Capítulo 47

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- Voy yo.

Oí a Paulo hablarme e ir a donde estaban Bruno y Diana durmiendo. Habíamos decidido dormir juntos en su casa de Laguna Larga, ya que sería difícil tener a nuestros hijos juntos y a la vez con nosotros separados. Así que nos acostamos juntos, pero nos separaba unos cojines en la mitad de la cama que puse para que sepa que esto no significara nada, aunque las palabras de mi padre se clavaron en mi mente como en su tiempo la hicieron las de Pol con Óscar o las de todos ellos que decían que le quería.

Dejé de escuchar el llanto de Bruno y me volví a dormir sintiendo como Paulo volvía a la cama. Me desperté horas después, ya era de día pero temprano y ellos querían desayunar así que los puse a los dos y cuando terminaron los dejé con Paulo mientras que yo bajé a desayunar.

Aún me acordaba de donde estaban las cosas en la casa y eso que estuve poco tiempo. Me senté en el sofá después de desayunar y lavar lo que había usado. Apoyé la cabeza en el respaldo y cerré los ojos intentando dormir, tenía ojeras ya y esto solo acababa de empezar.

- Buenos días.

- Buenos días.- dije a Alicia que se sentó a mi lado.

- ¿Estás bien? Tenés rostro de cansada.

- ¿Tanto se nota?- abrí mis ojos y me acomodé mirándola.- No he dormido nada desde que llegaron.

- Problemas de tener bebés, aunque no se comparan con sus caras de inocentes.

- Sí.- la sonreí levemente y suspiré.- Ahora duermen con su padre.

- ¿Cómo va todo con él?

- ¿Con quién?

- Con mi hijo, sé que están algo...

- Rompimos, Alicia, estamos separados.

- Lo sé, ya me contó Paulo.

- ¿Te dijo también el por qué?

- Sí, excusándose de que estaba borracho y te buscó por todos lados.

- Pero encontró a otra.

- Por desgracia, el alcohol es malo y él lo sabe ahora más que nunca, por eso intenta dejarlo a un lado y ahora más que tiene a sus hijos acá ya.

- ¿De verdad está dejando el alcohol?

- No lo deja de verdad, simplemente no toma como antes.

- No lo sabía.

- Hay muchas cosas que no sabes, nena.- ella me sonrió dulcemente.- Como que te sigue queriendo.

- ¿Lo hace?

- Eso dice, ¿No viste ningún partido de esta temporada?

- No, no pude hacerlo.

- Pues esta tan mal que lo tienen de suplente, Paulo no da una desde que te dejó acá y se marchó a petición de tu hermano.

- ¿Mi hermano le pidió que se vaya?

- Sí, ¿No lo sabías? Fue el día que te fue a buscar a tu casa, cuando te fuiste a la habitación se lo dijo y él aceptó marcharse.

- Yo pensaba que no me quería, solo a los mellizos y que por eso se marchó, porque no quería perder más el tiempo...

- Pues te equivocás, Paulo sigue tan enamorado de vos como vos de él.

- ¿Cómo...?

- Las madres lo sabemos todos.

Sonreí y ella se levantó después de acariciar dulcemente mi rostro. Apoyé de nuevo mi cabeza y cerré los ojos, nunca pené en eso y al verdad ahora la balanza va más a su favor por las dos conversaciones, una con mi padre y ahora otra con Alicia. Poco a poco y sin dejar de pensar en ello me dormí.

- Tania, despertá.

- ¿Qué pasa?- abrí mis ojos y vi a Paulo agachado a mi altura.- ¿Ha pasado algo con...?

- No, están bien, siguen dormidos por suerte.- me sonrió levemente.- ¿Y vos? ¿Estás bien?

- Sólo estoy cansada, nada más. Voy a verlos.- me iba a levantar pero me frenó cuando estaba sentada.

- No, vos te quedás acá y cuando te necesiten entonces vas a verlos.

- Me necesitan siempre, soy su madre.

- Créeme que lo sé, pero vos también tenés que descansar así que dejá que yo me ocupe, ¿Vale?

Le sonreí y asentí con la cabeza. Me volvía a tumbar en el sofá y él se fue, de nuevo me dormí aunque me desperté poco después porque Alicia ya había hecho la comida y estaba todo preparado. Ayer a la tarde toda la familia de Paulo me saludó a mí y a Bruno y Diana y eso fue más cansado que lo de mi casa, ya que no tenía mucho de qué hablar con ellos y me incomodaba bastante.

- Voy a llevarlos a la calle.- dije terminando de poner a Diana en el carro.

- Te acompaño.- Paulo se levantó, dejando el partido del FIFA.

- No hace falta.

- Pero quiero hacerlo.- me sonrió y se acercó a mi.- Déjame hacerlo.

- Está bien.

Suspiré, agarré mi bolso y nos marchamos en silencio de la casa. En el camino Paulo y yo nos intercambiamos el carro y aún así él no dejó de mirarme en ningún momento. Paramos en un banco de un parque donde no había mucha gente, solo niños y sus respectivos padres.

- ¿Qué tal estos meses?- preguntó hablando por fin.

- Bien, bien... ¿Y vos?

- Bien, con el fútbol y eso.

- Tu vieja me ha dicho que estás de suplente ahora.

- Ya bueno, supongo que lo personal afecta también en lo profesional.- bajó su cabeza, pero no dejé de mirarle.- Olvidálo.

- No, no lo olvido.- él me miró, como si de alguna forma esta frase se refería a lo nuestro.- Paulo si pasa algo debés contármelo por mucho que...

- Tania, lo que pasa es lo nuestro, solo eso. Así que olvidálo.

- Como te he dicho antes, no lo olvido.

- Entonces, ¿Qué querés que haga?

- Quiero que me explique lo que sucedió, aquello que no te dejé explicar porque me jodiste demasiado como para escucharte hablar.

- Tania, lo que pasó, pasó. Déjalo estar.

- ¿Eso te dijo mi hermano?- me miró sorprendido.- Sé que te dijo que te fueras.

- Tania...yo...

- No debiste hacerlo, debiste quedarte aunque me hicieras daño.

- Eso era lo que no quería.

- Estabas borracho.

- Sí y me arrepiento todos los días de haberlo estado. Cuando te fuiste...te busqué, hablé con Leo, con Anto, con todos pero nadie te había visto y si te habían visto no estabas ya allá. Así que yo, que soy un pelotudo, decidí beber hasta equivocarme de persona.

- ¿Pensaste que una rubia era una castaña?

- No, pensé que eso me ayudaría y si te sirve de consuelo, no me acuerdo de nada. Tan solo de tu cara al verme y de cómo te escapaste de mí.

- Paulo, no fue fácil.

- Lo supuse cuando te vi de esa forma y me sentí como una mierda.

- Yo...- miré sus manos y di el gran paso, aquel que hace tiempo quise volver a dar. Así que le di la mano.- Yo te sigo queriendo y no sé si puedo perdonarte, pero sé que sos el padre de ellos y que te necesitan tanto como yo a ti.

Me miró en silencio durante un tiempo. No paró de acariciar mis manos temblorosas que pedían a gritos que por favor la soltara para hacer lo que más quería desde que lo vi en esa puerta del hospital. Y eso hizo. Sin decir más vi sus ojos verdes de nuevo cerca de mí, sus manos pasaron a mis mejillas, sosteniendo mi rostro y siendo acariciados por ellas. Entonces por fin volví a sentir sus labios junto los míos, moviéndose con deseos de no soltarse jamás, con la necesidad de mi y de tenerme de nuevo, aunque eso ya lo había conseguido.

Promesas rotas (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora