Promised I

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Steve tenía las gemas en la maleta. Sam, Bruce y Bucky veían como Steve se preparaba para ir a devolverlas.

James sentía su corazón partirse al saber que probablemente era la última vez en la que vería a aquél rubio. Era lo único que tenía en el momento, el único recuerdo de su hogar y la única persona que su corazón podía amar, pero si era honesto, veía todo esto venir. Ya no era aquél Bucky que tal vez el menor necesitaba. Cuando le comentó lo que iría a hacer, sintió decepción, en su máximo esplendor. ¿Para qué entonces había luchado por él todo este tiempo? ¿Para que en días después de su reencuentro se fuera con la supuesta mujer de su vida? ¿Para vivir la vida que siempre quiso? No lo comprendía, creyó que lo que le daba sentido a su vida ahora era él, que ahora podían vivir juntos y felices sin la necesidad de una guerra, que ya todo tuvo un maldito final que podía ser gentil con ambos. Sin embargo, la decisión del rubio fue otra. No pudo negar sentir la más grande impotencia del mundo al saber que ya era el fin de todo y no podía detenerlo.
Luego, lo pensó todo muy bien en la soledad del apartamento en el que estaba viviendo y le halló el sentido.

Joder, tenía todo el maldito sentido del mundo, solo malentendió toda la situación. Bucky no significaba eso para Steve, Margaret era realmente quien el rubio amaba. Sí, él valía la frase yo moriría por ti, pero no la que citaba yo viviría por ti. Debió saberlo antes, él no valía la pena una vida juntos y era entendible para él. Tal vez solo pensó que Steve podría amarlo si tan solo nunca hubiera conocido a aquella hermosa mujer. ¿Que lloró desconsoladamente la noche antes de la partida del rubio? Por supuesto, pero ya no había vuelta atrás. Ni aunque se pusiera de rodillas y le rogara su amor y su estadía. Lo pensó, sí, caería muy bajo el hacerlo pero estaba dispuesto si con eso el rubio se quedaba.
Pero la felicidad de Bucky es la felicidad de Steve. Si él creía que era lo mejor, no importan ni sus propios pensamientos. Solo esperaba que esa mujer supiera cuidarlo y amarlo como él estaba dispuesto a hacerlo.

Llegó el día. Steve se acercó y lo abrazó, diciéndole el adiós. Bucky intentó sonreír por un bien común, pero sus ojos delataban el dolor que estaba sintiendo. Cualquiera podía verlo. El castaño lo miraba subir a la plataforma, se repetía a sí mismo que podía detenerlo, que no era tarde para confesarle sus sentimientos, que él podría quedarse, pero no. Steve merecía una vida feliz, aunque no fuera a su lado. No podría ser tan egoísta. El castaño no dejaba de mirarlo.

—Muy bien, Steve. Te regresaremos en cinco segundos, ¿ok?

—De acuerdo. —El rubio se colocó su traje y el mayor solo miró a otro lado cuando oyó que desapareció.

—Perfecto, ahora regresa en cinco, cuatro, tres, dos...

Bucky no escuchó más, no vio más. Ni siquiera pudo escuchar el número uno salir de la boca de Banner. Fue como si se hubiera quedado todo en negro repentinamente, ¿qué sucedió?

El rubio dejaba el reloj del traje y se aproximaba a la casa de Peggy. Se acomodó un poco el cabello y tocó la puerta, muy nervioso. La mujer había abierto la puerta, quedándose totalmente atónita por lo que veía.

—¿Steve...?

—Sí, soy yo. —Sonríe de lado. Ella no pudo negar sentir mil emociones al verlo y lo abrazó. El rubio también la abrazó fuerte, la echaba de menos.

—¿Cómo es esto posible?

—Es una muy larga historia, pero... espero no haber llegado tarde para el baile. —Ella sonrió, con lágrimas en sus ojos.

—Pasa, adelante.

Steve suspiró. Se sentía diferente, casi como en casa. Casi.
Peggy pronto buscó algo de música y regresó, abrazándose a él de nuevo mientras el rubio correspondía. Movían sus pies muy lento cuando la melodía empezó a sonar. La mujer lo miró, muy feliz de su regreso y pronto se vieron envueltos en un suave beso que Steve no iba a negar. Se querían y se extrañaban mucho. Disfrutaron bien el baile, se sentían bastante felices de volverse a encontrar.
Después de un rato bailando en paz, la chica se separó un poco y lo miró a los ojos. Algo no le estaba calzando en Steve. El rubio la miró también mientras ella tomaba sus mejillas.

Stucky Trash.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora