Capitulo 4

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ALE:

No tuve que empacar nada, toda mi vida siempre estuvo guardada en esa enorme maleta gris, mi temor mas grande era romper a llorar junto a la señora Jones.
Ella me veía desde la sala con una lúgubre mirada, estos dos últimos años nos habíamos acompañado mutuamente, ahora nos separábamos.

Aparecí en la sala arrastrando mi equipaje, sabia que ella quería sollozar y yo igual. Se puso de pie con dificultad, me miro a los ojos de esa forma tan tierna que me partía el corazón.

-Bueno, esta es la despedida mi niña.

-No, señora Jones. Es un hasta luego, prometo que vendré a verla hasta que se vaya a la casa de retiro, y allí también iré a visitarla. No la abandonaré.

-Sigue tu vida, no te ates a mi. Cumple tu sueño-en sus ojos se formaron las lágrimas-No dejes de buscar el amor, es lo mas importante.

-Sabe que luchare para conseguir lo que quiero, y jamas la olvidare. Se lo prometo.

-Gracias por tanto mi niña.

Me acompaño hasta la calle donde me esperaba un taxi, la sostenía muy fuerte de la mano. No quería irme pero sabia que esto seria así, no debía haber creado un vinculo tan grande con ella. Le di un fuerte abrazo y un beso en cada mejilla, la extrañaría demasiado.

La vi por ultima vez desde el taxi, se veía tan devastada. La vida era cruel de muchas formas, y las despedidas eran una de ellas.

Llegue al departamento de Leo pasando el mediodía, golpee varias veces hasta cansarme. Al abrirme se veía muy dormido, estaba semi desnudo y con el cabello alborotado. Sus músculos se veían aun a través de su camiseta y su bóxer estaba muy ajustado.

-Lo siento-se disculpó-Estaba muy cansado y me quede dormido.

-No hay problema. ¿Puedo pasar?

Asintió haciéndose a un lado para dejarme entrar, por lo visto había dormido en el sillón.

-¿Cual sera mi habitación?

-Esa de allá-apuntaba con la mano y se desperezaba.

Entre arrastrando la maleta, era una habitación amplia con una cama enorme, ventana y un gran ropero, nunca había tenido algo parecido.

-Oye-Leo apareció detrás de mi-Esta noche habrá una fiesta aquí. Si quieres...

-¿A que hora?-pregunte.

-Tipo diez de la noche.

-No te preocupes, trabajaré. Y probablemente volveré mañana al medio día.

-Bueno, ten-me tendió un manojo de llaves-Así no tienes que golpear para entrar, ahora también vives aquí.

-Gracias.

Tome las llaves guardándola en mis jeans, se fue sin decir nada mas. La casa era muy silenciosa o eso pensé.

-¿Quieres almorzar algo?-grito Leo desde la cocina.

-No, gracias.

Acomode mis cosas de la mejor forma que pude, no tenia mucho e intentaba cuidar lo que tenia.
La habitación aun olía a hombre, tire un poco de perfume para disipar el antiguo aroma.

Al llegar la tarde me vestí de la forma habitual y salí rumbo a mi trabajo, me gustaba caminar y escuchar música. Eso me preparaba para enfrentar una larga jornada, al llegar me vestí con el uniforme, y me dirigí a recepción.
Angie era la supervisora, era muy profesional sin dejar su parte humana de lado.

-Bienvenida Ale, hoy Cristina te ha extrañado, te toca darle su leche de las 8. Esta noche tienes 7 a tu cuidado.

Entre a la sala de Neonatología, los sonidos de las maquinas llenaron mis oídos, significaba que todas estaban funcionando. A viste a Cristina a lo lejos, por lo visto hoy había retrocedido en su recuperación, volvía a tener la cánula de oxigeno.
Me acerque a ella y tome su pequeña mano entre mis dedos, lei su informe diario, había subido 50 gramos, era mucho para ella, la felicite y fui a preparar su leche.
Nunca comprendere por que las mujeres abandonan a sus bebés.

LA ESTRATEGIA |COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora