Capítulo 31

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LEO:

Siempre tuve miedo a cosas sin sentido y en realidad hasta hoy me había dado cuenta de eso. Miedo a fracasar, miedo a envejecer, miedo a ser olvidado, miedo al rechazo.
Pero hasta que me di cuenta de mi mas grande temor: perder a Ale.
Estaba allí, con un corte en la garganta viendo sus manos manchadas de sangre. Sentí como mi cuerpo se congelaba al verla así, respirando con tranquilidad hasta que se desplomo en el suelo.

Reuní todas mis fuerzas y corrí al teléfono, marque el número de emergencias e intente no llorar al hablar con la operadora.
Cinco minutos después llego la ambulancia, los paramédicos comenzaron a atender a Ale, sentía como en mi mente retumbaban pensamientos negativos y que decían que todo saldría mal.
La pusieron en una camilla para examinarla mejor, ella comenzó a despertar poco a poco. Se intento tocar la herida y ellos se lo impidieron.

Herida superficial, nada grave— dijeron y sentí como el alma me volvía al cuerpo.

—¿Estás bien? —pregunte.

Ella asintió pero su mirada estaba lúgubre y apenada.
Le hicieron 7 puntos en el cuello diciendo que era más que afortunada de que la cuchilla no atravesó nada vital. Y solo al acabar supieron que esa bella chica de ojos verdes era doctora al igual que ellos.

Deberían ir a hacer la denunciaopinó uno.

Ambos dijimos que lo haríamos pero preferí llamarlos para que vinieran, mi compañera se veía pálida y muy abrumada.

Los oficiales nos informaron que lo mejor era revisar las cámaras de seguridad del edificio e ir al banco para descartar la posibilidad de un entregador.

—Ese dinero nunca fue mio, en realidad era un regalo— dijo ella —No me pertenecía y no creo que vuelva.

Ellos se encargarían de investigar, llame a un abogado para que tomara cartas en el asunto, y así dejar a Ale en paz.

Su animo estaba por el suelo, no se había movido del sillón de la sala.

—¿Puedo preguntar algo? —hable.

—Dime.

—¿Cómo es que fuiste sola a buscar todo ese dinero?

—¿Y con quién se supone que iría? ¿Contigo? ¿así? —apunto a la silla de ruedas.

—Auch. Eso dolió...

—Perdón Leo pero en verdad no estoy de humor para discutir sobre eso.

—Entiendo.

—No sé que hacer— vi como las lágrimas corrían por su rostro —Ese dinero era para mi viaje, para ayudar a todos los niños que lo necesitan.

—¿Para todos los niños...? —sonaba extraño —¿Dónde irás?

—Liberia.

—¿Dónde queda? —quise saber. Rogando que quedara cerca.

—África.

Al otro lado del mundo, lejos de todo. Lejos de mi...

—Lo lamento, en verdad.

—No tienes porque Leo— dijo sonriendo. Esa hermosa sonrisa.

Y lo supe, debía hacer algo para ayudarla. Ella lo merecía, la veía tan pesarosa.
Y no le importaba en lo absoluto su herida, creo que ni siquiera le dolía. Ella sólo estaba preocupada por el dinero que había perdido para otros, para ayudar. Su corazón era tan bondadoso que no se preocupaba por su persona.

LA ESTRATEGIA |COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora