I Parte.

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I Parte: Otoño con Aleka

1.

Suena la alarma y un solo pensamiento cruza mi mente, algo típico de alguien de mi edad:

La tarea.

Sí, soy irresponsable, floja y la peor alumna del mundo. Bueno, no la peor, mis compañeros me superan significativamente pero eso ya es otro tema.

Sigo con lo de todos los días, y si digo todos es porque son todos; despertar, buscar mi uniforme y correr al baño. ¿Por qué correr? bueno, cuatro hermanas y un solo baño. Más claro echarle agua.
Tras algunos minutos de vagar por la casa, finalmente estoy lista para ir a clases, sólo queda esperar a mis hermanas y correr a tomar el autobús y como guinda del pastel voy atrasada... como todos los días.

Suelo no quejarme sobre el camino al paradero pero en los días de otoño e invierno es casi insoportable. Quince minutos de caminata a pie y sin poder apurar el paso para que no parezca que arrastro a mi hermana menor tras de mí.

(...)

Mi hermana está en su sala y yo me encuentro en la mía. Estoy sola, mis amigas aún no llegan y lo mejor que puedo hacer es frotar mis rodillas; todo gracias a mi maldita poca concentración.

Subía las escaleras y el descarado de Fernando tuvo la brillante idea de aparecer. Y yo como soy tan inteligente solo atiné a mirarlo como tonta hasta que él desapareció y de la nada acabé de cara contra los fríos escalones. Dios tuvo piedad de mí porque nadie me vio.

—Por favor, dime que hiciste la tarea —suplica Antonella, mi amiga, atacándome de sorpresa.
—No, no sé... ¿cuál...?
—Los conceptos ¿Los buscaste?
—Yo... No —sonreí como si con eso lograra solucionar algo.

Y entonces, antes de que alcanzara a llamarme floja, irresponsable, vaga o cualquier otra cosa como si con ello la tarea apareciera mágicamente en su cuaderno, él apareció de nuevo: La razón de mi tendencia a la estupidez.

Media sonrisa, cabello medianamente largo y ondulado, y esos malditos ojos casi negros que me sacaban de quicio con las miles de mariposas —o avispas, diría yo— que provocaban en mi interior cada vez que me miraba.

Volteó donde nosotras y sin más espera comenzó a hablar.

—Holi —fue todo lo que dijo levantando una mano en señal de saludo.
—Hola —contesta mi amiga apenas, mientras yo solo le sonrío.

Él me da una última sonrisa y vuelve a su lugar. El profesor había llegado.

Entonces recuerdo que no hice la tarea y comienzo a maldecir todo; puto profesor, puto Fernando, puta tarea, puta escalera, puta Anto, puto todo.

Y justo cuando dejo de maldecir mi otra amiga llega: Sarah.

Brillante sonrisa, cabello largo castaño claro y liso y, lo más importante para un hombre y por desgracia lo que menos poseo, un buen físico.

Maldita la vida que la hizo tan estupenda y a mi tan... Yo.

— Hola Ale —dice mirando en mi dirección.
— Jai —respondo y sonrío.
— ¿Qué han hecho?
— Nada aún.
— Bacán —saca un cuaderno y yo giro en mi puesto para mirar la pizarra.

El mágico profesor ya había llenado las dos pizarras con actividades; me espera una larga mañana.

Entonces una alegre sonrisa hace su reaparición a mi lado pero no en mi dirección y mi yo interna sólo pide salir para darle algunos puñetazos en la cara o patadas en la entrepierna, no es justo que literalmente pase sobre mí para saludarla a ella pero él tenía otras intenciones además de solo ser buena onda y saludar,

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora