EL ÁTICO de dos pisos entre Montpelier Walk y Cheval Place que tenía Christopher era alucinante. Rodeado de ventanales modernos que llegaban desde lo alto techo al suelo, persianas grises colgaban de ellas, la mayoría estaban corridas, permitiendo entrar la luz de la luna. El piso de madera oscura, contrastaba con la alfombra gris oscuro en forma de ovalo, en medio de la sala, robándose el protagonismo, estaba un largo sofá de cuero negro y sillones a juego. Todo muy cómodo para sentarse a ver la televisión que tenía en frente. En el otro extremo estaba el comedor negro, Las paredes estaban pintadas con colores blancos y grises, y las lámparas colgaban del techo. Todo el espacio estaba impregnado con el olor de Christopher y era como Christopher. Elegante. Sofisticado. Masculino.
Estando de pie en medio de su sala me sentía muy expuesta. No encajaba del todo.
Mis ojos volaron a Christopher cuando se aclaró la garganta.
—¿Quieres algo de tomar? —preguntó desde la amplia y moderna cocina.
Todo el camino resistí la tentación de mirarlo y hacer de nuevo la pregunta, pero me sentí demasiado insegura para hacerlo. No poder expresarme por el miedo a la respuesta no era un sentimiento agradable. No me gustaba. Si no podía hablar con él significaba que algo no funcionaba. Era una mala señal.
Asentí y me acerqué a él.
—¿Qué quieres? ¿Agua? ¿Café?
—Sorpréndeme.
Fue lo que hizo cuando presionó un interruptor que ilumino una cava de cristal cubriendo toda una pared llena de licores. Tomó una botella negro mate.
—¿Tienes algún problema con la bebida?
Levantó los ojos.
—No —dijo riendo al ver mi expresión de sorpresa-espanto—. Es una afición de papá coleccionar licores, supongo que me llegó inconscientemente porque no dudé robar algunos de él y hacerlos míos.
Algunos era un eufemismo. Había quizá más de cincuenta botellas y algunas parecían longevas.
Me tendió un vaso de cristal con un líquido caoba, mis ojos se desviaron a sus los largos dedos. Tenía unas manos elegantes y masculinas.
—¿Podré sorprenderte? —preguntó.
Algo fuerte parecía la idea más acertada para aplacar mis nervios y el deseo de ser acariciada por esas fuertes manos. Acepté y acerqué la bebida a mis labios. Su intenso y elegante olor golpeó mis fosas nasales mientras que el sabor amaderado un poco dulzón se abrió paso por mi garganta, el calor se extendió por mi pecho. Brandy.
—Prefiero el whisky —dije.
Él asintió y sonrió abiertamente.
—Lo imaginaba.
—Mentira.
—Sí es mentira, pero entonces tengo que llevarte a la cava de papá. Tiene una amplia variedad de whiskys, también muchos de colección, podrías elegir el que quisieras.
—¿Intentas emborracharme?
Acarició mi mano con la yema de sus dedos, un escalofrío bajo por mi espalda.
—No lo necesito —dijo.
Bufé.
—Eres tan engreído,
Pero tenía razón.
Tiró de mi mano y me arrastró a la terraza envolvente en la azotea que se iluminó de repente. Tenía una privilegiada vista panorámica a la ciudad, desde ahí podía ver el Brompton Oratory. Nos dejamos caer sobre el sofá de Rattan sintético, cada uno reclamando su propio lado.
—Mírame. Soy agradable, divertido, inteligente, alto y tengo unos ojos impresionantes —se encogió de hombros—. Soy un sueño hecho realidad. ¿No es suficiente beneficio para ti?
El muy idiota había pasado todo el viaje repasando su lista de egolatría, lo peor de todo, es que era todo eso y más.
—En tu lista superficial faltaron las características más importantes, como, por ejemplo: idiota, arrogante, creído... —Me quedé a medias cuando su cuerpo se sacudió en una fuerte risa. Todo su rostro se iluminó.
—No soy ninguna de esas cosas, ni ninguna otra que aún te falta mencionar para difamarme. Soy una persona segura de sí misma —su mirada se posó en la ciudad—. Y te gusta. Más de lo que quieres admitir.
Ignoré su supuesta confirmación de alfa egocéntrico.
—Dejémoslo en que eres un idiota atractivo, pero idiota al final.
Manteníamos una distancia entre nosotros que se sentía como kilómetros. Ninguno de los dos se atrevía a acortarla. ¿Cómo es que todo se había puesto incómodo? Me gustaba estar con Christopher porque él me miraba a los ojos y me tomaba el pelo. Me prestaba atención las pocas veces que decía algo. Me sonreía cuando estábamos en silencio. Pero esta vez el aire que nos rodeaba se mantenía cargado con una pregunta sin responder y era muy incómodo. Asfixiante.
—Escucha, ¿sobre lo de antes? Te dije que me gustabas, no creí que necesitabas una confirmación de ello. Lo creas o no, no voy por ahí diciéndole a todas las chicas que me gustan. Ya sin eso terminan enamoradas de mí ¿te imaginas si las besara? No, no lo hagas, porque yo no quiero hacerlo. Me asusta. Pero el beso que nosotros compartimos dijo mucho más de lo que los dos fuimos capaces de expresar en voz alta. Para mí eso dejó claro que estábamos juntos. —Me dio una mirada profunda que traspasó todas mis defensas—. Creo que hay algo aquí entre nosotros que vale la pena intentar. Entonces voy a hacerlo formal y pedirlo.
Me quedé anonadada viendo el atractivo rostro de Christopher. Con su mirada trasparente puesta en mí, pude darme cuenta que le costaba decir todo eso. No era por mí, sino por a esa cautela que te da una mala ruptura. Por muy retorcido que fuera, eso me dio cierta tranquilidad. En ese sentido los dos estábamos en igualdad de condición. Entendí que esas palabras eran las mejores que nadie alguna vez me había dicho. No había promesas implícitas en ellas, solo estaban llenas de algo inexplicable. No necesitaba que hiciera una pregunta o siguiera algún protocolo para confirmar lo que de algún modo ya habíamos dicho con un beso.
Estábamos juntos.
Christopher separó sus labios para decir algo más, pero lo que sea que fuera a decir quedó ahogado en mi boca cuando me lancé a él y lo besé. Lo tomé por sorpresa, pero enseguida se recuperó profundizando el beso.
Con ese beso estaba depositando un poco de mi confianza en él. Dándome la oportunidad de sentir algo por un chico nuevo. No existía palabra que describiera el temblor que sentía por dentro, decir que era miedo sería un eufemismo.
Esperaba no arrepentirme en el futuro.
Nos separamos unos centímetros para tomar un poco de aire, sus ojos brillaron con una intensidad que me dejó sin aliento. Él iba a volverme loca, más de lo que ya lo hacía. Apartó un mechón de mi pelo depositándolo detrás de mi oreja.
Travieso dijo:
—Ahora eres mi novia.
—Y tú mi novio. Y somos egoístas —dije, recordándole que no me gustaba compartir.
—Muy egoístas.
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ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1
RomanceA veces las heridas son más profundas de lo que imaginamos, vamos por la vida dejando todo atrás... hasta que las secuelas aparecen. Aquí estoy, cerrando el círculo enfermizo en el que seguía atrapada.