Capítulo 74: Mía.

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Volvió a extraer los dedos del todo y a hundirlos con rapidez. La sensación fue muy extraña. No exactamente dolorosa, pero casi al borde del dolor. La tercera vez no se detuvo antes de volver a introducirlos, sino que comenzó un rítmico e implacable vaivén. La fricción hizo arder aquella parte de mi cuerpo. Comencé a notar una nueva sensación, como un estremecimiento que comenzaba en las puntas de mis pies y fue invadiendo todo mi cuerpo, erizándome la piel a medida que avanzaba.

—Joel...

—¡Por Dios, no te eches atrás ahora! —exclamó él, y su miembro se hincó en mi muslo al cambiar de postura.

—Es que no sé...

Deseaba explicarle todo lo que estaba sintiendo en mi interior, pero no conseguía encontrar las palabras, y menos en aquellos momentos, cuando todo mi cuerpo pedía a gritos que lo apaciguasen.

—Yo si sé, y ahora mismo soy un hombre muy feliz —su voz sonó afectada por la pasión.

No tenía elección. Joel me tenía a su merced. Hizo una pequeña pausa en la siguiente retirada para volver después con fuerzas renovadas. Jadeé e intenté apartarme de nuevo.

—¡Joel, eso duele! —chillé.

—Lo siento, lo siento —repitió agitado. Pero su voz no parecía la de alguien arrepentido, sino la de alguien decidido a llegar hasta el final, casi desesperado. Jadeé al notar la mezcla de placer y dolor que me dominó cuando él consiguió introducir tres dedos en mi interior.

—No, no puedo… —logré decir.

—Déjamelo a mí —musitó.

Entonces la mano que mantenía inmóvil el movimiento de mis caderas bajó un poco más y sentí que su pulgar comenzaba a jugar con un punto muy sensible de mí ser. Gemí exaltada y todo mi cuerpo se arqueó hacia el suyo. Sus dedos lograron entrar más

—Eso es, ábrete para mí, bonita —me animó.

Consiguió hundir los tres hasta los nudillos, una y otra vez. Todo mi cuerpo se esforzaba en dar satisfacción a sus urgentes demandas y por contener el torrente de sensaciones que me inundaba. No había forma de escapar de todo aquello. Jadeé, rogué, pero él no se detuvo. Siguió así, hasta conseguir que mi cuerpo se combase como un arco demasiado tenso. Y de repente Joel, como si nada, se echó atrás, privándome de toda sensación.

—¡Joel! —dije en tono angustiado. Fue un sollozo, un ruego desesperado. Me retorcí, buscándolo.

—Espera un momento —ordenó él, alejándose de mí. Traté de ver que era lo iba a hacer pero no pude conseguirlo.

—¡No me hagas esto! —exigí, esforzándome por volver a pegarme a su cuerpo.

—Te daré algo aún mejor si dejas de retorcerte —gruñó él.

Algo sólido y caliente se frotó contra el lugar que él había dejado vacío, con ganas de más. Me sentí como atravesada por un rayo al ser consciente de que era su miembro el que comenzaba a excitarme.

—¡Oh, si! —exclamé y mis caderas se alzaron hacia él.

—¡Dios! —dijo él, en un tono entre la risa y el gemido.

Sus manos inmovilizaron mis caderas, y entonces noté una deliciosa presión en mi sexo.

—Si —volví a suspirar, cerrando los ojos, pues deseaba concentrarme en la sensación de tenerlo contra mí, duro, ardiente, enorme y ansioso.

—Rodéame con tus brazos —ordenó con voz estrangulada.

Obedecí al momento y rodeé su fuerte cuello con mis brazos. Su boca se adueñó de la mía, de manera suave, dulce. Sentí que uno de sus dedos se volvió a apoderar de aquel pequeño botón de mi sexo que me hacía estremecer de arriba a bajo. Comenzó a dibujar pequeños círculos sobre él. Gemí en su boca y la caricia se volvió más constante. Era demasiado.

Nothing in my way.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora