Capítulo 39

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- ¿Estás bien?

- Sí, por enésima vez, sí.- reí y les abracé a los tres.- Os echaré de menos estas vacaciones podríais venir.

- Yo ya voy contigo para ver a Nicolás.

- Mira, el listo.

- ¿Y vosotros? Tan solo una semana.

- Conoceré a sus padres.

- Y yo a los suyos, será una Navidad de salseo.

- Está bien, pasarlo bien.

- Igualmente.

- Marc.

- Dime, Pol.

- Cuida de los peques y de la pequeña eh.

- Como mande, señorito.

Reímos y me fui de la mano junto a Marc al avión, nos sentamos y nos dormimos con las cabezas apoyadas. Él no durmió nada el día anterior, porque estaba en la fiesta y yo no dormí porque estaba nerviosa.

Abrí mis ojos lentamente y me quité sin acordarme de que Marc estaba apoyado en mí, así que se cayó y despertó del susto. Me fulmino con la mirada y le sonreí antes de mirar por la redonda ventanilla y ver que íbamos a aterrizar.

- Pasajeros con destino a Buenos Aires, pongan sus cinturones para el aterrizaje.

- ¿Lo has oído, Marc? ¡Llegamos!- le abracé emocionada y me puse el cinturón.- Baja, baja, baja.

- Tania, relájate que nos están mirando como si estuviéramos locos.

- Loca por mi tierra, boludo.

Él rió y por fin sentí las ruedas tocar la pista de aterrizaje y de nuevo sonó el megáfono que nos daba permiso para empezar a levantarnos de los asientos. Salí junto a Marc de la mano y fuimos a por las maletas y Lleò, después llamé a mi hermano para ver si estaba, pero no respondía.

- La concha de la lora, pelotudo.

- ¿Qué pasa?

- No responde, la concha de su...

- ¡Hermanita, recordá que tenemos la misma madre!

- Cállate.- le sonreí y fui a abrazarle.

- Dios, estás más gorda.

- Y vos más tarado.- reímos y saludó a Marc con un amistoso abrazo.- ¿Nos vamos?

- Sí, que nos esperan en casa.

Sonreí y entramos en el auto, poniendo rumbo a mi casa. Fuimos bailando y cantando las canciones de reggaetón que ponía la radio hasta que por fin aparcamos en el garaje.

- ¡Sí!- salí del auto y fui hasta la puerta, cuando estaba cerca esta se abrió y apareció mi madre, mi padre y Bianca.- ¡Familia, llegué!

- ¡Tania!

Los tres vinieron hacia mí y mi padre fue el primero que llegó hasta mí, elevándome un poco del suelo para luego volver a poner mis pies en nuestra parcela y ser abrazadas por mi madre y Bianca, a la que le costó más por la barriga.

- Os eché de menos.

- Yo sí que te eché de menos a ti, nena.- mi madre me dio un beso en la mejilla.

- Al fin puedo ver como es mi hija embarazada de siete meses.

- Papá.- le sonreí y abracé.- ¿Y mi cuñada favorita?

- Soy la única que tenés.- me sonrió y volvió a abrazar.- Las dos gordas de la familia.

- Sí.- reímos y fui junto a Thiago, abrazándose como saludo.

Promesas rotas (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora