Capítulo 51.

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"Aaron Cromwell"

Maldita sea mil veces, maldita sea. ¿Cómo no lo pude ver antes? El cabron estaba insistente y dijo que conocía a Ada. La jodida rabia aumentó más cuando dijo su nombre, sólo dos palabras y me entraron ganas por primera vez de matar a alguien.

Entiendo que ella faltó el respeto primero en darle una bofetada, porque en ninguna relación debe existir ese tipo de tratos. Pero eso no justifica para nada que se lo haya devuelto, está falta de unos buenos golpes para ver si se vuelve a atrever y que me diga si le gusta que lo golpeen.

Ahora todo encaja, la insistencia de Alice en contratar guardaespaldas y ese mensaje que vi. Pero ningún padrastro resolverá esto, tengo que pensar bien que haré, lo citaré como lo tenía pautado y lo moleré a golpes, que maldita frustración tengo desde que la oficial comenzó a hablar, tuve que fingir saber el porqué de su visita.

- ¿Aaron? —me sumergí en mis pensamientos y no me di cuenta.

No culpo a Ada por no contarme, no es algo que se va diciendo por ahí. Pero ahora sus problemas son los míos, así que espero que no piense que me quedaré de brazos cruzados.

- Entonces Adrián Hunter.

- Ujum. ¿Estás bien?

- De maravilla. Me acabo de enterar que un maldito degenerado le puso la mano encima a mi novia —veo como se levanta y se sienta en mis piernas enroscando sus brazos en mi cuello.

- Me gusta como suena. Tu novia.

- Pues acostúmbrate porque lo escucharas seguido, y más en la calle cuando te estén comiendo con la mirada.

- ¿Tengo un hombre territorial?

- Territorial y con una jodida cojonera.

- Oh —se tapa la boca con sus dos manos —disculpa, disculpa.

Comienza a darme beso por el rostro, es inevitable no reír, Ada es todo lo que cualquier hombre busca en una mujer, es divertida, eléctrica, hablador, dulce, y no sólo eso, es inteligente, trabajadora, intensa, pero es mi novia.

- Quédate conmigo hoy —frena sus besos y se aleja un poco para verme a los ojos.

- ¿Es la cojonera quien habla? —no puedo no reírme, Ada necesita ayuda.

- No —beso su nariz — es un novio romántico el que habla.

- Vale un novio romántico con cojonera, no me engañas.

- Me declaro culpable.

- No sé, tienes que convencerme.

- ¿Convencerte? ¿Lo hago con una pizza con todos los quesos que quieras? ¿Y un pote de helado con extra de chocolate? Ya que no pudimos terminar de comer.

- Mejor con extra de maní —hace ese gesto que tanto me gusta, cierra sus ojos y me da una sonrisa mostrando todos los dientes.

- Lo que quieras. Ahora ve y haz un bolso mientras yo recojo la mesa.

Se levanta y le doy una nalgada antes de que comience a caminar a su habitación, pega un grito.

Voy hacia el balcón y recojo todo, lavo y guardo todo. No quise insistir en el tema ni seguir hablando porque todavía no sé cómo reaccionará, pero lo solucionare, citaré a Adrián como lo tenía pautado, tengo que planear que haré, pero hablar es lo que menos pienso hacer, cuando sea el momento indicado le diré que lo conozco.

Ada no ha salido y ya hice todo, hasta hice el bolso de coco, lo tengo en mis brazos acariciándole la cabeza. Como si escuchara mis pensamientos sale de su habitación. Se cambió, tiene un short con zapatos deportivos y un suéter corto. Me levanto y agarro el bolso que tiene guindado.

- ¿Lista?

- No, tengo que hacer el bolso de coco.

- Ya lo hice —señalo el bolso en el suelo.

- Ayyy, gracias.

- ¿Y mi beso?

- Yo no te pedí que lo hicieras —camina hacia la puerta riéndose.

- Me lo debes.

Se supone que íbamos al supermercado sólo a comprar helado, y aquí estoy rodando un carrito en la caja para pagar, lleno de golosinas, cotufas, gaseosas y pare de contar.

- Se me olvidó. ¿Me puedes traer otra bolsa de palomitas pero de esas con sabor a queso?

- Quiero verte comiendo todo esto. Ya regreso.

Camino hacia el pasillo y agarro las dichosas palomitas, cuando llego de regreso a la caja Ada ya pago.

- No puedes ser tan inocente Aaron.

- ¿Me dijiste que fuera a buscar esto para pagar?

- Si, si no es así, no me hubieses dejado pagar.

- ¿Muy habilidosa tu, no?

Hoy no hay nadie en casa, Marta tenía un cumpleaños de un familiar y London quiso acompañarla.

- Este olor a pizza me está matando. ¿En dónde puedo dejar mis cosas?

- Ven, vamos a mi cuarto.

- Después dices que la habilidosa soy yo. ¿No hay más habitaciones?

- Sí. ¿Pero es un pecado querer dormir con mi novia?

- No —se inclina un poco y me da un beso.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora