Capítulo 30. Monstruo.

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Con ganas de arrepentirme y volver a Stone City me detuve frente a la puerta de la casa de mis padres. Todavía estaba a tiempo de regresar y decir simplemente que no pude llegar, era mejor mentirles y decirles que nos veríamos el siguiente año. Sin embargo, respiré hondo y con pesar termine tocando el timbre.

Para mi suerte mi madre fue la que abrió la puerta. Se cruzó de brazos y me vio con impresión.

-Así que la intensidad de tu hermana terminó por quebrar tu paciencia- Afirmó y negó con la cabeza.

Volqué los ojos y sonreí con desgano.

-Vine por la abuela...- Gruñí.

Se hizo a un lado para dejarme entrar y me tomó por los hombros para examinarme un momento.

-Me alegro que estés aquí- Dijo finalmente y se dio la media vuelta.

Suspiré y cerré la puerta tras de mí. Esa era la forma en la que mi madre expresaba su afecto, estaba bien para mí. Mamá y yo nos parecíamos mucho en ese aspecto, decíamos solo lo importante, no nos gustaban las cursilerías y éramos catalogados como los "fríos y distantes de la familia".

Llegue a la estancia y encontré a mi padre sentado en el sofá junto a mi abuela, esta se hallaba dormida. Me miró con emoción y se levantó para darme un fuerte apretón.

-¿Cómo está mi muchacho?- Palmeó mi hombro con fuerza para luego sofocarme con un abrazo.

Sí, mi padre era todo lo contrario a mi madre y a mí. Era más extrovertido y enérgico, digamos... para nada serio. Nunca entendí como es que ellos terminaron juntos, la idea de que los opuestos se atraían no me convencía mucho pero de alguna forma comenzaba a tener sentido.

Mi abuelo solía decir que mi padre era un llorón, algo débil. En aquellos tiempos en que mis padres salían, mas de una vez él llegaba borracho a casa diciendo que las mujeres eran de lo peor y que nadie lograría entenderlas jamás. ¿La razón por la que él decía eso? Mi madre se negaba a sujetar su mano como cualquier pareja común o besarse en público, a veces le gustaba mantener su espacio personal.

Era obvio que mi madre era difícil de manejar. Al pasar los años supieron sobrellevarlo y de alguna manera mi padre dejo de ser tan dependiente afectivamente de mi madre y ella ablandó un poco su manera de ser. Aun así, cuando de trabajo se trataba, ninguno de los dos tenía problemas en correr en direcciones opuestas si era necesario; incluso si pasaban meses sin verse, para ellos estaba bien.

-He estado bien...- Fingí mi fastidio.- ¿Cómo está la abuela?

Suspiró.

-Ya sabes Ian, algunos días está bien y otros no del todo- Dijo esto mirándola y luego se volvió a mí con una sonrisa.- Veo que sigues boxeando, ¿El coach te trata bien no?

Asentí.

-Realmente no puedo quejarme- Me encogí de hombros.

-Tu abuelo estaría orgulloso de ti- Se quedó como pensando.- Ese viejo amargado, como quería que yo practicara el boxeo. Sin embargo, no era tan bueno... me alegro que tu hayas seguido sus pasos.

Sonrió y se dirigió al refrigerador, ofreciéndome una cerveza. Deje mi única maleta junto a la puerta y tomé la cerveza dando un largo trago.

-¿Dónde está Kim?- Me animé a preguntar.

Mi padre abrió los ojos y luego los volcó con una sonrisa cansada.

¡Lo sabía!, aunque en el fondo ellos no quisieran admitirlo el odio hacia mi hermana era grupal.

Amigo de la Infancia 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora