ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 34

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—VAMOS, NENA —dijo Christopher mientras enredaba sus dedos con los míos.

Desde que desperté esa mañana no podía sacar de mi cabeza que vería a los padres de mi novio después del incidente en la galería. Caminé más lento, quedándome rezagada, manteniendo la oportunidad de escapar. Como si me hubiera leído la mente, Christopher miró sobre su hombro con una sonrisa tranquilizadora. Me atrajo más hacia él, susurró "todo va a estar bien".

Esperaba que eso fuera cierto.

Intenté escapar de la invitación del padre de mi novio, pero Christopher terminó arrancándome una "sí" y el plus de verlo era un incentivo para asistir. Las cosas en casa estaban cada vez peor. Yo estaba cada vez peor. La pérdida de peso ya se notaba en mi ropa, el vaquero que me puse esa mañana parecía que era dos tallas más grandes y las manchas oscuras bajo mis ojos eran más prominentes y tuve que cubrirlas con corrector. Por suerte era experta en cubrir mis miserias para que Christopher no lo notara.

En el jardín estaba puesta una larga mesa rectangular con bandejas de porcelana con comida, jarras de jugo y teteras. Demonios, ¿cuántas personas asistirían? Había mucha comida. Por lo general, yo solo desayunaba café. El poco apetito que había logrado acumular se perdió con la vista de Ethan riendo junto a Cecilia. Christopher empezó a caminar hacia ellos, lo miré por el rabillo del ojo, no se había dado cuenta de quien estaba ahí. Cuando por fin lo hizo fue demasiado tarde. Su mamá ya nos estaba sonriendo.

Al instante me quedó claro que ella ignoraba todo el drama entre nosotros tres porque me saludó con una enorme sonrisa y no percibió la tensión que se generó cuando Ethan besó mi mejilla y rozó mi brazo de forma íntima frente a Christopher. Mi novio solo apretó más el agarré en mi mano. Les tocó el turno a ellos y lo hicieron con un asentimiento educado de cabeza.

¿Fui la única que vio chispa saltar entre ellos?

¿A qué estábamos jugando?

Iba más allá de bizarro e incómodo, sobre todo porque estaba tratando muy duro de ocultar la sorpresa por la sensación de cosquilleo que dejaron los labios de Ethan en mi mejilla.

No mentí cuando le dije que una parte de mí aún lo amaba. No sé por qué. No sé cómo. Simplemente lo hacía. Era un sentimiento que cada vez que nos cruzábamos tomaba más fuerza.

Cecilia parecía estar feliz de tener la casa llena, tenía mucha energía para ser un día domingo. Me ofrecí a ayudarla, pero me rechazó alegando que yo era una invitada y tenía personas que ya la ayudaban.

Entonces escuché un ladrido.

Todo mi cuerpo se erizó mientras me giraba en busca del demonio disfrazado de canino. Rápidamente me coloqué detrás de Christopher para usarlo como escudo humano, pero no era capaz de alejar mis ojos del movimiento frenético de las cuatro patas corriendo en nuestra dirección. En casa nunca tuvimos ningún tipo de mascota, a mamá no le gustaban porque la mayoría tenían pelo, aunque a mí sí me gustaban, vivía con cierto miedo a los perros desde que uno me mordió cuando tenía ocho años.

Recordaba que parecía tan adorable y amigable que me entraron ganas de acariciarlo, el movimiento no fue bienvenido y el perro se tiró sobre mí, mordiéndome. Ahora tenía una linda cicatriz en mi mano izquierda que la ocultaba detrás de varios brazaletes. Sin embargo, esa experiencia hizo que fuera cautelosa con las mascotas. Nunca rogué por tener una.

Di un paso atrás cuando el perro se puso en dos patas y se arrojó a los brazos de Christopher. La sonrisa infantil de mi novio me apretó el pecho, era muy tierno verlo así. Parecían dos viejos amigos emocionados por su reencuentro, realmente no sabría decir quién estaba más feliz. El perro movía enloquecido la cola a modo de saludo, buscando un poco de cariño y a Christopher no le alcanzaban los brazos para acariciarlo.

ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora