Stucky Trash.

The Brooklyn Girl I

Narrador.

—Peggy... No lo sé...

—¡Vamos, Steve! ¡Por favor! Necesito una modelo y sabes que no tengo dinero para contratar a una...

—Hm... De acuerdo...

En medio de los años treinta, esto sería considerado raro.

—Déjame arreglarte.

La castaña tomó a su delgado esposo y le puso un lindo vestido azul marino, unos tacones turquesa y una peluca larga y rubia. Lo maquilló cual modelo y le dijo que se sentara en el sofá. Él se colocó acostado pero Peggy le acomodó los gestos para que fuera como una chica.

—Qué sexy, mi Steve.

—Cállate.

Carter empezó a retratarlo sobre el lienzo.

(Un año después)

—¿Y bien?

—Me interesa mucho su arte contemporáneo, señorita Carter.

—¿De verdad?

—Así es. Desearía comprar sus obras.

—Increíble.

—¿Acepta?

—Por supuesto.

—Muy bien. Habrá una exposición de nuevo ingreso, me gustaría que usted y su modelo vengan.

—¿Mi modelo?

—Sí.

—Ahm... De acuerdo.

(Casa de Steve)

—No iré.

—Por favor, necesito que me apoyes en esto. Te presentaré como Rachael Rogers. Ella será tu prima. Serán solo unas horas, por favor Steve.

—De acuerdo... Pero solo seré "Rachael" para tus obras de ahora en adelante.

—Gracias, Stevie.

Ambos caminaron hacia la fiesta elegante de exhibición. Allí, Peggy presentó a su esposo como a Rachael, pero luego Steve necesitó salir a tomar aire. Se fue lejos del tumulto de gente, y miró hacia afuera de uno de los grandes ventanales del lugar. Miró a las chicas de alrededor. De todas formas tenía que actuar como una de ellas. Posó su mano y miró hacia afuera con delicadeza.

—¿Y Steve? —Preguntó el mejor amigo de Carter, James.

—No quiso venir, ya sabes cómo es él. —El chico pareció distraerse viendo a una mujer muy hermosa arriba.

—Sí... eh... ¿Me disculpas un momento?

—Claro.

El moreno se dirigió hacia arriba, sin quitarle la mirada a la chica. Sutilmente, se colocó al lado de ella. Steve solo se dio cuenta de que era James. Se sintió un poco incómodo, pero siguió en su mundo.

—¿Conoces la historia del hilo del destino? —Preguntó James.

—N-No... —Dijo Steve en un susurro.

—Pues... se dice que las personas destinadas a conocerse, están unidas por un hilo rojo. Sin importar el tiempo o su distancia, se encontrarán.

—Buena historia...

—James Barnes, un gusto conocerte.

—Rachael... —Steve se dirigió hacia otra parte, pero James tomó su mano.

—Por favor, acompáñame...

—Debo irme... Mi amiga ha de estarme esperando.

—Por favor, dame una oportunidad.