(PARENTESIS) BELLA

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(PARÉNTESIS)

BELLA

Ya llevaba un buen rato sentada en ese tronco desde que Jacob se había perdido entre la vegetación con celeridad. Me había quedado sola, con la única compañía de un vacío interior que invadió mi mente y que comenzó a ser cubierto por una densa niebla.

No sabía cómo me sentía. Me veía completamente acechada por unos sentimientos encontrados que chocaban unos con otros. Bueno, eso no era nada nuevo para mí últimamente.

Todavía me sentía profundamente arrepentida, horrorizada e incluso avergonzada por intentar besarle. ¿Cómo podía haber hecho eso? ¿Cómo podía haberle hecho eso a mi hija? ¿A Edward?

Cerré los ojos y un suspiro de profunda desazón salió involuntariamente por mi boca. No había podido evitarlo, esta explosión de fuego que sacaba a ese yo extraño me había dominado por completo. Me sentía fatal por no haber sabido controlarlo, por no haber sido capaz de pararlo, pero resultaba imposible, imposible. Era peor que la llamada de la sangre.

La cosa había empezado a ir mal cuando escuché esas palabras de rechazo. Sabía que iba a ser así, las había esperado, y sabía que me iban a doler por esta estúpida espiral que hacía regresar a mis sentimientos del pasado, sin embargo, oírlas de su boca directamente y con ese convencimiento, me habían resultado especialmente duras. Eso había sido el chispazo.

No obstante, algo había salido bien. Esa niebla que cubría mi mente empezaba a abrirse algo, despejando mi cerebro poco a poco, quedando solamente ese vacío; un vacío que era lo que yo había estado deseando durante todo este tiempo, porque significaba que había liberado todos esos sentimientos, para que desaparecieran, y por fin comenzaba a ver una luz en ese túnel oscuro lleno de interferencias en el que me veía atrapada. Sabía que todavía me quedaba mucho, pero este era mi comienzo para salir de la espiral.

No me lo pensé dos veces. Lo único que me apetecía ahora era una cosa: ver a Edward.

Eché a correr por el bosque, con tanta velocidad, que la hierva de mis pies apenas se movía por mis imperceptibles y vertiginosas pisadas.

No tardé mucho en llegar a donde había quedado con mi marido. En cuanto pasé el río, percibí su efluvio y lo seguí.

Estaba apoyado en un árbol, con los pulgares metidos en los bolsillos de su pantalón. Su cabeza reposaba en el tronco, ligeramente elevada hacia arriba, y la suave brisa casi veraniega parecía entretenerse con su cabello broncíneo, jugueteando con los mechones a su antojo. Sus ojos estaban cerrados y la expresión que dominaba su rostro era la reflexión.

Me paré a unos metros de él, y en cuanto oyó el ligero movimiento de la hierba bajo mis pies, su cabeza se movió en mi dirección para mirarme.

Solamente hizo falta que viera mi rostro. Los dos corrimos el uno hacia el otro, y en menos de un latido de corazón, ya nos habíamos fundido en un abrazo. Ese abrazo fue tierno, intenso y conmovedor. Sí, habíamos superado esta prueba, juntos habíamos saltado este obstáculo, uno de tantos a los que nos tendríamos que enfrentar. Me sentí tan bien, que me dieron ganas de llorar de felicidad.

Edward consiguió separarse de mí y observó mi rostro como si hiciera mil años que no lo hubiese visto.

- ¿Cómo te sientes? – me preguntó.

¿Que cómo me sentía yo?

- Edward, acabo… acabo de confesarle mis sentimientos a Jacob – le recordé, pues ya habíamos hablado de esto.

Para mi asombro, él sonrió.

- Sí, unos sentimientos fantasma – dijo, acariciando mi mejilla con dulzura.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora