La malteada se había derramado por completo haciendo un perfecto desastre.
Al ver su rostro después de tanto había hecho que despertase algo en mí, un sentimiento que creí haber sepultado años atrás.
-Anna...- Soltó.
Entonces cuando escuché decir mi nombre una rabia inexplicable y un profundo dolor en mi garganta se apoderó de mí, apreté la mandíbula tratando de reprimir el llanto que en cualquier momento saldría y no hice más que alejarme con rapidez.
-¡Espera!- Gritó.
De todos los lugares del mundo tenía que estar aquí.
Todo a mi alrededor se torno en cámara lenta mientras salía disparada de la cafetería, no había sonido, era solo mi respiración y el crujido de mis huesos al caminar.
Se me vino a la mente el sonido de las llantas picar el concreto, una luz cegadora frente a mí, la silueta de una persona desvaneciéndose, sangre...
De la nada un fuerte golpe me hizo perder el equilibrio, alguien sujeto mi mano. Cuando alcé la vista me tope con Ian, lo miré de par en par. Esto era definitivamente perfecto.
-Ian...-Solté.
Frunció el ceño y se notó... ¿Preocupado? No, estaba segura que no lo estaba.
-Hola...- Dijo finalmente.
Sentí un extraño dolor en el pecho, traté de sonreír y bajé la mirada percatándome que su mano seguía apretando la mía. Sentí nostalgia.
La soltó con rapidez, como si estuviese contaminada.
-¿Qué tal las clases?- Intenté seguir como si nada, pero realmente quería irme de ahí.
-Bien, estaba conociendo a mi coach...- Carraspeó un poco.
¿Su coach?
Entonces vi su vestimenta, el bolso de medio lado y sus nudillos oscurecidos.
-Sigues practicando el boxeo- Afirmé y sonreí como si me hubiese dado la mejor noticia de mi vida.
Asintió. Mi reacción lo hizo volverse, retraerse en sí mismo. Me mordí el labio y quité las lágrimas que por poco salían de mis ojos; ya era hora de irme.
-Ya debo irme...- Sonreí.- Nos vemos.
Lo dije por pura cortesía porque realmente no creía que fuese lo mejor para ambos. El no dijo nada, así que me aleje con la misma rapidez con la que venía.
Esta vez, en mucho tiempo, decidí saltarme la segunda hora de clases. Quería pasarme el resto del día en mi habitación tal vez pensando en qué diablos haría, ahora que Daniel había aparecido. Llegué a mi habitación y cerré la puerta tras de mí, fue inevitable recostarme de ella, totalmente acabada, como si de alguna forma pudiese ayudarme a aguantar todo el peso que ahora, de nuevo, estaba recayendo sobre mí.
Creí que esto había quedado atrás, que al fin la había dejado ir... pero luego de verlo, fue como si se hubiera abierto de nuevo esa puerta que me había asegurado de dejarla bajo llave. Liberando todas esas emociones, todos esos recuerdos...
Maldita sea.
Para mi suerte, Rudy no estaba en la habitación así que eso me daría tiempo para pensar. No me había permitido llorar finalmente, así que me anime un poco. Desde hacía mucho tiempo no lloraba y eso me hacía sentir fuerte, tal vez esa fortaleza me ayudaría un poco.
Tiré mis cosas sobre la cama y acto seguido me precipité al tocador, en uno de los cajones había un cofre donde tenía guardado todos mi dijes, entre otras cosas. En el fondo ahí estaba, el famoso brazalete de la amistad. Aun se conservaba intacto, una sonrisa se dibujo en mi rostro.
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Amigo de la Infancia 2
RomanceLa historia se repite. Anna tenía una amigo, volvieron a encontrarse, se enamoraron tan rápido que se veía que estaban destinados a estar juntos... Pero existió una pequeña diferencia, ella decidió irse, dejar todo atrás... Empezar de cero. ¿Pero q...