capítulo 25

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ALE:

El mundo entero cayó a nuestros pies, el aire se cortaba a medida que mis lágrimas fluían.
Siempre estuve muy segura con respecto a algo en mi vida: no debía aferrarme a nada ni a nadie.
La vida me había quitado a mis padres, y no estaba molesta por eso, la vida había impedido que encontrara a la familia que me aceptara como un miembro más y no estaba molesta por eso. La vida me había arrebatado a la Señora Jones y había alejado a Cristina de mi y no me había molestado.
Pero ahora sintiendo un enorme vacío en mi interior como un enorme agujero negro que me consumía desde adentro, solo sentía algo: Odiaba mi vida, odiaba ser yo.
Solté a los padres de Leo y comencé a caminar sin rumbo fijo, poco a poco, paso a paso sin ningún pensamiento en mi mente. Hacia adelante, con el miedo corrompiendo mi cuerpo, temía si, por todo lo que me esperaba.

—Ale... —la voz de Aime llamó mi atención— ¿Dónde estabas?

La mire fijamente a los ojos, sabia que me veía desastrosa.

—¿Qué ocurre? —me pregunto preocupada.

Negué con la cabeza y corrí a abrazarla. Ya no podía soportar mi pesar.

—Él murió... —dije en un susurro.

—¿Quién? —inquirió asustada.

—Leo.

—¿Qué? No...

—Si...

—No Ale...

—¿Por qué dices no? —pregunte.

—¿Por qué dices que si? —replanteo.

—No esta en terapia intensiva. No sé, debía estar ahí pero...

—Ah...—dijo tranquila— Hice que lo cambiaran de habitación.

Toda mi tristeza se convirtió en otra cosa.

—¿QUÉ HICISTE QUÉ?

—Si despertaba ahí, te aseguro que él iba a creer que estaba muerto. Y allí no resguardan su integridad física para nada, debía asegurarme de que respetaran su intimidad y que no le sacaran fotografías para venderlas al mejor postor.

—¿Por qué no me avisaste? —pregunte muy molesta— tenia el corazón en la boca y mi alma hecha jirones.

—No creía que te importara mucho...

No le di importancia a su respuesta e intente incorporar lo que me quedaba de dignidad para ir a ver como estaba Leo.

—¿En dónde está?

—Tercer piso, habitación 7.

—Sus padres están aquí, ¿Podrías hablar con ellos? —pedí.  

Asintió con la cabeza, y me dirigí rápido hacia los ascensores.
Nunca había creído que Aime quisiera tanto a su primo, siempre hablaba de él con desprecio como si no fueran familia.
Una vez metida en el elevador, presione el botón del tercer piso y espere a subir impacientemente, los pacientes y otros doctores me veían de forma extraña.
Llegué y pude notar como la habitación había sido decorada con flores y los presentes que algunos allegados enviaban, leí algunas notas que traían los arreglos florales: buenos deseos, buena recuperación, suerte. Pero ningún "iré a visitarte", en realidad nadie se preocupaba por él. Era triste, la soledad lo rodeaba por completo.
En medio de la habitación estaba su cama hospitalaria, parecía tan relajado, como si estuviera plácidamente dormido, las heridas empezaban a cicatrizar, y su piel que una vez fue perfectamente pulcra empezaba a mostrar las imperfecciones que rompían la armonía de sus facciones.
Me preocupaba pensar en que diría al verse, había vivido siempre de su apariencia. La recuperación le llevaría meses, pero lo mas seguro es que optara por la cirugía plástica.
Me acerque lentamente y tome el informe médico.
Se veía bastante bien, estaría dormido por lo menos dos días y era tiempo suficiente para que Adrien llegara y sus padres se acomodaran. Debía estar con él cuando lo hiciera, debía acompañarlo. Era importante pero, ¿para quién? ¿Para él o para mi?
Me sitúe a su lado, deseaba tanto poder saber que sentía, lo quería mas de lo que imaginaba.
Toque su rostro, mis dedos tímidos recorrieron su piel con movimientos suaves, mi pulgar llegó a su ojo, sentí cosquillas al tocar sus pestañas y el contacto me hizo estremecer por dentro.
Tome su mano y la presione un poco, debía estar un poco consciente porque percibí que movió sus dedos para oprimirlos como respuesta. El electrocardiógrafo comenzó a sonar más fuerte, sus latidos aumentaban.

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