REGALOS

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Por la mañana me tuve que duchar con agua fría otra vez, aunque de poco sirvió. Aunque había estado con Jake hacía sólo unas horas, el recipiente que contenía la gasolina que simbolizaba mi celo estaba lleno hasta arriba de nuevo y seguía subiendo, y hasta que no le prendiéramos fuego y se consumiera, no iba a haber forma de parar aquello.

Cuando bajé al salón, Jake no estaba y mi padre tampoco. Al parecer, y según Alice y Rose, que seguían enfurruñadas conmigo, mi progenitor no le había dejado entrar en casa y él se había ido muy lejos de nuevo para no escuchar nuestros gritos. Aún así, el efluvio de Jacob estaba tan cerca, que conseguía penetrar por las rendijas de la puerta y de las ventanas, clavándose en mi cerebro para poner en marcha el botón que activaba la alarma, porque ya no era una llamada, era una alarma.

Ni siquiera desayuné. Salí volando del edificio y me abalancé como una posesa sobre Jacob, que me esperaba apoyado en su moto. Por poco la tiramos abajo.

- Dios, Nessie… - susurró entre los jadeos, sin dejar de besarme alocadamente -. Vámonos de aquí ya…

Nos costó lo nuestro despegarnos, pero al final lo conseguimos.

Nos subimos a su Harley Sprint y nos largamos con urgencia. Fue una buena idea que viniera a buscarme en moto; esta vez no me puse el casco para que me diera bien el aire en la cara.

El vehículo se desplazó a todo lo que daba por la carretera de La Push hasta que, por fin, llegamos a su garaje.

Dejamos la moto y Jacob me cogió de la mano para dirigirnos prestos hacia la casita roja.

- ¿Billy se ha ido a pescar otra vez? – le pregunté, extrañada, por el camino, al percatarme de adónde íbamos.

- Se ha ido unos días a casa de Rachel y Paul para dejarnos a solas.

- ¿Se lo has contado? – quise saber, con una vergüenza horrible.

- No pude evitarlo, tu olor está por toda la casa y se me notaba muchísimo – confesó escuetamente, acelerando el paso.

- Pero ahora Paul también se va a enterar – me lamenté.

Eso significaba que la manada acabaría sabiéndolo. Horror.

Jacob abrió la puerta de su casa y me metió dentro, tirando de mí para pegarme a su cuerpo.

- Nena…, tenemos la casa para nosotros solos durante días – me reiteró al ver que no me había fijado en lo importante, exhalando con intensidad mientras ya me besaba sin freno.

¡La casa para nosotros solos durante días!, repitió mi acalorada mente.

Cerré la puerta con el pie, de un portazo, y ya no me importó nada más.

Descubrimos que mi celo duraba una semana. Al principio, me pareció sorprendente que mi padre aceptara de buen grado mi estancia en casa de Jacob durante la duración del mismo cuando ese día le llamé por teléfono para pedirle permiso, aunque luego comprendí que lo hacía más bien por él y por su propia salud mental. Según mi madre, esa noche mi mente también había gritado a todas horas, hasta en sueños, y mi padre estaba al borde del colapso. Casi fue un alivio para él cuando se lo pedí, así me lo hizo notar su voz, y Jake y yo pegamos un salto de alegría cuando colgué. A mi madre, en cambio, no le gustó mucho la idea, sin embargo, avisó a Seth para que me fuese a buscar algo de ropa y me la trajera.

El paciente y más que atento Billy nos había dejado la despensa y la nevera llenas, al parecer, no quería que a mí me faltase de nada – siempre me había tratado como a una hija, pero desde que le habíamos anunciado nuestro compromiso, estaba encantado y me tenía como a una reina, y eso que le dijimos que todavía no había fecha -, quería que me sintiese como en mi casa, aunque ya le dije a Jacob que todo eso no hacía falta, puesto que yo me sentía en mi hogar. Con Billy todo era muy fácil, no hacía falta darle ninguna explicación, todo le parecía bien. Solamente nos llamaba algún día para ver si necesitábamos algo. Desde luego, tendríamos que pagarle este enorme favor con creces cuando todo terminase.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora