DESNUDO

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Nahuel me parecía un chico muy educado y agradable. No entendía por qué Jake decía eso de él, aunque, estando imprimado, todos los chicos que se me acercasen le caerían mal, por supuesto.

El trayecto a casa duró menos de lo que me había esperado y llegamos más pronto de la cuenta. No pude decir ni una palabra en el coche, estaba demasiado ensimismada pensando en el secreto de Jacob. Me dediqué a escuchar de fondo la agobiante ópera que Nahuel llevaba en el Ferrari, mientras miraba por la ventanilla.

Nada más bajarme del vehículo, me llegó el efluvio de Jake. Parece ser que él también se había adelantado. Sin embargo, su olor no venía de la casa, venía del bosque. Ya me debía de estar esperando.

- Me lo he pasado muy bien, gracias – le dije a Nahuel.

- ¿Quedarás conmigo otro día?

- Claro, por qué no.

Al fin y al cabo, me había gustado su compañía, y ahora sabía que Jake hablaba mal de él influenciado por su estado.

- Muy bien, ya hablaremos entonces – Nahuel sonrió satisfecho.

- Entra, si quieres – le señalé la casa -. Yo he quedado en el bosque con Jacob.

- Ah, de acuerdo. Nos vemos luego.

- Sí, hasta luego.

Nahuel se giró y subió las escaleras del porche para meterse en casa. Yo hice lo mismo para adentrarme en el bosque.

Mientras caminaba entre los enormes pinos y abetos, volví a rumiar todo el asunto y mi enfado aumentó. Lo único que me apetecía era agarrarle del pescuezo y hacerle hablar. Me puse a correr para encontrármelo lo antes posible y pillarle desprevenido. Empecé a olisquear su efluvio, oteándolo para ver de dónde venía. Al parecer, todavía no estaba en el tronco, el olor venía de otro sitio. Me dirigí hacia allí, echando humo por la nariz. Me percaté de que estaba cerca del río, ya que se escuchaba el sonido del agua. Estaba ahí, podía olerle. Divisé el río entre la vegetación y aceleré.

De pronto, mis ojos se abrieron como platos cuando le vi a través de los dos últimos y gruesos abetos. Mis piernas se detuvieron en seco, derrapando con las hojas caídas en el suelo, y me escondí detrás del gran árbol que estaba en primera línea, con el corazón retumbándome en la garganta. Recé para que no me hubiera visto, hasta que el ruido del agua sonó de nuevo y respiré aliviada. Me di cuenta de que tenía el viento a favor y que por eso no podía olerme.

¿Sería verdad lo que había visto? ¿Jacob estaba… desnudo? Mi estómago estaba invadido otra vez por esos insectos que ya empezaban a ser parte de mí. Me quedé un rato quieta, apoyada en el tronco en silencio para ver si me tranquilizaba y me podía ir de ahí sin que me oyera. Me concentré en el ruido de la corriente del agua, en los pájaros, en el viento que mecía las hojas y…

…en el chapoteo de Jake mientras se bañaba desnudo.

Mi cuerpo se giró solo y me encontré a mí misma tras el árbol, con la frente y las manos puestas en el tronco, preparada para moverme hacia un lado. ¿Qué tenía de malo si le echaba otro vistazo? Después de todo, ya le había visto… un poco. Sí, casi no le había visto nada. Me mordí el labio, indecisa, y se oyó otro chapoteo. Mi cabeza empezó a ladearse hasta que pude tener visión. Cuando mi mandíbula se cayó, apoyé mi boca en la mano y me arrimé bien al tronco para que no me descubriera. Ni siquiera le hice caso a las mariposas histéricas, ni a mi corazón a punto de estallar, ni a mis mejillas encendidas, cuando observé lo que tenía delante.

Jacob estaba sentado de frente, tan tranquilo, en una roca de la orilla más alejada, descansando el peso de su espalda sobre sus manos y con los pies metidos en el agua, jugando con la corriente, mientras miraba algo a su derecha, a lo lejos. De repente, se fijó en el río y se arrastró hasta que se metió de un salto en el agua. Me escondí de nuevo detrás del árbol, aunque no tardé mucho en volver a ladearme para mirar. El agua le llegaba por las rodillas y caminaba en mi dirección, hacia la orilla, sacudiéndose el pelo con la mano. Casi parecía que lo hacía a cámara lenta. El sol hacía brillar su cobriza piel mojada y creaba destellos en el agua que se reflejaban en su cuerpo, en su cara y en sus ojos negros. Su desnudez era hermosa y perfecta, todo él era músculo, fuerte y proporcionado. Le pude ver de espaldas cuando llegó a la orilla y se dio la vuelta. Se quedó quieto, con los brazos en jarra, esperando para secarse a tres metros de mí. Lo tenía muy cerca, pero mi cuerpo no se podía mover del sitio, mis pupilas no se podían alejar de él. Se volvió a revolver el pelo mientras se giraba para coger sus pantalones vaqueros cortos y su camiseta negra, que estaban colgados de una rama del enorme abeto en el que yo me ocultaba.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora