Verdad?- me miró enfadado y alejó el ramo de mi.

- Sí, hay cuatro personas más. Bianca, Thiago, mis viejos aunque...también cuentan el hijo de Bianca y el nuestro así que hay seis personas conmigo.

- Entonces...

- No te engañé, Paulo, jamás lo haría. Simplemente pensé que habías decidido romper la relación y que de nuevo volvía a ser madre soltera.

- Ya eh...- sonrió inocentemente y me volvió a acercar el ramo.- ¿Me perdonás por esto y por lo de aquel día?

- Según.

- ¿Según?

- ¿Pensaste de verdad que te había engañado con Marcos?

- No, pero la noticia me chocó y necesitaba pensar mejor en la historia que me habías contado.

- Entonces...

- Jamás dejaría que volvieras a ser una madre soltera, Tania. Por favor, perdoná a este boludo que no sabe cuidaros.

- Claro que sabes, tarado.

Sonreí y toqué su muñeca para alejar con rapidez el ramo que estaba entre nosotros y así tuve más fácil el camino hasta sus labios. Los choqué con fuerza y necesidad mientras pasaba mis brazos por su cuello y él soltaba el ramo para poder acariciar suavemente mi cintura.

Sonreí en el beso y quité sus gafas tirándolas también al suelo. Él sujetó mis muslos y di un pequeño salto para que él pudiera entrelazar mis piernas en su cintura. Entramos en la casa y fuimos al salón tropezándonos con todo y sin parar de besarnos.

Caímos en el sofá y fui desabrochando su chaqueta, después su camiseta de botones y luego subí su camiseta, acariciando su espalda y pectorales lentamente. Ahora le tocaba a él, así que fue subiendo poco a poco mi camiseta hasta que lo oí gritar histérico.

- ¡Oh por dios iros a una habitación!- empujé a Paulo hacia un lado, haciéndolo caer y me coloqué la camiseta asomando mi cabeza por el respaldo con una sonrisa inocente.- Sí, encima ahora no ibas a hacer nada y en el salón, por dios Tania.

- Seguro que tú y Bianca también lo hicisteis a...- miré al sofá y me levanté rápida.- ¡Thiago!

- ¿Qué? Al menos no lo hice delante de ti.

- No hacíamos nada, ¿Verdad?

- Sólo hablar.- Paulo sonrió levantándose y los dos miramos su torso desnudo.- Sin camiseta es...una nueva forma de hablar.

- Ya...como hace tanta calor, anda, ponte algo encima.

Mi hermano rió y se fue a la cocina. Yo miré a Paulo ocultando la risa, pero al ver su sonrisa no aguanté y estallé en risas mientras que él me abrazaba. Fui a por sus gafas y el ramo de rosas en la puerta y la cerré por fin, haciendo desaparecer la corriente de aire que había.

Volví al salón y Paulo ya tenía la camiseta puesta, solo le faltaba la de cuadros y la chaqueta estaba a un lado, así que supongo que no se la pondría. Le di las gafas y dejé el ramo en la mesa, entonces, al estar yo de espaldas a él no me di cuenta de que había unido nuestras manos, entrelazando nuestros dedos, y así me hizo dar la vuelta para estar ahora en frente de él.

- Te he echado de menos estos días, a los dos.- me sonrió y yo hice lo mismo.- Siento mucho todo.

- Yo también te he echado de menos, pero ya estás aquí, conmigo.

- Y lo mejor no es eso.

- ¿Qué es lo mejor?

- Que te vienes a conocer a mi familia.

- ¿Qué?

- Te dije que volvería y que vendrías conmigo, así podía ver a mi familia, toda mi familia junta.

- Sos un tarado.

- Pero me amas con locura.

- ¿Cómo no hacerlo? Sos Paulo Dybala.

- Como eché de menos mi apellido en esos labios.

Sonreí y se acercó esta vez él, volviendo a unir nuestros labios aunque esta vez el beso era más tranquilo y corto que el anterior, ya que después lo invité a desayunar.

- ¡Thiago!

- ¿Qué? ¿Era tuyo? Ups, los hermanos tienen que compartir.- sonrió comiendo la última galleta que había.

- ¿Así?

Sonreí con malicia y fui a por un bol, lo llené de leche y luego eché sus cereales en el bol, metí una chuchara y me senté en la encimera, desayunando mientras que él me fulminaba con la mirada, Paulo reía y yo sonreía victoriosa.

Promesas rotas (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora