Capítulo 29

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Me fui metiendo poco a poco en el agua fría y miré detrás de mí, viendo a Paulo venir hacia mi sonriéndome. Volví a mirar hacia el frente y a seguir caminando, entonces sentí agua en mi espalda y me tensé completamente. A continuación alguien me elevó del suelo por la cintura y me llevó a lo más profundo corriendo, hasta que los dos caímos.

- ¡Paulo!

- Venga, no está tan fría.

- No, que va.- dije con ironía y le salpiqué.- Eres un bruto.

- Tu bruto.

- Solo mío.- pasé mis brazos alrededor de su cuello y pegué nuestras frentes.- Y yo sólo tuya.

Él me sonrió y juntó nuestros labios. Me pegó más a él y yo me empujé para delante, haciendo que se tropiece y caigamos los dos al agua, él de espaldas y yo de boca. Salí del agua riendo y él con una sonrisa divertida pero fulminándome con la mirada.

- Yo que tú saldría corriendo.

- No...- me levanté y él hizo lo mismo, yendo a por mí.- ¡No, Paulo, no!

Intenté correr, pero la marea lo hacía difícil. En cambio, él parecía que lo tenía más fácil. De nuevo sus manos sobre mí, pero esta vez en mi brazo. Tiró hacia él y nuestros cuerpos chocaron, iba a besarme pero decidió subirme a su hombro, ir más profundo y tirarme al agua.

- Te mato.

- Empezaste tú.

- Me da igual.- me crucé de brazos.- Casi me ahogo.

- Dale, perdóname.- me agarró de la cintura suavemente y me sonrió.- ¿Lo harás?

- Claro que lo haré.- sonreí y le di un corto beso.

Estuvimos toda la tarde en la playa, descansando del agua, volviendo a entrar, yo durmiendo mientras tomaba el sol y él hablando con su familia y amigos. Cuando se acercaba la noche recogimos todo y nos marchamos de vuelta al hotel, queríamos ir a dar una vuelta y comer fuera así que me duché primero, poniéndome un vestido blanco ligero y un poco transparente, junto con unas sandalias romanas y un collar y brazalete dorado. Después fue Paulo, que salió con una camiseta blanca con los primeros botones desabrochados, unas zapatillas y unos pantalones cortos vaqueros.

Salimos del hotel y fuimos caminando hasta un restaurante del paseo marítimo donde conocían a Paulo, pues eran grandes fans de la albiceleste, con la bandera de Argentina colgada en la pared y cuadros de todos los Mundiales y las Copas Américas ganadas en la historia de nuestro fútbol.

Cenamos y volvimos al hotel, saludamos al de recepción y fuimos a la habitación. Yo entré antes de Paulo y nada más cerrarse la puerta y quitarme las sandalias sentí sus manos sobre mí, me di la vuelta y ya tenía sus labios en los míos. Fuimos poco a poco hasta la cama, él con sus manos en mi cintura y yo con mis brazos alrededor de su cuello.

Desabroché todos los botones de su camiseta y abrí mis piernas para hacerle hueco. Él quitó mi vestido con un poco de dificultad y entre risas y besos y después pasó a saborear mi cuello mientras yo movía mis manos desde su espalda hasta su pelo lentamente.

Desabrochó mi sujetador y pasó a mis pechos haciendo que soltara varios gemidos mientras que yo intentaba desabrochar sus pantalones. Acariciaba todo su cuerpo tal y como lo hacía él, con cariño pero con deseo. Hasta que por fin le quité el bóxer y él a mi mí ropa interior. Paré de darle besos en su cuello y le miré a los ojos como él hacia conmigo, sonriéndonos y sin parar de acariciarnos lentamente y con cariño. Hasta que por fin le volvía sentir dentro de mí como hace tiempo que no hacía.

Se movía poco a poco, sin querer hacerme daño y preocupándose por mi estado cada dos por tres, así que le callé con mis besos y él siguió como si nada. Fue aumentando el ritmo junto nuestros gritos y gemidos. Nuestras respiraciones agitadas daban el ambiente que tanto echaba de menos, el latido de nuestros corazones latían con la misma rapidez, todo formaba una armonía.

Por fin llegamos, arañando su espalda mientras soltaba el último gemido que chocaba con él suyo mientras que él se agarraba con fuerza al colchón. Salió por última vez de mí y se puso a mi lado, con su brazo alrededor de mi cuello y arrejuntando nuestros cuerpos desnudos. Acariciaba mi pelo lentamente mientras nos tranquilizábamos y nos dormíamos lentamente y con una sonrisa en la cara al saber, que por fin, todo había vuelto a ser como antes de aquel 3 de junio en Cardiff.

Promesas rotas (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora