ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 41

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ESTAR LEJOS DE Christopher había sido más difícil de lo que llegué a imaginar. No había llamado, ni enviado un mensaje de texto ni llegó al restaurante a buscarme. Mi familia tampoco se puso en contacto conmigo, ni una sola vez, parecía que no les importaba que era de mí y si no fuera por Rosé estaría completamente sola. No faltaba mucho para que eso sucediera. En unas semanas ella regresaría a la universidad, entonces pasaría a ser una más en Londres. Mi estado de ánimo había coincidido con la lluvia de principios de otoño. Mis ataques de pánico no se hicieron esperar, atacando con más intensidad de lo que recordaba, me dejaban totalmente exhausta. Me tiraba sobre la cama sintiéndome débil y estresada. Me era difícil ocultar los episodios, pero lo hacía. Lidiar con la sobreprotección de Rosé no era atractivo.

La depresión llegó tumbando mis paredes, rompiendo mi suelo mientras me identificaba con canciones tristes. Despertar cada mañana, respirando el recuerdo que despedía la camiseta de Christopher hacía que la ausencia se sintiera como arañazos en mi piel. No podía sacudirme el fantasma de sus brazos rodeándome. Era perturbador. La voz burlona de mi cabeza me gritaba constantemente que lo había arruinado por completo. No había vuelta atrás. No existían palabras para solucionarlo, no podía deshacer lo que ya había hecho.

Todo me decía que perdí y herí al único chico con que me hacía sentir especial, alguien que logró ver a través de mi frialdad y eligió quedarse para llenar mi vida de calidez. A su lado nunca me sentí perdida, al contrario, logré encontrarme y ponerme en sintonía conmigo misma. Era algo difícil de tener, no se encontraba a la vuelta de la esquina, no venían en bolsitas de sorpresa ni aparecían por arte de magia.

Y yo lo arruiné, como arruinaba todo.

A pesar que su recuerdo dolía profundamente era inevitable para mí cerrar los ojos e imaginar que me devolvía la mirada azulada, enamorándome aún más de una ilusión. Era masoquista de mi parte, pero me hacía sentir cerca de él.

Tal vez si dejaba que las lágrimas que se acumulaban constantemente detrás de mis ojos se derramaran por fin, las cosas serían mínimamente más fáciles. Pero si lo hacía estaría dándome por vencida, aceptando que realmente lo había perdido.

Rosé dijo que le diera tiempo. Ella tenía la mala costumbre de nunca equivocarse.

Apostaba por ella.

Ahí estaba, otra vez pensando en Christopher.

Respiré profundamente. Necesitaba poner mi cabeza en otro lugar. Cambiar de ánimos.

Simplemente cambiar.

—¡Oh, mi Dios! —exclamó Fiore en cuanto me vio.

Fue una reacción casi tan exagerada como la de Rosé. Bien pudo haber sido esa la razón por la que decidió arrastrarme a un club cuando prefería estar tirada en el suelo escuchando canciones tristes mientras veía la lluvia caer.

Con mis dedos tomé mi pelo, lo puse frente a mis ojos. Sí, mi pelo sufría sin clemencia alguna mis cambios de humor. Por eso decidí cambiar de un tono rojizo a un rubio veneciano.

—Quería un cambio —expliqué.

—Es uno muy radical, pero te queda bastante bien.

Bastante no era una palabra atractiva en esos momentos de incertidumbre. Rosé pareció entenderlo.

—A mí me pareces muy follable —la miré. Las cosas entre nosotras no estaban bien, había cierta cautela rondándonos, una tensión opresiva. Notaba como nuestra distancia la afectó, ella no sabía disimularlo y no podíamos dejar de preocuparnos por la otra —Podemos seguir ignorándonos por la mañana. Pero hemos venido a divertirnos, intentar emborracharnos y bailar sobre las mesas. Esta noche podemos fingir que nada malo ha pasado entre nosotras. Por favor, Val. Disfrutemos. Este es el momento perfecto para ser salvajes.

ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora