Capitulo 34

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LEO:

¿Por qué yo siempre era el idiota?
Recordaba ese maldito momento en el que él estaba encima de Ale, si no fuese por mi pierna estoy mas que seguro que lo hubiera golpeado hasta caer.
¿Por qué me dolía tanto?
Ella me había visto cientos de veces con otras mujeres y jamás dijo algo.
En cambio yo al verla con otro actuaba como un niño celoso.
¿Celoso?
Si. Leo Strauss éstas celoso.

Me recoste en la cama, percibí el calor que hacia en mi habitación, supuse que Ale había puesto el aire acondicionado. Me quite el abrigo y la camisa, me deje llevar por mis pensamientos.

—"Estoy mas que segura que ese bebé no es tuyo"— dijo Aime.

—¿Cómo sabes?

—Ale me confesó que fue inseminada por una obstetra, o algo así.

—¿Ale?

—Si.

—Ella sabia... ¿Y no me lo dijo?

—¿Le hubieses creído?

—No lo ...

—Por algo no te lo habrá dicho.

En el fondo sabía de lo que Amber era capaz. Pero aún así me sorprendía, no le importaba nada mas que ella. Y comprendí la influencia que yo tenia sobre algunas mujeres, muy mala influencia.
Cerré las cortinas para no ver las luces de la calle, la habitación quedó sumida en una oscuridad total. Con mucha dificultad me puse mi ropa para dormir y termine de acostarme.
Escuche la puerta de mi habitación abrirse, los pasos sigilosos de Ale se aproximaron a mi cama.

—¿Leo? ¿Estás despierto?

No quise responder, me hacia el ofendido pero moría por tomarla entre mis brazos y besarla hasta dejarla sin aliento.

—Leo, estas despierto. Ya te vi...

Se acostó al otro lado de la cama.

—¿Estás enojado?

—No.

—Creo que si... Pero para mi no significo nada. Él me beso de sorpresa.

—¿Te gusto?

—No.

—¿Besa mejor que yo?

Escuche su hermosa sonrisa.

—Nadie besa mejor que tú.

Se acerco un poco mas a mi, su rostro quedaba a unos centímetros del mio.

Sus hermosos ojos verdes me observaban divertidos, sus labios eran una tentación para mi. Pude sentir como mi corazón latía erráticamente al sentir su aroma cautivante.

—¿Dónde fuiste? —quiso saber.

—Tenia asuntos que resolver.

—Te extrañe...

—Yo también.

Acerque mi brazo y ella se recostó encima, apoyó su cabeza en mi pecho. Dirigió su mirada hacia arriba implorando un beso de mi boca.
Me aproxime a ella, su dulces labios eran mi mas grande adicción. Pero no podía besarla sabiendo que muy pronto se iría. Me opuse un instante pero era tan tierna que no podía dejarla esperando.

LA ESTRATEGIA |COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora