Capítulo 11. Cartas y Besos.

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-¿Qué te tiene tan de buen humor?- Soltó Caroline que me miraba de una extraña manera, como si fuese un bicho raro.

-¿A qué te refieres?- Dije mientras hacía mis series de cuerda, como todos los viernes.

Se paseó frente a mí y se cruzó de brazos.

-No lo sé, has hecho todas tus rutinas sin quejarte- Entrecerró los ojos.- No tienes esa cara de trasero de mono como siempre y te ves más enérgico.

Deje la cuerda caer para continuar con el saco, no sin antes mirarla despectivamente ante tan ordinario insulto.

-Pues nada que sea de tu incumbencia- Sonreí.

Volcó los ojos.

-Retiro lo dicho- Se dio la vuelta y se dispuso a arrastrar un saco que aparentemente había sido destruido por tantos golpes.

-¿Necesitas ayuda con eso?

Se volvió sin duda a la defensiva.

-No gracias, puedo con esto- Soltó.- Y si sigues con tus bromas tu serás el próximo en quedar como este saco.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia la entrada del gimnasio, alcé las cejas y lancé una carcajada. Su reacción sin duda había sido graciosa. Tomé una gran bocanada de aire y di unos cuantos golpes más.

-Con que hoy si llegas temprano- Una voz hizo que me detuviera.

Me volví y le dedique una media sonrisa.

-Pues estaba esperándote y adivina que, llegas tarde.

-Tenía unos asuntos- Se encogió de hombros.

-Muy graciosa, Gabriela...- Solté apropósito pero ella ni se inmuto.

Dejo su bolso de lado y se dirigió al rin.

-¿Listo para patearte el trasero?- Agitó sus guantes.

Caminé en su dirección y colocándome frente a ella choque sus guantes con fuerza.

-Prepárate para llorar- Dije en tono amenazante.

-Ya veremos- Replicó.

Se colocó en posición e inmediatamente arremetió contra mí. Continuos golpes en todas las direcciones, los cuales pude esquivar perfectamente, apenas y logró rozarme. Primer error.

Tenía que admitir que no quería golpearla del todo, porque al fin y al cabo era una principiante, además, una chica. ¿Pero a quien engañaba? Esto era boxeo y si se metió en esto tenía que saber que no sería misericordioso con ella.

Luego de varios minutos dejando que lanzara golpes desaforadamente, me abalancé dando un perfecto golpe seco en su rostro haciendo que perdiera el equilibrio por completo, cayó al suelo de lado y su guante se dirigió a la zona en cuestión.

-¿Ya dejaste de jugar?- Dije burlón.

Un hilo de sangre corrió por la comisura de su boca, me miró con ira.

-Pues no del todo- Entonces su pie se dirigió con fuerza hacia mis pantorrillas, perdí el equilibrio y caí sobre mi espalda.

-¡Mierda!- Grité.

-¡¿Qué rayos sucede aquí?!- La voz del coach resonó por todo el lugar.

Ella se levantó con rapidez.

-Solo practicábamos- Respondió con nerviosismo.

-Sí, eso puedo verlo- Se cruzó de brazos- ¡Ustedes dos, a mi oficina ahora!

Amigo de la Infancia 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora