Capítulo 22

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LEO:

Esos besos tiernos que me daba hacian girar mi mente, su aliento fresco golpeaba mis labios logrando que quisiera más de ella, nunca la había deseado tanto como en este momento. Deseaba llevarla a la cama y dejarla sin energías.

-Mañana debo levantarme temprano, debería ir a la cama.

-Si deberías -dije besándola en el cuello hasta la clavícula.

-Leo.

-Detenme, sino seguiré hasta donde me dejes -advertí.

Con un beso profundo me arrastro por toda la sala hasta llegar a su habitación, sus ojos traviesos no dejaban de recorrer mi cuerpo. Acerque más su cintura a la mía e inspire su dulce aroma, bese su mandíbula provocando que gimiera.

-Leo...

Mi nombre en sus labios eran la gloria misma.

-Di mi nombre de nuevo- pedí.

Ella sonrió de esa forma inigualable que me hacia saber que lo estaba disfrutando.

-Leo. Leo. Leo. Leo...

Era única. Y ahora la haría mía.

***

Dormía a mi lado respirando plácidamente, las sabanas se enredaban en sus piernas y en su pecho. Su piel se iluminó después de estar conmigo. O al menos así lo creía yo, lograba revitalizarla.
Deseaba abrazarla y acurrucarla en mi pecho pero eso seria demasiado para ambos, dormíamos juntos pero no de la forma convencional, ella descansaba del lado izquierdo de la cama y yo del lado derecho.

Nos separaban unos centímetros, pero aun así me daba cuenta de que no estaba lo suficientemente cerca. Toque suavemente su palma, su piel tersa hacia que una ola de electricidad recorriera mi cuerpo.
Por un momento pensé en que estaba haciendo algo incorrecto, que la estaba ilusionando.
Ella estaba sola en el mundo, no tenía a nadie que la aferrara a la vida, el peso de su soledad debía hacerla actuar fría. Me sentí pésimo, más que pésimo.
Me pregunte ¿Dónde pasaría las fiestas de fin de año? ¿Cómo se sentiría?
Recordé a mis padres cocinando y preparando los postres típicos de navidad, ese aroma dulce que llenaba las habitaciones de toda la casa. Los extrañaba, debía hablarles, y tal vez podría llevarla conmigo para que no estuviera sola.

Oí la alarma del celular sonando a todo lo que daba, la vi desperezándose e intentando abrir los ojos.

-Quiero quedarme a dormir- murmuró.

-Seria una fabulosa idea- respondí subiendo sobre ella.

-Dejame, debo estar lista en 15 minutos.

-Tiempo de sobra -comente besando sus labios.

-Ay Leo...

Me empujo un poco hacia atrás y se levanto de un salto.

-El deber es primero -dijo.

El gatito que había traído comenzó a maullar, debía estar hambriento.
Camine hasta la cocina y le di un tarro de leche, agradecido se frotó en mis piernas.

-Cuidalo bien por favor -pidio Ale saliendo del baño.

-Si como no, hoy nos divertiremos mucho juntos. ¿No es verdad mishi?

-No le pongas nombre Leo, te encariñaras.

No lo había pensado, no me gustaban los animales pero este gatito era muy tierno a simple vista.

-¿Ale?

-Si -respondió girando para verme.

-¿Qué harás para las fiestas?

-¿Qué fiestas? -pregunto extrañada.

-Las de fin de año.

-Ah, nada. No festejo mucho.

-¿Te gustaría pasarlas conmigo?-Inquiri emocionado

-No te ofendas Leo, pero no me gustan esas cosas y además mi contrato contigo vencerá ese mes, lo que siguiere que probablemente ya no estaré en el país.

Maldita sea, lo había olvidado por completo.

-Tienes razón. -admiti.

-Cuida bien al gatito y coman algo -dijo despidiéndose.

La puerta se cerró tras ella y era inevitable no sentirme tan mal.

Me propuse hacer ejercicio, el animal no dejaba de dar vueltas a mi alrededor. Su pelaje gris se camuflaba con mis pantalones y temía lastimarlo, era pequeño pero no tanto. Abrí las ventanas para que el aire fresco entrara, sentí la brisa fría y recordé que Ale no se había llevado suéter ni una campera.
¿Por qué me fijaba en esos detalles?
Me puse a pensar donde iría después de abandonar el departamento, dijo que saldría del país, tal vez había conseguido un mejor empleo.
¿Por qué me mareaba con esas preguntas?
Tenia derecho a la privacidad, pero en si ella era un misterio por completo.
Justo aquí es donde me doy cuenta de que solo pienso en ella, todo el día y a toda hora.
¿Qué significaba eso?
Que me gustaba de otra forma. ¿Era malo que me gustara?
No.
¿Entonces?
Ella se iría, y no podía detenerla.
Debía enfriar mis emociones pero no podía hacerlo porque mi mente me traicionaba imaginando posibilidades alternas.

Escuche el inconfundible maullido desesperado del gato, comencé a buscarlo. Pase por cada habitación y no lo encontré, él continuaba con su incesante ruido. ¿Dónde estaba?
Me desespere, no había señales que advirtieran en donde podría estar.

-Mishi... -lo llame.

Respondió con un fuerte maullido.

Asome la cabeza y lo vi afuera, estaba parado sobre el aparato de aire acondicionado y mi corazón se detuvo.
¿Cómo mierda había llegado ahí?
Intente alcanzarlo pero por lo menos un metro y medio nos separaban. El departamento no tenia balcón, solo los de abajo tenían. Lo empecé a llamar para que se acercara pero necesitaba acortar la distancia, saque mi cuerpo un poco más hacia afuera y estire el brazo para tomarlo pero aún no era suficiente.

-Ten cuidado -escuche.

Maldito gato, más me acercaba más se alejaba. Saque una pierna y la apoye al borde de la ventana, hice hincapié y logre tomarlo de la patitas.

-Bien, hijo-escuche la voz de la anciana del otro edificio.

Con un rápido movimiento metí al animal adentro, apoye mis manos en el borde de la ventana y volví a sentir como el mundo se desplomaba en mi cabeza, ese inconfundible mareo que me avisaba que vendría un desmayo, quise caer hacia adentro pero todo mi peso fue arrastrado hacia el lado opuesto.
Me desplome hacia el vacío.

-Noooooo -fue lo ultimo que oí.

(CRASHHHHHHHHHH)

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LA ESTRATEGIA |COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora