Con ganas de arrepentirme y volver a Stone City me detuve frente a la puerta de la casa de mis padres. Todavía estaba a tiempo de regresar y decir simplemente que no pude llegar, era mejor mentirles y decirles que nos veríamos el siguiente año. Sin embargo, respiré hondo y con pesar termine tocando el timbre.
Para mi suerte mi madre fue la que abrió la puerta. Se cruzó de brazos y me vio con impresión.
-Así que la intensidad de tu hermana terminó por quebrar tu paciencia- Afirmó y negó con la cabeza.
Volqué los ojos y sonreí con desgano.
-Vine por la abuela...- Gruñí.
Se hizo a un lado para dejarme entrar y me tomó por los hombros para examinarme un momento.
-Me alegro que estés aquí- Dijo finalmente y se dio la media vuelta.
Suspiré y cerré la puerta tras de mí. Esa era la forma en la que mi madre expresaba su afecto, estaba bien para mí. Mamá y yo nos parecíamos mucho en ese aspecto, decíamos solo lo importante, no nos gustaban las cursilerías y éramos catalogados como los "fríos y distantes de la familia".
Llegue a la estancia y encontré a mi padre sentado en el sofá junto a mi abuela, esta se hallaba dormida. Me miró con emoción y se levantó para darme un fuerte apretón.
-¿Cómo está mi muchacho?- Palmeó mi hombro con fuerza para luego sofocarme con un abrazo.
Sí, mi padre era todo lo contrario a mi madre y a mí. Era más extrovertido y enérgico, digamos... para nada serio. Nunca entendí como es que ellos terminaron juntos, la idea de que los opuestos se atraían no me convencía mucho pero de alguna forma comenzaba a tener sentido.
Mi abuelo solía decir que mi padre era un llorón, algo débil. En aquellos tiempos en que mis padres salían, mas de una vez él llegaba borracho a casa diciendo que las mujeres eran de lo peor y que nadie lograría entenderlas jamás. ¿La razón por la que él decía eso? Mi madre se negaba a sujetar su mano como cualquier pareja común o besarse en público, a veces le gustaba mantener su espacio personal.
Era obvio que mi madre era difícil de manejar. Al pasar los años supieron sobrellevarlo y de alguna manera mi padre dejo de ser tan dependiente afectivamente de mi madre y ella ablandó un poco su manera de ser. Aun así, cuando de trabajo se trataba, ninguno de los dos tenía problemas en correr en direcciones opuestas si era necesario; incluso si pasaban meses sin verse, para ellos estaba bien.
-He estado bien...- Fingí mi fastidio.- ¿Cómo está la abuela?
Suspiró.
-Ya sabes Ian, algunos días está bien y otros no del todo- Dijo esto mirándola y luego se volvió a mí con una sonrisa.- Veo que sigues boxeando, ¿El coach te trata bien no?
Asentí.
-Realmente no puedo quejarme- Me encogí de hombros.
-Tu abuelo estaría orgulloso de ti- Se quedó como pensando.- Ese viejo amargado, como quería que yo practicara el boxeo. Sin embargo, no era tan bueno... me alegro que tu hayas seguido sus pasos.
Sonrió y se dirigió al refrigerador, ofreciéndome una cerveza. Deje mi única maleta junto a la puerta y tomé la cerveza dando un largo trago.
-¿Dónde está Kim?- Me animé a preguntar.
Mi padre abrió los ojos y luego los volcó con una sonrisa cansada.
¡Lo sabía!, aunque en el fondo ellos no quisieran admitirlo el odio hacia mi hermana era grupal.
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Amigo de la Infancia 2
RomantiekLa historia se repite. Anna tenía una amigo, volvieron a encontrarse, se enamoraron tan rápido que se veía que estaban destinados a estar juntos... Pero existió una pequeña diferencia, ella decidió irse, dejar todo atrás... Empezar de cero. ¿Pero q...