ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 23.

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CHRISTOPHER había estado enamorado y comprometido.

¡Sí, comprometido a los veintidós años! No estaba juzgando, estaba sorprendida y tratando de actuar lo más normal posible. Era una tarea difícil porque no paraba de pensar en su confesión. Ayer por la noche quizá había estado celosa. Más que celos fueron mis propias inseguridades, sabía que Christopher no era una persona tramposa, estaba conmigo sin importar si antes existió una tal Naomi en su vida. Tenía sentimientos encontrados respecto a ella. Por un lado, me sentía mal por lo que tuvo que sufrir y por otro estaba resentida por lastimar a un chico dulce.

Como Christopher lograba ver a través de mí, quizá pensaba que su confesión me había afectado de alguna manera y estaba más cariñoso, la sesión de besos fue mucho más intensa. Por un momento pensé que Christopher quería fusionarse conmigo, al segundo siguiente pensé que solo estaba conmigo porque Naomi lo había engañado. Sentimientos encontrados. Pensamientos enrevesados. Cuando la temperatura entre nosotros empezó a subir otra vez, me recosté sobre él con la intensión de ver otra película, aunque esa vez de acción. Su pecho era tan cómodo y sus brazos acogedores que para mí fue inevitable quedarme dormida. Algo sorprendente, últimamente se me estaba dificultando conciliar el sueño.

Pero en la vida nada es para siempre y lo bueno dura poco. Christopher me despertó con el plan de que fuéramos a ver el amanecer juntos. No creía necesario que tuviéramos que abandonar la comodidad en la que estábamos, después de todo, estábamos al aire libre. Sin embargo, no pude negarme a su gesto romántico porque me sentía un poco culpable de haberle hecho recordar malos momentos.

A mí no me gustaba recordar.

Por mi falta de carácter y su manipulación de besos me encontraba a casi doce mil pies de altura con cinco personas más y el piloto del helicóptero, que instantáneamente se convirtió en mi mejor. No quería dejarlo solo. Nunca.

Me consideraba una persona aventurera, bueno, lo justo y necesario para no tener una vida aburrida. A pesar de ello, tirarme en paracaídas no estaba en mis planes cuando no había vivido por lo menos cincuenta años. Agradecí tener un novio tan considerado que no insistió cuando lo propuso por primera vez y me negué a saltar. Culpo totalmente a la cultura de la competitividad femenina por estar vestida con un mono caqui y un arnés en mi espalda. Cuando me enteré que la aventura no era solo para nosotros, sino que también iba a conocer a sus mejores amigos, incluida Rebecca, quien estaba muy emocionada por saltar, no pude quedarme atrás. Para terminar de completar mi estupidez me enteré tarde que Julian, un chico con mirada seria y de complexión musculosa, era el novio de Rebecca. Me quería morir porque ya había abierto mi boca frente a todos diciendo que había cambiado de opinión y que iba a intentarlo.

Christopher apenas podía contener su diversión, hacía un esfuerzo para no explotar en una carcajada.

Estaba metida en un peligroso lío por unos celos que no tenían fundamento y no quería ser ese tipo de chica.

Edward, al que fuimos a ver correr en Silverstone, frotó sus manos, ansioso y con una sonrisa de loco que me ponía los pelos de punta.

—Vamos a hacerlo —dijo eufórico.

No fui muy buena en ocultar mi pánico.

—No te preocupes, es divertido.

Rebecca me quiso tranquilizar con una sonrisa, pero no funcionó.

—Si muero quiero que me organicen un funeral irlandés.

Christopher que no me había perdido de vista ni un segundo, elevó sus cejas hasta el nacimiento de pelo.

—¿Por qué irlandés?

—Porque vas a necesitar mucho whiskey para ahogar la culpa de proponerme hacer esto.

ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora