ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1

ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 38

LOS PRIMEROS DÍAS de mi ruptura implícita con Christopher fueron los más complicados. Mi rutina cambió completamente. No porque me estaba quedando con mi ex novio mientras encontraba un piso, una búsqueda en la que no estaba poniendo mucho empeño que digamos. A Ethan no le molestaba mi presencia, básicamente porque casi nunca nos veíamos. Él me evitaba, parecía dolido y resignado.

Mi nuevo tropiezo no quedó en mi privacidad. Mi familia se enteró de lo que estaba sucediendo gracias a que Christopher fue a buscarme a casa cuando no pudo localizarme. Georgina puso cara de satisfacción mientras mamá me exigía que le pidiera al perdedor que tenía como novio no volver a poner un pie en su casa. Mierda, pegó directo en mi orgullo.

Las cicatrices que había dejado mi pasado me habían vuelto un poco escéptica con las relaciones, todo cambió cuando Christopher apareció como luz en la oscuridad, sacudió con fuerza todos mis muros, devolviéndome una pizca de esperanza en el amor.

No había nada como estar en una relación para perderse una misma. Es como cuando necesitas estrellarte contra el suelo antes de aprender a volar. Nunca quise confiar en Christopher, pero lo hice. Me salió así. Porque hacía todo para que me sintiera cómoda incluso no me presionaba para hablar, ni desnudar mi alma ante él. Él me respetaba y respetó mis tiempos. Me ayudó a conectarme con una parte de mí donde creía que fallaba.

Pero todo lo bueno llegaba a su fin.

El universo me dio indicios y señales de que estaba cometiendo los mismos errores de antes, simplemente decidí ignorarlos porque necesitaba creer, demostrarme que había superado mi pasado. Que ya no tenía ningún tipo de poder sobre mí y estaba lista para avanzar.

No disfrutaba con los juegos de indecisión, pero eso es justo lo que estuve haciendo al ignorar mi intuición, advirtiéndome que deslizarme al piso de Ethan era un error. Probablemente fue la peor decisión que había tomado y lo pagaría caro. Estaba segura. Conocía los sentimientos de Ethan hacía mí. Él me amaba de verdad. No de una forma en la que podíamos intentarlo de nuevo, sino como podía. Pero haber estado tenido sexo con él era jugar con sus sentimientos.

Una mínima parte de mí había querido sentir que era elegida por alguien. Conocía lo suficiente a Christopher para saber que eso era algo que lo enojaría muchísimo y aunque nuestra relación estaba fracturada, enterarse de mi desliz rompería por completo lo quedaba de nosotros.

Curiosamente no me estaba vengando ni de Ethan, ni de Christopher, ni de Rosé. Ninguno de ellos llegaba a importarme. Aún.

Desde que encontré a Naomi semidesnuda en el ático de Christopher algo en mi cabeza hizo click haciendo que las piezas encajaran en su lugar. Con la cabeza fría repasé todo lo que había sucedido en los últimos días, semanas y meses. Se sentía como si todas esas cosas le hubieran pasado a alguien más y yo estuviera fisgoneando en sus recuerdos. Lo que significaba que podía ser neutral.

Ethan me había roto el corazón de la forma más cruel que existía, sin saber, me había engañado con la prometida de su primo. En ese punto de mi vida yo no había sentido una atracción sexual por él, ni por nadie. No me había sentido lista para dar ese paso, pero tuve sexo con él porque lo amaba. Lo extraño era que nunca hicimos el amor.

A mi terapeuta le costó muchas sesiones hacerme sentir segura para desahogarme con ella, le costó muchísimas más hacerme entender que no había nada malo en mí y que no tenía la responsabilidad de "satisfacer" a nadie. Ese argumento solo era una pobre excusa que las personas utilizan para no tener que responsabilizarse de sus acciones. Ella tenía razón, lo sabía.

Aunque yo nunca lo admitiría en voz alta las palabras que Ethan me dijo en ese entonces me marcaron y fueron una de las principales razones del por qué no pude tener otra relación emocional en más de un año. Había tenido tanto miedo de confirmar que Ethan tenía razón y yo era incapaz de satisfacer las necesidades de una pareja. Ahora se supone que solo lo dijo porque creía que yo merecía a alguien mejor. Pero a los dieciocho años, por pequeñas que sean las cosas, incluso un par de palabras son intensas y todo parece tener importancia mundial. Vamos, calaron demasiado hondo.