29.

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Canela.

Estaba en las galletas y me había estado intoxicando sin yo notarlo mientras estaba con One Direction.

Ay, que sonó lindo.
No lo de intoxicarme, eso no fue lindo.

Por la emoción no noté que las galletas la traían y olvidé por completo la fabulosa alergia que, según yo, había superado de alguna forma. Quizás había ocurrido por todas las galletas que comí.

Como fuera, volví a casa ese mismo día, mis maridos me dejaron una foca gigante de peluche entre otras cosas como "perdón" por haber logrado mi desmayo sin querer. De seguro los chicos les habían mencionado mi amor por esos animalejos.

¡Bigotes tendrá una hermana! Ya imagino a Scott aprovechandose de mi nueva foca.
Pobre animal.

Si bien ese fue uno de los mejores días de mi vida, los que le siguieron fueron un tanto extraños.

Estaba confundida, terrible y asquerosamente confundida. A mí me gustaba Fernando, me gusta Fernando, no Valentín.

¿Entonces qué era esto?

Las cosas estaban cambiando. Su mano en mi cintura al caminar, su brillante sonrisa, la manera en que sus ojos me buscaban aún teniendo a los chicos lejos, es más, la forma en que yo lo buscaba sin importarme ya que los chicos creyeran o no mi mentira.

Me sentía rara, enferma, con los pies lejos de la tierra. Pero ¿por qué con él? No po, no tenía que ser así. ¡Los peces son amigos, no comida, Aleka!

Di una rápida sacudida, moviendo mi flequillo en todas direcciones, y observé a mi alrededor una vez más, mordiendo la parte interna de mi boca.

No me gustaba Tintin, ¿cierto?

Los últimos días no habían hecho mas que confundirme. De a poco me estaba acostumbrando a su cariño, que se sentía más real que nunca desde aquel beso en el hospital.

No sabía exactamente porqué lo había hecho, símplemente había ocurrido y ahora revivía la escena cada vez que lo veia en clases, en casa o donde fuera.

Siempre haciéndome la misma pregunta:

¿Por qué?

Me acomodé en mi lugar, estábamos en medio de un examen y no lograba concentrarne. Releí el texto por milésima vez, nada tenía sentido, me sentí frustrada; inglés no debería ser un problema para mí, menos siendo mi asignatura preferida.

El timbre sonó desde el pasillo y sentí mis mejillas encenderse. Apenas si había acabado de responder la mitad de la hoja.

—Entreguen sus exámenes —la profesora habló desde el escritorio.

Con desesperación intenté responder algo más, pero no hubo caso. Emití un intento de sollozo como quejido, esto cagaría mi promedio.

—¿Qué te pasa? —Antonella me observó preocupada.

Negué despacio. —Nada, es que, me siento mal —me encogi de hombros quitandole importancia. Quizás era eso, le estaba dando mucha importancia. Si, de más que si.

—Ya, porque te ves como el pico —dijo con innecesaria sinceridad. Sonreí ante su falta tacto.

Cabra de mierda, te quiero tanto.

—Oye, Ale, —Sarah apareció con Valentín a su lado, evité su mirada —¿todo bien? Te veias desesperada, lo que es raro. O sea, como que no, pero ahora si.

—¿Porque usualmente les ayudo con las respuestas? —reí.

Los tres compartieron miradas formando una linea con sus labios.

estúpida, pero con estilo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora