(PARÉNTESIS)
BELLA
A medida que mi hija iba subiendo las escaleras, mi terrible angustia y tormento iban aumentando.
Esperé hasta que ella entró en el despacho de Carlisle y escuché la puerta cerrarse, para sentarme en el sofá. Era una estupidez, pero necesitaba hacerlo, como si esa necesidad típicamente humana también quisiera acompañar al resto de sensaciones mortales que me invadían y se empeñara en hacer acto de presencia.
¿Por qué había hecho eso tan horrible? ¿Por qué no había podido detenerlo? ¿Es que esto no iba a parar hasta que no terminase de destruir todo lo que más amaba? ¿Es que tenía que herir a todo el mundo? ¿A mi marido? ¿A mi propia hija? ¿Incluso a Jacob?
Odiaba este absurdo comportamiento, pero era incapaz de pararlo, no podía detenerlo ni controlarlo, era imposible. Era peor que la sangre. Ese fuego rabioso explotaba y me dominaba.
Su olor aún estaba por la estancia. Esa nube invisible flotaba con un movimiento imperceptible, casi se había quedado estanca en el ambiente. Di gracias a Dios de que mis ojos estuvieran exentos de la obligación de ser tapados por los párpados, porque si los bajaba ahora mismo, todavía podía verlos a ellos dos, juntos. Juntos.
No pude evitar que me rechinaran los dientes.
Me incliné hacia delante y mis manos se mezclaron con mi cabello para encerrarlo entre sus dedos. No podía salir de esta espiral en la que me veía encerrada, me sentía completamente perdida. Era un agujero negro que me envolvía, un pozo oscuro lleno de miedos, confusión, dudas, y esos recuerdos de mi vida humana, vagos aunque dulces recuerdos, que me flagelaban y me sumían más en ese pozo.
Dulces recuerdos. Mi infancia junto a Renée, mis días de vacaciones en Forks con Charlie, y Jacob, mi Jacob… Mi sol…
Sumida en esta oscuridad, ahora necesitaba ese sol más que nunca, necesitaba su luz y su calor. Cómo lo echaba de menos. Creía que esa dependencia se había esfumado, pero desde que Renesmee había crecido, desde que me había envuelto esta repentina y negra espiral, esa dependencia había regresado con más fuerza que nunca. Todo había regresado.
No entendía por qué era así, qué me estaba pasando. Esta espiral era como una regresión al pasado, me envolvía y me llevaba hacia atrás una y otra vez, como una ola que te sumerge continuamente y no te deja salir a la superficie. Llenaba mi cabeza de interferencias, unas interferencias que traían los recuerdos de mi vida humana, clavándomelos a fuego para obligarme a sentirlos de nuevo. Y todo había empezado hace seis años, después de la visita de los Vulturis, cuando Renesmee me había dejado ver sus verdaderos sentimientos hacia Jacob, aun siendo tan pequeñita.
Yo no le había hecho mucho caso, lo cierto es que en aquel entonces no me afectó lo más mínimo. Lo que no me imaginaba es que eso sólo habían sido unas pequeñas gotas, había sido la primera chispa del rayo. La verdadera tormenta había estallado ahora, cuando ella había crecido y me había dado cuenta de lo que eso suponía; de lo que eso suponía a todos los niveles, porque no era solamente estos extraños sentimientos hacia Jacob lo que me perturbaba y me angustiaba.
Todo se me había juntado.
Para empezar, estaba eso mismo, el crecimiento de mi hija. Siempre habían existido otras posibilidades, desde luego, pero yo sabía que Jacob y ella terminarían juntos cuando eso sucediera. Y siempre me había preocupado Jacob en este asunto, en cómo le afectaría a él una separación de Renesmee, porque algún día íbamos a tener que marcharnos de Forks. Lo que no me imaginaba es que la que iba a tener que sufrirlo iba a ser yo. Porque siempre di por hecho que mi hija y yo – y Edward, por supuesto – íbamos a estar juntas para siempre, y jamás se me pasó por la cabeza que ella pudiera estar imprimada también y que se fueran a quedar en La Push. Yo entendía su decisión perfectamente, claro está, Jacob también se debía a su manada, a su tribu, él era el jefe de la tribu legítimamente, y la decisión de Renesmee me parecía la más adecuada. Además, cuando me había dado la noticia, se me había venido el mundo encima, pero ahora, pensándolo más en frío, me daba cuenta de que el querer que ella se viniera era algo egoísta por mi parte. Porque nosotros teníamos que mudarnos continuamente para evitar las sospechas, pero ella podía llevar una vida más normal, en un sitio fijo, en el que formara un hogar, una familia. Sin embargo, y a pesar de todos mis intentos, no podía evitar que el tema me afectase. Egoístamente, sí, me resultaba muy duro el entregársela a Jacob y tener que separarme de ella. Esto era una de las elipses de la espiral.
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JACOB Y NESSIE DESPERTAR
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